La célebre novela de William Golding, publicada hace más de 62 años, nos permite en muchísimos sentidos entender e interpretar la realidad política actual, ¿por qué? Porque el hombre es uno, inalterable en su naturaleza, auténtico, hambriento de poder.
En “El señor de las moscas” se les permite a sus personajes crear una nueva civilización debido a un accidente que los arrojó a una isla desierta. Lo interesante del libro radica en que los personajes son todos niños, es decir, seres que no tienen fuertes paradigmas de sociedad, no son tan rígidos para crear, idear y construir; Aun así, crean una comunidad cliché, típica y con los mismos malos humores e imperfecciones de la tradicional sociedad que conocemos.
Adentrándonos más en el poder; el libro inicia con Ralph como líder natural, liderazgo no impuesto, sino otorgado de forma tácita por los demás; Ralph no exigió ni anheló tener el mando, pero lo asumió desinteresadamente.
Jack, teniendo otras características a las de Ralph, sí deseaba el poder, quería imponer y dominar. Suceso tras suceso, le permitió al primero hacerse con más adeptos, generó dudas sobre las capacidades del inocente Ralph y cuando hubo la oportunidad, se la arrebató de forma avasalladora, violenta y grandilocuente.
¿Están todas las sociedades condenadas a ver la pugna infinita por el poder? ¿Por qué Jack en lugar de imponer poder, no se sumó al liderazgo de Ralph? ¿Por qué los partidos políticos no se unen, suman; sino que dividen y restan?
Siempre habrá un pueblo sin querer pensar o esforzarse en dominar, por lo que siempre habrá oportunidad para los avaros para convocarlos y hacerlos sus soldados de batalla para alcanzar el dominio. Siempre habrá electores.
En Nicaragua, Ortega no desea alejarse del poder, o convocar a los que piensan diferente para construir una mejor nación, sino que coarta, calla y limita. Venezuela vive una pugna entre el oficialismo y la oposición que desea lo que su enemigo tiene (poder). En Colombia, en lugar de aportar para construir un mejor Acuerdo, los unos fueron sordos a las voces de los otros, y los otros desinformaron sobre las letras de los unos; no hubo interés político en la unión para beneficiar a los que siempre están ahí: El pueblo.
Estados Unidos vio una lucha baja y vulgar, entre un personaje envuelto en sombras de corrupción, también por alborotar un avispero tenebroso en medio oriente; y otro misógino, racista y sumamente xenófobo. No hubo interés de cohesión para al aunar fuerzas, reconstruir un país que requiere de intervención, sino que se lanzaron a una batalla vergonzosa.
Clinton y Trump, Ortega y la Oposición, la MUD y el Chavismo, Santos y Uribe, Podemos y el PP, Cameron y May, Jack y Ralph… Son ejemplos ficticios o reales, antiguos o recientes; pero que en común dañan, hacen desangrar la cohesión social. Si el pueblo no deja de exaltar a quienes dividen, pronto desaparecerá el término comunidad, porque no tendremos nada que nos haga comunes; no habrá horizonte esperanzador sino futuros desalentadores.
Por cierto; cuando en “El señor de las moscas” la sociedad que los niños crearon estuvo al límite de la destrucción, dada la ambición de sus habitantes, llegó un “salvador” y evitó el fin (Bastante inverosímil). ¿Tendremos que esperar algo similar nosotros? (Más inverosímil