John Gómez: poesía basura y libros para resistir

Escribir un poema bellísimo y prenderle fuego.

Las llamas enuncian la poesía.”

John Gómez, Máscaras (2021)


Apenas dieron un margen de libertad en la cuarentena, varias personas que escribíamos empezamos a acudir a la Cinicoteca a recitales y para aprovechar cualquier pretexto de encontrarnos para resistir. Por esos días también la policía asesinó vilmente a Javier Ordoñez y el estallido social se regó como meses antes el covid-19. En una de esas noches me presentaron a John Gómez, quien iba a leer en el recital de turno. Me presentaron como una especie de poeta teatral, supongo que la razón era que hacía ambas: poesía y artes escénicas. El punto es que apenas John supo esto me dijo que tenía un cuento que él consideraba bastante teatral. No lo pensé dos veces, le pregunté dónde estaba el texto y nos dirigimos al estante de la librería en el que se exponía XIII (2019), libro de cuentos de John publicado por Fallidos Editores y del que hace parte Hambre.

Uno de mis amigos y actores había salido dos días antes de decretarse el primer confinamiento desde mi casa en Bogotá hacia la suya en Tibasosa, Boyacá. Desde allá él, y yo desde la fría y acantonada capital, hicimos parte del nicho del Teatro en Cuarentena Latinoamérica, que nos juntó en esos tiempos de encierro global a más de 200 teatristas en 20 países. A la semana de que las restricciones fueron laxas ya Magoo estaba nuevamente conmigo en Bogotá y en ese recital también conoció a John. El poeta coprotagonista de la noche me pasó el libro con Hambre separado, así mismo se lo pasé a Magoo como una banda transportadora y le dije que lo leyera inmediatamente, que ese era el nuevo proyecto de montaje que realizaríamos. Mientras él leía yo le sentenciaba a John que íbamos a hacer una transposición de su cuento y lo íbamos a montar en los escenarios de la revuelta popular que incineraba CAIs de la policía para ahí mismo fundar bibliotecas comunitarias. Así fue.

No solo montamos la obra. Estrenamos e hicimos seis funciones en Bogotá. La última, en la Cinicoteca, fue un éxito rotundo porque de ahí saldríamos al otro día a comenzar una gira teatral con bioseguridad por Boyacá. Nuestras amistades nos creyeron y logramos llevar Hambre a Sogamoso, Paipa, Villa de Leyva, Tunja, Chiquinquirá, Duitama, Tibasosa y Nobsa. El monologo de un vampiro que se alimenta en los tiempos de agitación sociopolítica y sale a deambular sus soliloquios, nos devolvió la esperanza y reivindicó el teatro en la peste, además de permitirnos encender el conspire cultural por donde pasábamos.

Fue desde entonces intensa nuestra amistad. Recibí estando en Cúcuta Fantasmas (2020), número 14 de la maravillosa Dosis Mínima, que incluye el cuento homónimo y otro titulado Los viejos, acompañado de una fotografía suya con dedicatoria detrás. Es un amigo que ama y propenso al amor, muy raro, porque en la literatura, incluso punkera, uno no hace tantos amigos y, esos que se hacen, tienen la increíble fuerza de cualquier reencarnación probable: si yo me hubiese conocido distinto con él y alguno no fuera artista, la coincidencia igual nos haría amigos cerrando el circulo. No me malinterpreten: John Gómez, bumangués de finales de los ochenta, es el autor de Baladas Baladíes (2020) y No te creas poeta (2019), unos verdaderos manifiestos poéticos de rebeldía, ironía y calidad, solo por eso ya es un honor conocerle.

Luego viene un momento definitivo para cualquier autor, el de declive o consolidación. En 2021 creo que John Gómez demuestra su consagración estilística y define su propuesta con Máscaras (2021) y Poemas para lidiar con uno mismo de madrugada (2021), adentrándonos en una experiencia de mucha lucidez, como en la activación sensible de los poemas y el todo del objeto sensorial que es el libro, pero al mismo tiempo manteniendo esa indeterminación misteriosa de lo onírico o surreal. En todo caso son libros serios de poesía con simbología compleja y canales perceptivos donde se evidencia un tratamiento delicado y detallista en las publicaciones.

Y claro que ha escrito muchas cosas más y es un referente importante, pero en lo que tiene que ver conmigo y este texto, es la constatación del rol social y comunitario de las letras. Es el profesor cariñoso que redime a los que vienen del maltrato epistemológico y ontológico al que nos restringieron a varias generaciones. Es editor, como el gran gastrónomo que cocina para sus amigos y para el que tiene hambre, para sus vecinos y para los viajantes, con Editorial Sátiro ha hecho el milagro de publicar libros con verdadera independencia, por ende, verdaderos libros. El último del que supe es Manglares de Daniel Leguizamón, otra de esas amistades hermosas de coincidencia mística, libro de cuentos que en su lanzamiento nos hizo reencontrarnos.

Es librero y desde Librería Zarigüeya difunde y alimenta con la humildad del lector, aunque docto; o la capacidad de sorprenderse del creador, aunque prolijo escritor. Y otras cosas increíbles. Léanlo, hablen con él, aprovechen que coincidimos en el tiempo. También es un ejemplar gestor cultural. Es impresionante cómo aprovecha sus conexiones y recursos para entretejer redes y encender la hoguera, cuando podría estar moviendo para sí mismo está tirando a beneficiar el dialogo intergeneracional y que nadie se quede sin compartir o sin montarse a la tribuna que impulsa a muchas más personas y artistas. Su trabajo con Alter Vox Media es muy significativo y merecería una columna completa, pero quiero recomendarle a quien lee que entre a la sección Antologías de Alter Vox para que se quede mudo con la capacidad de convocatoria que tiene el muy querido John.

Es un filosofo con todas las connotaciones que se quieran poner. Se graduó y es magister en eso, pero no es por eso que sea un grande de la filosofía. Resulta que ese gran aparato que es el conocimiento, no le sirve a nuestro personaje para hacerse de congratulaciones y reconocimientos, ni para integrar círculos de supremacías y adoctrinamiento, de represión y ocultamiento. El pensamiento le sirve a John y él a su vez le sirve en la praxis: en la constancia de que en la caneca de la basura resultan los mejores poemas. Que de la basura y de quienes son considerados desperdicio, surge el sustrato milagroso de la poesía.

En el 2021 se realizó el primer Certamen Nacional de Poesía Basura John Gómez, donde ahora le entregaba hasta el nombre a poetas desconocidos, con la oportunidad de seguir siendo incluso más desconocidos, pero quien quita poder ganar en un concurso de poemas y poetas basura. Es un certamen para que el hedor nos atraviese, favoreciendo la comunión con la gran poesía: la libre, grotesca y real poesía. El primer ganador fue Andrés Restrepo Gómez con El ano de mi novia. El segundo, Daniel Alejandro Sierra Toro en 2022 con Arqueología del yo y el caos. Y en el tercer certamen de 2023, en el que Daniel Leguizamón y yo fuimos invitados como jurados junto a Natalia Londoño, Mayra Martínez, Laura Mora y el mismo John Gómez, tuvimos a la primera ganadora, la nariñense Lorena Escobar Naranjo con el poema Hermanas.

Mi amigo es. Es tantos. Tantos roles y confirmaciones de su genio. La capacidad de transformar el mundo en silencio y que los colores resultantes no necesiten de ruido para hacerse notar. Cuando pienso en mi amigo John, me entero de algo de su quehacer literario, cultural o existencial, incluso personal, porque esa es otra versión de John también impecable, que no cabe aquí; cuando se cruza por mi rumbo, agradezco en secreto a la poesía por habérmelo presentado. Aquí en esto que escribo solo cabe el cariño, admiración y agradecimiento por personas así, que son lo que hacen. La poesía no sale de los poetas, no está en los poemas. La poesía es. Mi amigo es.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/gmouarbesg/

Gibran Mouarbes Giraldo

Psicólogo y director del Laboratorio de Teatro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en salud pública y psicología anormal. Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA, del Colegio Colombiano de Psicólogos COLPSIC y director del Teatro en Cuarentena Latinoamérica TECU.

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