La colonialidad del color y la búsqueda de ser “raza blanca”. El caso Aimep3

La figura del internet Aimep3 suele estar envuelta en polémias debido a su estilo de vida; recientemente, su nombre ha sido relacionado en un caso de presunta negligencia domestica en el cuidado de su mascota, lo que la llevo a la muerte, así como las sospechas de un falso embarazo, con la finalidad de mejorar su impacto en redes, que se traduce en mayores ingresos económicos —destacando que vive enteramente su papel en las redes—. Pero no estamos aquí para comentar sus desventuras, escándalos o su culpabilidad en presuntos delitos.

Este personaje es el caso perfecto para hablar de temas de mayor profundidad: estaba revisando sus redes cuando me encuentro una serie de fotografías e imágenes generadas por Inteligencia Artificial (IA) donde destaca un elemento común: la búsqueda de ser de piel blanca. En el caso de las imágenes generadas por IA se nota la indicación clara de bajarla de peso y blanquearle la piel; en sus fotografías mucho más sencillo: el excesivo uso de filtros para blanquearse.

Esta característica que aquí destaco es un síntoma de problemáticas sociológicas y filosóficas arraigadas, que conectan directamente con la colonialidad del color y la crisis de identidad en la existencia no solo mexicana, ya que es un problema destacable en toda Latinoamérica.

Desde una perspectiva sociológica, el acto de blanquearse la piel a través de filtros digitales es un eco contemporáneo de la colonialidad del color, un concepto fundamental en los estudios postcoloniales y decoloniales. Aníbal Quijano acuñó el término “colonialidad del poder” para describir cómo las estructuras de dominación coloniales hispanas, más allá de la independencia política, persisten en la organización social, económica y cultural —siglos de dominación española en territorio americano no se manifiestan solo en elementos políticos, sino en nuestro entorno profundo cotidiano: la cultura—. Una de sus dimensiones se refiere a la jerarquización racial impuesta durante la colonia, donde la piel de tonos claros se asoció con la civilización, la belleza, el poder y la superioridad, mientras que la piel oscura fue vinculada a la barbarie, la fealdad, la subalternidad y la inferioridad.

En América Latina, esta jerarquía no terminó con la expulsión de los colonizadores. Se internalizó profundamente, impregnando el imaginario colectivo y el sistema de valores. El “mejoramiento de la raza” a través del blanqueamiento (ya sea genético, social o estético) se convirtió en una aspiración inconsciente, un camino hacia el ascenso social y la aceptación. No por nada, en la línea cosmética, los productos más vendidos se ofertan como “aclaradores de la piel”. El mestizaje, lejos de ser un crisol de igualdad, a menudo operó bajo una lógica de blanqueamiento cultural y fenotípico.

En este contexto, el uso de filtros por parte de Aimep3 para aclarar su tono de piel no es un acto aislado; es una práctica que responde a un imperativo social internalizado. Aunque ella, conscientemente, pueda no articularlo en estos términos, su acción refleja la presión estética que la colonialidad del color sigue ejerciendo. En un espacio como las redes sociales, donde la imagen es moneda de cambio y la validación está mediada por la percepción de belleza, adherirse a estándares eurocéntricos puede parecer una estrategia de supervivencia o de maximización de su capital social.

Filosóficamente, la cuestión del blanqueamiento de piel mediante filtros se entrelaza con una profunda falta de identidad de la existencia, o más precisamente, con una crisis en la autenticidad del ser en la era de la reproducción digital y la imagen. Filósofos como Jean Baudrillard hablaron de la era del “simulacro”, donde la copia (la imagen) precede y reemplaza a la realidad, creando hiperrealidades que son “más reales que lo real”. En este sentido, la imagen de Aimep3 blanqueada no es solo una representación de sí misma, sino un simulacro de una identidad deseada, una versión mejorada (según los cánones impuestos) que el filtro permite crear instantáneamente, convirtiéndose en la “Aimep3 real” —porque en redes así se muestra, fuera de cámaras, es otra historia—.

La existencia de Aimep3, como la de muchos influencers —o gente que piensa que lo es—, está intrínsecamente ligada a su presentación pública. Su “ser” en la red es una construcción constante, un performance donde la línea entre lo auténtico y lo fabricado se difumina. La pregunta filosófica que emerge es: ¿quién es Aimep3 detrás del filtro?, ¿es una expresión de un deseo genuino de ser percibida de cierta manera o es una sumisión a las presiones externas que dictan cómo debería lucir para ser aceptada y exitosa?

Sin embargo, no se está ejerciendo un juicio moral sobre ella; no es la primera ni ultima que utilizará un filtro para “mejorarse”. Aimep3 es el pretexto, el tema escapa a ella y abarca toda la realidad latinoamericana. El uso de filtros para blanquear la piel por parte de Aimep3 es un microcosmos que revela una realidad cultural. Sociológicamente, es una manifestación persistente de la colonialidad del color, una herencia que sigue dictando cánones de belleza y jerarquías raciales en el siglo XXI. Filosóficamente, expone una crisis de identidad en la era digital, donde la autenticidad se negocia constantemente con la imagen idealizada y el deseo de validación externa. Aimep3, sin proponérselo, se convierte en un caso de estudio viviente sobre cómo las estructuras históricas de poder y los nuevos escenarios tecnológicos moldean nuestra percepción de nosotros mismos y nuestra incesante búsqueda de un lugar y una valía en la compleja matriz de la existencia contemporánea.

Marco Antonio Gutiérrez Martínez

Mexicano. Licenciado en Historia (UAMex, Mención Honorífica). Ponente en eventos nacionales e internacionales. Autor del cuento "Breve diario de mi oscuridad" (Luz y Sombra. Antología de cuento breve) y del libro AMLO, la mafia del poder y la Historia.

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