La banalidad del mal y la búsqueda de los derechos

-Casi, como si se tratase del relato de una comedia griega, los titulares en todo el territorio nacional impactaron a la opinión pública al relatar cómo a propósito de una iniciativa legislativa presentada por un congresista perteneciente a la comunidad LGTBIQ+, cuyo propósito era acabar las llamadas terapias de conversación, el mismo fue recusado por un ciudadano al estimar que el mismo tenía un conflicto de interés, al buscar en su sentir, que este tenía un interés particular al determinarse su condición.

De lejos, el debate más allá de reducir una discusión a un acto abiertamente discriminatorio, o un asunto de técnica legal, me trae irreductiblemente una reflexión que se estructura en el tejido social de Colombia, y que me hace recordar la conceptualización propuesta por Hannah Arendt en su texto Eichmann en jerusalem, denominado como la banalidad del mal, frente a la cual, lo inquietante su lectura no se agota en relatar cómo la crueldad era una anormalidad que se había normalizado en la Alemania nazi, sino que el hito de su preocupación resalta frente a la mirada de los buenos hombres que habían hecho de la crueldad una actividad más dentro de su cotidianidad.

Es así, que al ver como en la palestra publica , como muchos actores celebran qué iniciativas se entorpezcan, se frenen o se “hundan”, lo que se evidencia realmente es que la banalidad del mal existe hoy en quienes no quieren reconocer los derechos de sus diferentes, en donde lo preocupante no se sitúa en el hecho como un acto de la política colombiana, sino que lo de fondo me aterra es reconocer, que este es un hecho más, de una narrativa que ha construido la gente buena para negar la existencia de los derechos, y que será uno de muchos más, en donde lo que se busca normalizar es la idea que el reconocimiento de estos derechos, son un mero acto de galantería que se otorgan en los términos y condiciones que esta, la gente buena considera coherente para la realidad social Colombia.

Es en este punto, en donde me gustaría también hacer una salvedad, y es que la banalidad del mal también tiene un ítem de ruptura, que parte por reconocer a los otros interlocutores, quienes de forma disruptiva y por qué no valiente, han sabido interpretar esta realidad, por ello, es que mientras muchos los ven como actores molestos, como los que quieren todo y no dan nada,  de una forma casi romántica han logrado encontrar una puerta de salida a esa su normalidad, que ha sido cartografiada en la política colombiana.

Y es por eso, que no me quiero detener a hablar solo del representante, él es uno más, sino que quiero resaltar a quienes históricamente han sido excluidos, a las mujeres, a los campesinos, a los pobres, a los indígenas, a los lgtbiq+, a quienes siempre la sociedad ha visto como los molestos que lo quieren todo pero que con sus luchas no han pedido nada, por que todo lo han construido a base de dignidad y amor, estos son tiempos modernos, inquietantes, es claro que son tiempo en donde la anormalidad se viene haciendo dignidad, y es allí, donde me gustaría terminar recordando con esto, que después muchos años de lo mismo, estos tiempos están cambiando, van a cambiar.

Andres Felipe Roncancio Bedoya

Doctor en Derecho, Magister en Derecho Público, Abogado
Profesor Universitario
https://scholar.google.es/citations?user=VtYGBWAAAAAJ&hl=es

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