La contienda por la Casa Blanca un proceso tan volátil como en cualquier otra nación del mundo

La pregunta de por qué siento interés en analizar la situación política de un país que ni siquiera conozco y del cual, carezco por completo de vínculo nacional alguno, fue el impulso que dio vida a la presente columna de opinión, la cual, tiene como objetivo central: acercarse desde la distancia, a uno de los eventos de orden político más relevantes para el escenario global, como lo es la elección presidencial del próximo mandatario de los estadounidenses.

En igual orden, el estudio politológico otorga la posibilidad de analizar a partir de marcos teóricos, distintos regímenes electorales y hechos particulares como el sustentando en el presente ejercicio, del cual, se destaca fehacientemente que, la cadena de mando de los Estados Unidos y su representatividad política nacional y más importante aún, internacional, se centra en dos figuras de avanzada edad para el ejercicio político y direccionamiento estratégico; en un estadista y diplomático más ad portas de su retiro que a la reafirmación de su postulación, como en una vociferante y altisonante persona que, pareciera responder más a lo indómito de las pasiones que al orden y la mesura de razón.

Ligado ello, resulta complejo negar que el presidente Joe Biden, pese a la intención de querer siempre mostrarse vehemente, ágil, consecuente, persuasivo, analítico y tenaz; tal y como lo hiciera durante su intervención en la ciudad de Detroit, es difícil pasar por alto que, la capacidad de cognición en él y en otro cualquiera, logra verse indiscutiblemente mermada debió al inexorable paso del tiempo en nosotros. Del mismo modo, debe comprender que la voluntad personal no puede superponerse al interés general y que, en caso de exhibirse una evidente incapacidad para asumir el cargo y las responsabilidades adscritas a su haber; es necesario proceder como ha indicado en sus últimas declaraciones de manera acertada, bajo un espectro de mayor sensibilidad normativa y no a la luz de una reserva confesional en la que sólo un poder supremo, lo persuadiría de dimitir en su aspiración de reelección presidencial.

Ahora, con el ánimo de contraponer la distorsión política y los ruidos generados dentro de su partido en relación a la continuidad o no de su candidatura, o su condición médica, por ejemplo; el equipo asesor y por supuesto el primer mandatario, han centrado su estrategia política primero, en una riesgosa retórica mediante la cual han sostenido que, solo él se encuentra calificado para derrotar al candidato republicano, y segundo, en la adopción de una hábil jugada política que acude a la socorrida legitimidad otorgada por el elector primario, sujeto sobre quien recae en gran medida la soberanía base, dentro de un régimen de contenido democrático y representativo, como el expuesto por el sistema político norteamericano.

Derivado de tal discusión, la tensión y el nerviosismo logran impactar el escenario y las posibilidades de éxito proyectadas por los demócratas, de quienes infiero, se encuentran en una red de encrucijadas que los hacen inquietarse por la rapidez en la que suceden procesos, como en los que se encuentran actualmente inmersos; la incertidumbre y fractura que pueden generan entre los electores e importantes contribuyentes, la falta de cohesión al interior del partido; los grados de desconexión entre la dirigencia nacional y las campañas adscritas a cada estado, como también, lo que ello significaría para la consecución de enclaves fundamentales para la victoria demócrata, como lo serían Pensilvania, Arizona o Georgia por citar algunos de ellos.

En la misma línea, aún está por verse dentro de las toldas demócratas, la disciplina y lealtad al partido como a la figura de un líder que si bien mermado por su propia condición física, ha puesto de nuevo a los Estados Unidos, luego de los precarios oficios internacionales ejercidos por su antecesor, en el centro del ajedrez internacional, en el eje del debate político y más importante aún, en sintonía con el ejercicio de liderazgo, demandado por una potencia como lo ha sido el país del norte. Aunado a ello, no pueden pasarse por alto, pese a los reparos en cuanto al sostenimiento y capacidad de financiación de algunas políticas de la administración Biden, los avances en materia de economía, empleo, salarios e inversiones públicas, que al hoy, paradójicamente, parecen quedar en la trastienda entre quienes deberían ser sus mayores defensores.

De manera paralela, el equipo de campaña de Donald Trump y el partido republicano aprietan fuerte el acelerador, disponen de las ventajas que le otorga su adversario y por supuesto, de la favorabilidad brindada por las encuestas; a su vez, explotan al máximo el carisma de su figura más relevante, víctima de un lamentable atentado el pasado trece de julio, durante un mitin en el estado de Pensilvania. Derivado de este infausto hecho, queda como resultado el muy mal plano de los agentes del servicio secreto que, reaccionaron casi tres disparos después, esto, en manos de un tirador acertado hubiera sido letal, y segundo, como el dato más destacado de toda la jornada, el fortalecimiento de Trump, como esa figura combativa, recia, casi que invencible, con puño en alto y actitud mesiánica, con la que se identifican muy bien millones de norteamericanos tanto del ala demócratas como del espectro republicano.

En sintonía, la elección de la fórmula presidencial de Trump, es una señal inequívoca de que su grupo político, apunta a la maximización del líder carismático, a la recompensa de lealtades, y a la proyección de una figura política que al menos desde el discurso actual, ha mostrado un hiper-alindamiento con la agenda que lidera el proyecto trumpista, dentro de su partido. De igual manera, la elección de Vance, como fórmula vicepresidencial permite inferir con un dejo de vacilación, dada las características de este modelo electoral que, los 32 millones de posibles votos generados por el rango de edad suscrito entre los 30 y 45 años, son un caudal atractivo si se focalizan en escenarios estatales particulares; la pregunta surgida entonces, es si tendrá J D Vance, la habilidad política para aprovechar estos números y hacerlos canjeables dentro de cada colegio electoral.

Finalmente, existen otros elementos que enriquecen el debate en torno a la elección del presidente No 47 de los norteamericanos como son aquellos que indagan: por el papel que jugará la ciudadanía en medio de tan marcada polarización, el plan B de los demócratas para darle el impulso necesario a la campaña Biden-Harris, o el apoyo otro candidato si fuese necesario, o la estrategia de los republicanos para no naufragar en la vorágine del poder, con cuatro años de un gobierno que, impondrá una línea más personalista y reactiva en materia de migración, proteccionismo, economía, relaciones diplomáticas y preeminencia del ejecutivo, como se espera sea el segundo mandato de Trump en la casa blanca.


Todas las columnas del autor en este enlace: Alejandro Londoño Ramírez

Alejandro Londoño Ramírez

Politólogo de formación, egresado de la Universidad de Antioquia, en la actualidad hago parte de la Red de Investigación sobre Derecho y Política México-Colombia y el Semillero Estudios Críticos sobre democracia, ambos de la Universidad de Antioquia. Encuentro importante la revisión sistemática de los fenómenos políticos como mecanismo para lograr transformaciones sociales y espíritus críticos. Cine y Lectura dos actividades que disfruto.

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