Antioquia se viste de flores y sus calles se adornan de ese empuje paisa.
Las flores son el compás perfecto para entender la métrica de este son antioqueño, que florece en los versos de sus paisanos, en las estrofas de sus barrios y en el poema de la vida.
Al poniente se suma a este sentir con un poeta grande, Jorge Robledo Ortiz, oriundo de Santa Fe de Antioquia. El honorable «Poeta de la raza.»
El paisa
Soy antioqueño. Visto de alpargatas,
Carriel de nutria y ruana montañera;
Tengo para el amor las serenatas
Y para los rivales mi barbera.
Ningún bambuco a mi guitarra escapa,
Y en noches de ‘jolgorio’ y de aguardiente,
Sólo respeto lo que diga el Papa
Y tuteo hasta al mismo presidente.
Miro la vida con desdén profundo,
Y es para mí tan chiquitico el mundo
Que voy a pie de Guarne hasta el Japón.
A nadie envidio. Quiero a una morena.
Me emborracho cuando hay alguna pena,
Y llevo a Antioquia sobre el corazón.
Jorge Robledo Ortiz
Esta ruana
Esta ruana de estirpe montañera
Abrigó el corazón de esos arrieros
Que encendieron la noche de yesqueros,
En una cualquier fonda caminera.
Ella les dio calor a los primeros
Retoños de esta savia de mulera
Y sirvió de cobija y de bandera
A un paisaje viril de sietecueros.
Esta ruana, ya vieja está tejida
Con los hilos que antaño dieron vida
A un pueblo de talante aventurero.
Por eso cuando abriga el esqueleto,
Se siente que por dentro y en secreto
Pasa con rumbo a Caldas un abuelo.
Jorge Robledo Ortiz
El carriel
Este carriel de nutria, señoras y señores,
Fue antaño la bandera de un colonizador,
Tal vez un Juan sin Cielo hundido en los blasones
De algún tatarabuelo del imperio español.
No sé qué guarda dentro: quizás diez arreboles
Recogidos en viajes de Quimbaya a Sonsón;
Una mazorca de oro, tres ríos leñadores
Y un tiple que ha tenido descalzo el corazón.
Si esculcáis sus ‘secretas’ sentiréis escondida
Bajo la piel de nutria la savia de la vida
Y el Himno de Epifanio con su camisa al sol.
En carrieles como éste cupo sin ‘estrechuras’
El mapa de Colombia tatuado de herraduras
Y una fonda en la trocha que conduce hacia Dios.
Jorge Robledo Ortiz