“Con la razón instrumentalizada por la técnica, por la industrialización, y por la sociedad capitalista, la conciencia en el sujeto se ha amputado. El sujeto sin conciencia es un ser no emancipado que se halla puesto a la merced de cualquier fuerza o poder que pueda coaccionarlo”.
El filósofo Max Horkheimer en su obra (1973) Crítica de la Razón Instrumental, expone como la razón contemporánea se ha vuelto un simple instrumento al servicio de la industria y la tecnología, es decir, se ha convertido en una razón instrumentalizada. A raíz de ello, el sociólogo alemán Jürgen Habermas ha postulado una tipo de razón emancipadora frente a este tipo de razón instrumentalizada, la cual, ha reducido el carácter pensante de la sociedad contemporánea. Este tipo de razón promovida por el sociólogo de la Escuela de Frankfurt, tiene como principal objetivo impulsar una crítica que busque denunciar la racionabilidad técnica e instrumentalizada. A la razón absorbida y/o reducida por la sociedad del control técnico.
En esta nueva sociedad de control técnico y de razón instrumentalizada, surge la Teoría Critica, fundamentada en analizar desde un punto de vista crítico a las teorías tradicionales de las ciencias, y sobre todo al conocimiento de la época (edad contemporánea) el cual ha estado al servicio de esta nueva sociedad industrializada y capitalizada, oprimiendo así la naturaleza misma.
El aprisionamiento del hombre natural por esta razón instrumentalizada, conllevó al aprisionamiento del la naturaleza de la sociedad moderna y por ende la contemporánea. La constitución de este nuevo modelo de razón produjo seres obedientes al sistema político dominante, obediente al capataz de las fábricas y de las industrias, produjo a un ser enajenado incapaz de pensar en la libertad como un fin supremo al que haya que anhelar o apelar por medio de su razón como lo exponía la ilustración. Esta nueva razón en lugar de ser una razón emancipadora se convirtió en una razón verdugo de la libertad y es que la razón instrumentalizada, puesta al servicio de la técnica, de los sistemas de gobiernos fascistas, como el de la antigua Unión Soviética y la Alemania Nazi, en palabras de Habermas, “sirvió más para encadenar la naturaleza que para liberarla”. (Habermas, 1998, p. 471).
La razón, ese bello don humano, que desde los tiempos antiguos le dieron al hombre la posibilidad de poner en tela de juicio todo en cuanto percibían sus sentidos y creía como evidente, hoy se ha visto anulada y/o reducida gracias a los medios que la han coaccionado. La razón, desde sus inicios, como hemos podido demostrar en los primeros capítulos de este trabajo, siempre tuvo como intención buscar la verdad, hallar lo que se nos escondía y se nos confundía con simples apariencias, pero “desde que la razón se convirtió en instrumento de dominación de la naturaleza humana y no humana por el hombre —esto es, desde sus más remotos comienzos—, quedó frustrada su propia intención de descubrir la verdad”. (Habermas, 1998, pp. 486-487).
La razón como búsqueda de la verdad fue el primer proceso liberador del hombre. El papel de la razón fue crucial para completar un proceso de emancipación en el hombre, primordialmente de los mitos, de las creencias religiosas y de las supersticiones con las que éste procedía a explicar cada fenómeno natural o social que se ´presentaba ante él. Esta era la tarea fundamental de la razón. He aquí la razón como fuerza emancipadora jugando un papel fundamental en la búsqueda de un gran fin, el de la verdad como libertad.
Con la razón instrumentalizada por la técnica, por la industrialización, y por la sociedad capitalista, la conciencia en el sujeto se ha amputado. El sujeto sin conciencia es un ser no emancipado que se haya puesto a la merced de cualquier fuerza o poder que pueda coaccionarlo. Esa amputación de la conciencia simula como un atentado contra la naturaleza humana misma, contra los fines supremos que el hombre moderno empezó y logró conseguir en el periodo antiguo (con los griegos) y en la modernidad (con la ilustración). Ese atentado contra la conciencia y su naturaleza en sí hace nulo todo intento o hecho de emancipación. De acuerdo a este hecho, Habermas argumenta:
En el instante en que el hombre se amputa la conciencia de sí mismo como naturaleza, todos los fines por los que se mantiene en la vida, el progreso social, el aumento de todas las fuerzas materiales y espirituales, incluso la conciencia misma, se hacen nulos. (Habermas, 1998, pp. 484-485).
Esta nulidad de la conciencia del hombre contemporáneo hace del sujeto un ser completamente no emancipado. En sí, tal proceso hace que el carácter emancipador de la razón, ese carácter con el que se enarboló desde La Ilustración se pierda de un todo, y se pierda en sí la verdadera esencia de esta como alternativa puesto que “la esencia de la Ilustración es la alternativa, cuya ineludibilidad es la del dominio”. (Horkheimer & Adorno, 1998, p. 85).
Por esta razón es que Habermas ha propuesto una razón emancipadora que conlleve al sujeto contemporáneo a replantearse todo lo que hasta ahora se le hace evidente frente así. Tras el proceso de consolidación de la razón como un instrumento, la razón emancipadora puede llevar al hombre a ver todo en cuanto le rodea, todo lo que les evidente desde un punto de vista crítico tal como solía hacerse desde el inicio de la filosofía moderna.
La razón emancipadora de Habermas es una invitación a la idea de la ilustración. La ilustración como ideal de emplear la razón desde una perspectiva crítica que conlleve al sujeto contemporáneo a replantearse todo lo que hasta el momento se le ha hecho o parecido como evidente. La razón emancipadora es la puerta que se le abre al hombre actual con el objetivo de salir de aquel grave error al que lo ha conllevado la razón instrumental.
Otras columnas del autor: https://alponiente.com/author/numasgonzalez/
Referencias bibliografía:
Habermas, J. (1998). Teoría de la Acción Comunicativa. Ediciones Taurus.
Habermas, J. (1989). El Discurso Filosófico de la Modernidad. Ediciones Taurus.
Horkheimer, M. (1973). Crítica de la Razón Instrumental. Editorial Sur.
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