¿Cuándo es más importante el consenso que las diferencias?
“La historia está llena de pérdidas y fracasos por despreciar el gran poder de la energía colectiva y por caer en la falsa ilusión del “yo”. Esta ha sido la generalidad… hagamos la diferencia”.
En los escenarios de construcción pública o colectiva, las diferencias son esenciales en la medida en que permiten, a través de derechos como la libertad de opinión y capacidades como el pensamiento crítico, ampliar las miradas sobre determinado asunto y enriquecer las formas de abordarlo de una manera más efectiva, eficiente y justa. Además, como lo dijo Albert Einstein en 1901, “una fe insensata en la autoridad es el peor enemigo de la verdad” (Isaacson, 2013, p.48), por lo que siempre será importante valorar y promover una cultura del disenso a través de la argumentación sensata. Y digo sensata porque cuando se argumenta bajo sospecha, pesimismo, egoísmo o generalizaciones indebidas, se corre el riesgo de faltar a la veracidad y de cerrarnos a grandes transformaciones sociales.
En este sentido, debemos reconocer cuándo el consenso es más importante que las diferencias, y cuándo éstas enriquecen u obstaculizan el progreso hacia sociedades aspiracionales basadas en metas e ideales para el bien común. Como lo dijo Rawls, “para que la sociedad sea estable por los motivos correctos, sus principios básicos deben ser adoptados y aceptados con entusiasmo por sus miembros” (Nussbaum, 2014, p. 24), y tales principios no pueden ser distintos a los que ha ganado históricamente la civilización humana en su lucha por la libertad, la igualdad, la justicia y todas las capacidades que no permiten gozar de una vida digna.
Sin embargo, consensos tan importantes reivindicados a través de espacios de construcción pública o colectiva en territorios y organizaciones, son amenazados por lo que Martha Nussbaum ha denominado “el frágil yo”: el ego como creencia malsana en nuestra propia importancia por encima de un interés común, y más allá de toda utilidad razonable. Es aquí cuando los intereses particulares y emociones personales como el egoísmo, el miedo, la envidia, la ira, la culpa y tantas otras que pueden definir ciertas posturas o razonamientos ante un grupo o una colectividad, pueden llegar a ser cortapisas para propósitos comunes basados en principios loables que le sirven al progreso de la humanidad.
De ahí la importancia de cultivar a nivel personal y colectivo tres aspectos esenciales para apoyar la generación de consensos, más que las diferencias antagónicas:
Primero. La libertad interior entendida como “una libertad del espíritu que consiste precisamente en la despreocupación por los efectos de las jerarquías, en no tener la obligación de controlar a otras personas ni de guardarse de ser controlado por ellas (…) se trata de ser feliz, de tener un igual a nuestro lado, la libertad de la despreocupación por quién está por encima o por debajo” (Nussbaum, 2014, p. 54).
Segundo. La capacidad de tomar decisiones del modo más oportuno posible; por eso “los líderes deben fomentar la diversidad de opiniones pero equilibrándola con la necesidad de tomar y aplicar decisiones (… ) la indecisión crónica es ineficaz y contraproducente” (Iger, 2020, p. 25).
Tercero. El triple enfoque de un Líder para el logro de propósitos colectivos (Goleman, 2013):
- Autoconciencia (el timón interno): estar atento al interior y en sintonía con la intuición, los valores que nos guían y las decisiones tranquilas.
- Empatía (leer a los otros): escuchar, comprender la perspectiva del otro, entrar en sintonía con sus sentimientos e interesarnos genuinamente por su bienestar.
- Comprensión sistémica (ver el contexto más amplio): tener una visión panorámica, reconocer patrones y modelos de pensamiento para entender las dinámicas de los sistemas y los impactos de una decisión a corto, mediano y largo plazo.
No despreciemos el gran poder de la energía colectiva…
En un país en donde es difícil hacer consensos por tantas diferencias basadas en el “frágil yo”; en donde pesa más el color político o ideológico que los colores de la bandera de todo un país; y en donde una gran empresa o un gran proyecto común se desintegra en decenas de ellos porque lo que pesa es el protagonismo y no la gente, es fundamental seguir cultivando capacidades y emociones avocadas a la empatía, a la cooperación, al trabajo en equipo y a la conquista de los propósitos superiores a los que debe servir todo auténtico líder y ciudadano democrático en el mundo.
La historia está llena de pérdidas y fracasos por despreciar el gran poder de la energía colectiva y por caer en la falsa ilusión del “yo”. Esta ha sido la generalidad… hagamos la diferencia.
REFERENCIAS
Goleman, D. (2013). Focus, el motor oculto de la excelencia (1ª edición). Ediciones B.
Iger, R. (2020). Lecciones de liderazgo creativo (1ª edición). Conecta.
Isaacson, W. (2013). Einstein, su vida y su universo (3ª edición). Debate.
Nussbaum, M. (2014). Emociones políticas (1ª edición). Paidós.
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