La bohemia de los tontos tristes

“Es un fastidio que esta llamada inteligencia a la que aspiro me impida entregarme al llanto más estridente y desgarrador”.


Muy bien me advirtieron, que de las búsquedas perspicaces e inoficiosas solo me llegarían desvelos y amarguras. Es el precio del conocimiento, la claridad enceguecedora que lastima las retinas. La soledad del asceta, su delirio metafísico. La pretensión espiritual por la que nos hemos dejado el pellejo. Iba a ser duro el camino, y no sabíamos cuánto. Y ya no hay tiempo para regresar a casa. Gano unos pesos por los poemas que te escribí. Mis lágrimas y tus ojos son distantes ahora son mi alimento.

La parábola del hombre roto que batalla con sus demonios a través de las artes. Casi como un lugar común que se escurre entre las caricaturas que habitan en la mente de las gentes simples, un recurso arquetípico para acercarse a una realidad que espero nunca entiendan. De tanto definirlo es que se desgasta, y en la mediocridad de la generalización se pierden los matices. País de extremos, qué fácil fue pasar de ser tu a poeta a tu enemigo público, ¿pensarán alguna vez en mi corazón estas brujas mentirosas?.

Como el motor que trabaja sin descanso para impulsar la maquinaria, y como el desgaste del sobrecalentamiento y la combustión en sus pistones, así la mente ansiosa, que convierte las angustias en intrincadas teorías, los temores en gigantes violentos al acecho y las memorias en “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, como bien lo decía Gardel en su canción; dirán los inteligentes y los estoicos que la domesticación de los pensamientos es el primer paso hacia la sabiduría práctica del espíritu, y frente al irracional influjo de autodestrucción que acompaña a nuestros trasnochados vicios sentirán desprecio. Igual que nosotros.

Es un fastidio que esta llamada inteligencia a la que aspiro me impida entregarme al llanto más estridente y desgarrador. Cohibido por la coraza de mis ideas que pretenden silenciar la conciencia de la fragilidad, el miedo y el abandono: “Nuestras palabras nos impiden hablar. Parecía imposible. Nuestras propias palabras” (PE CAS COR). Entonces tengo que ampararme en este ruido de gentes, en estas charlas insulsas y genéricas, porque salgo a la calle para no pensar en ti. Para no pensar en la fragilidad del Yo sobre las ilusiones de ese nosotros que nunca fue. Para no pensar en mí. En lo extraño de los atisbos de la permanente felicidad que una vez me acarició. En la violencia de mi cuerpo que desea golpear y sangrar para exorcizar la maldad intrínseca de su propia desolación. Vaticino un camino hacia la estupidez que liberará a mi espíritu de tantas pesadas cargas. Es el derecho a la catarsis más oscura, o los impulsos que me arrastran a la bohemia de los tontos tristes.

Cristian Felipe Leyva Meneses

(Armenia, Quindío, Colombia, 1997) ha publicado su trabajo literario en ERRR Magazine, Seattle escribe, Himen, Palabrerías y otras. Ocupó el segundo lugar en el V concurso departamental de cuento Humberto Jaramillo Ángel; fue invitado al XI Festival internacional de poesía de Manizales y al XXXVI Encuentro nacional de palabra, proclamado como escritor del año en el XIV encuentro nacional de escritores Luis Vidales, autor del poemario «Ansiedad sobre los senderos» y participante de numerosas antologías de microrrelato, cuento y poesía.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.