“Elecciones del mes de octubre tienen en juego algo más que el poder local, expansión y consolidación del proyecto político de la izquierda depende del pronunciamiento de los colombianos en las urnas. Bogotá, Medellín y Cali son el reflejo de lo que significa una pésima decisión del constituyente primario.”
Lo que hoy viven los tres principales centros urbanos del país es la materialización de una pésima decisión en las mesas de votación. Pronunciamiento de castigo ciudadano a la clase política tradicional fue lo que llevó al poder incompetentes gestores y administradores como Claudia Nayibe López Hernández, Daniel Quintero Calle, y Jorge Iván Ospina Gómez. Los habitantes de Bogotá, Medellín y Cali están llamados a pensar en grande, y en el futuro próximo. Los tres núcleos poblacionales, más grandes de la nación, deben aprender de sus errores y elegir un alcalde que no llegue a incrementar la inseguridad, expandir la pobreza, profundizar el conflicto, e improvisar la concepción y ejecución de políticas públicas. Llamado a la unión, que comienza a gestarse, es la sensata coalición de intereses para recuperar las capitales, y dar un primer paso a lo que requiere Colombia en 2026.
Memoria cortoplacista del colectivo social fue la que permitió que, de 2015 a 2022, se invisibilizara lo que propició el progresismo socialista de Gustavo Francisco Petro Urrego en la capital de los colombianos. Mitomanía depredadora que acompaña a la izquierda, en su pensamiento y acción, es el perfecto estandarte para sujetos con magia para captar incautos, personajes que acabaron con las ciudades porque cuentan con escaso, por no decir nulo, conocimiento para gobernar. Lo que hoy se materializa en el gobierno nacional es extrapolado de lo acaecido en los últimos tres años en las administraciones locales, ejecución de programas políticos, plagados de ilusiones y propuestas vagas, que desde el matoneo, público y social, malgasta los rubros del erario. Ansias de poder del Pacto Histórico polarizan al electorado, concentran la atención en banalidades egocéntricas de los candidatos y dejan de lado las propuestas de fondo para arreglar los problemas.
Unión, que hace la fuerza, propuesta desde la derecha, contrasta con el propósito de una izquierda que busca dividir para vencer en las urnas. La libertad y el orden, que debe reinar en la geografía nacional, invita a los colombianos a salir masivamente el próximo 29 de octubre e impedir que Gustavo Francisco Petro Urrego logre gobernar por interpuesta persona en el poder local. Resultados de las encuestas se constituye en un sofisma de distracción, el triunfo real se consolida con la participación seria y responsable el día de las elecciones. Derrota contundente en Medellín, Cali y demás municipios, así como evitar que Gustavo Bolívar Moreno llegue a segunda vuelta en Bogotá, será un golpe certero al progresismo socialista que se quiere implantar en Colombia. Lección aprendida debe ser el desastre que viven hoy las principales capitales por no unirse en los comicios de hace tres años.
Grave para la democracia sería permitir que se tome el poder local de Colombia una fuerza progresista retrograda, que se gobierne desde el cinismo que trasgrede las líneas éticas como mano de destrucción de lo correcto. Visión socialista que quiere imponer el Pacto Histórico en el país está en contra del desarrollo y la productividad, mapa político que desde intereses particulares pesca en río revuelto y polariza al electorado en extremos recalcitrantes ligados a las figuras caudillistas que difícilmente admiten puntos medios. Ignorancia que es atrevida escuda las indelicadezas cometidas por Nicolás Petro Burgos, hijo del Sensei de la izquierda, en un error por no tener experiencia en corrupción, como lo dijo Gustavo Bolívar Moreno en entrevista con “Juanpis González”. Quien presta atención a discursos, declaraciones y mensajes en redes sociales, medios de comunicación y la plaza pública fácilmente evidencia que la dinámica de la política es tan contradictoria como las posiciones de los actores de la clase dirigente colombiana.
El País está a espera de propuestas innovadoras que, desde el poder local, fijen una ruta para romper ese entorno que no deja superar el conflicto y sucumbe a Colombia en el marco de la crisis económica, política y social. El reto para los candidatos está en demostrar su idoneidad y desde ella romper con la abstención, captar la atención de los indecisos, y cambiar de opinión a aquellos que tienen como alternativa el voto en blanco. Ego de los candidatos sucumbe a la nación en una espiral de odio, resentimiento y pobreza. El entregar subsidios a los delincuentes, antes de elecciones, es la apuesta sutil del gobierno por una compra indirecta de votos, hundir a Colombia en una sucia ideología que lejos está de la gran esperanza de cambio. Grandeza de la democracia estará en encontrar una propuesta que antes que fragmentar logre unificar a la población, un interlocutor que interprete las incoherencias del poder y encause la materialización de hechos que den solución a las necesidades de un pueblo profundamente agobiado.
Maltrato de la izquierda al país exalta la urgente necesidad de tomar conciencia, fijar distancia frente a quienes son enemigos de la fuerza pública y auspiciadores del terrorismo urbano. Sicariato moral que se delinea, desde las plataformas sociales, es el bastión de una corriente política que carece de un argumento diferente a dañar la imagen de quien enfrenta. Ruptura de límites, que evidenció que son capaces de cualquier cosa para hacerse al poder, tiende en el ambiente un peligroso entorno de cortinas de humo que atiza el juego polarizador que acompaña el escenario social colombiano. La carrera política por la administración regional eclipsa la incoherencia ideológica de la izquierda, fuerza que enaltece la cultura de la pereza y propaga la vagancia. Camino a la autodestrucción en manos de un progresismo socialista que hasta ahora solo ha hecho y seguirá haciendo daño a la nación, impidiendo florecer en lo positivo.
El liderazgo se mide en los momentos de coyuntura, las decisiones claves que se deben tomar con cabeza fría y responden, con asertividad, a las necesidades del colectivo al que representan. Como país se requiere enderezar el rumbo social, establecer políticas públicas que como actores de una comunidad permitan avanzar en el concepto de nación en progreso desde el respeto por las diferencias. La construcción de futuro, sin apropiarse de la viga que habita en el ojo ajeno, llama a acudir a la razonabilidad política para que la unión sea una realidad y ejemplo de grandeza para retomar el rumbo del país. Acto de responsabilidad con Colombia es poner freno a los planes expansionistas del progresismo socialista que busca atomizar la democracia a manos de duplas radicales en los cargos más importantes del poder local. Orden táctica de operación política, a la sombra del progresismo socialista, implanta iniciativas públicas que impactan en la clase media y los sectores populares, esos por los que se indignaban y decían gobernarían para que pudieran vivir “sabrosito”.
La recuperación de Colombia comienza con un grito de independencia que en las urnas sepulte las aspiraciones electorales de la izquierda. Prosperidad del cambio estará ligada a no bajar la guardia, mostrar con fuerza las incongruencias del Pacto Histórico para que se logre tomar conciencia de lo importante que será proteger las joyas de la corona que son Bogotá, Medellín y Cali. Se debe salvaguardar las capitales, evitar que tome vuelo un populismo que se sustenta en políticos que no piensan, no proponen y no razonan, zorros demoniacos que contribuyeron a la anarquía durante los “estallidos sociales” y ahora se disfrazan de ovejas para captar un ejército de vagos, vándalos e ignorantes que les ayuden a consolidar la destrucción social del país. Cambio para la nación está alejado del discurso incendiario engañabobos que solo dice lo que una manada de incautos quiere oír, táctica de campaña en la que hoy se expresa una cosa sabiendo que lo que se hará es completamente distinto.
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