“Bidden tendrá la gran responsabilidad en estas elecciones de ser no sólo el candidato del partido demócrata, sino de ser el candidato de la democracia.”
Joe Bidden ha sido elegido oficialmente hace unos días como el candidato demócrata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Aunque su candidatura estaba asegurada, luego del retiro en abril de su adversario Bernie Sanders, sólo ahora ha conseguido el número de delegados necesarios para formalizar su candidatura.
Bidden tendrá la gran responsabilidad en estas elecciones de ser no sólo el candidato del partido demócrata, sino de ser el candidato de la democracia (en su acepción filosófica y liberal). Porque sabemos que en la otra orilla estará Donald Trump, probablemente el más antidemocrático de todos los presidentes que ha tenido Estados Unidos en su historia.
Trump buscará mantenerse otros cuatro años más en el poder, para poder seguir implementando medidas públicas de corte antiinmigración, que buscan reducir a lo mínimo el gasto social y que privilegian la economía sobre la salud y la sostenibilidad ambiental. De manera que la tarea infranqueable de Joe Bidden debe ser la de lograr que los principios e ideales liberales democráticos vuelvan a la Casa Blanca.
Porque ser democrático en el siglo XXI no se limita a someterse y acatar el sistema de elección popular. Es mucho más. Significa respetar los derechos humanos, la diversidad, la comunión universal de los pueblos, los derechos de las minorías étnicas y sociales, propender al diálogo, a las soluciones consensuadas, a la paz, a la justicia material. Valores con los que claramente no comulga el actual mandatario norteamericano.
Son muchos los comportamientos que a lo largo de la vida de Trump y durante su gobierno dan fe de su naturaleza autoritaria y antidemocrática. Podrían escribirse libros enteros con ellos. Sólo para poner un caso reciente: ante la convulsionada situación social en los Estados Unidos por la muerte de George Floyd, el caso del hombre de tez negra que falleció como consecuencia del abuso de fuerza de un policía blanco y que ha alcanzado renombre mundial, la respuesta de Trump a la ola de protestas y saqueos en todo el territorio fue: “cuando comienza el saqueo, comienzan los disparos”. Lo dijo mediante Twitter, y la red social tuvo que ocultar el tuit por su búsqueda de enaltecer la violencia.
Sabemos además que la decisión por parte del gobierno norteamericano ante la crisis sanitaria mundial por Covid-19 ha sido la de no adoptar medidas preventivas y de aislamiento para no afectar la economía. Lo que ha generado que haya en ese país más de dos millones de infectados, siendo la nación del mundo con el mayor número de contagiados, y que tengan más de ciento diez mil muertos. Lo que demuestra el poco valor que el mandatario le da a la vida de sus gobernados.
Por su parte, Joe Bidden es un hombre de principios democráticos. Lo ha demostrado a lo largo de su larga carrera política, que incluye ser uno de los senadores más jóvenes elegidos en la historia de los Estados Unidos, y el senador que por más tiempo ha representado al Estado de Delaware. Fue el vicepresidente en los dos períodos de gobierno de Barack Obama, el presidente más progresista de los últimos decenios del país norteamericano, y que quedará para la historia como el primer presidente negro de un país con una tradición compleja de discriminación racial.
Como vicepresidente, apoyó las políticas sociales de la administración Obama, defendió la retirada de las tropas de Afganistán, y abogó por limitar la venta de armas.
Es un experto en relaciones exteriores, y desde su condición ha sido partidario de atender a las vías diplomáticas como mecanismo de primera mano para resolver controversias. Sin embargo, no ha titubeado en apoyar acciones armadas cuando se trata de repeler ataques de regímenes autoritarios y genocidas, como el caso de Slobodan Milosevic contra la población bosnia.
Pero además, y no es un hecho menor, es un hombre marcado por la desgracia personal. En 1972, recién elegido como senador, con la edad mínima para llegar al cargo (lo que lo convirtió en uno de los senadores más jóvenes de la historia), y luego de haber vencido al veterano James Boggs contra todo pronóstico, su esposa y su hija murieron en un accidente automovilístico. Sus otros dos hijos quedaron heridos de gravedad. Adicionalmente, años después, sufrió un aneurisma que lo dejó con 30% de probabilidad de sobrevivir. Sin embargo, después de siete meses logró recuperarse y continuar su vida pública. Y es que un hombre que ha sufrido tanto dolor propio es lógico que empatice fácilmente con el dolor de los millones de inmigrantes, negros y población vulnerable que no gozan de los privilegios del hombre blanco norteamericano promedio. Diferente a lo que pasa con el candidato de la otra orilla.
En medio de una pandemia y la peor crisis económica de los últimos cien años, éste es un momento crítico para el mundo. Y Estados Unidos sigue siendo (y lo será por muchos años más, lo queramos o no) el país más influyente en términos económicos y geopolíticos. Por lo tanto, el deseo de todos los demócratas alrededor del mundo debe ser que Bidden llegue a la casa blanca, por el bien de la democracia y de las ideas liberales.
Comentar