En 1948, en Colombia nació un reinado sin corona ni palacio, pero con un lugar privilegiado en millones de hogares. Su nombre: Jabón Rey. Un producto sencillo, económico y multifacético que, con su característico color azul, se convirtió en parte del alma doméstica del país.
Un reinado construido con trabajo y cebo de carne
Detrás de este emblemático jabón está una historia de esfuerzo y visión. Otoniel Rey, un joven nacido en Cundinamarca, fue el artífice de este monarca del aseo. Huérfano de madre a los 14 años y siendo el mayor de tres hermanos, emprendió un viaje hacia Bogotá con el peso de la responsabilidad familiar a cuestas. Sin estudios, pero con una voluntad férrea, consiguió trabajo en una fábrica de productos de aseo llamada Jabonerías Unidas, propiedad del empresario Moris Gutt, fundador de Dersa.
Allí, entre calderas y experimentos, Otoniel se convirtió en un químico empírico. Uno de sus aportes más recordados fue su capacidad para improvisar con los recursos disponibles. En la producción diaria les pedían a sus trabajadores que apartaran el cebo de la carne, insumo básico para la elaboración del jabón en ese entonces.
Así nació el Jabón Rey, una fórmula eficaz para lavar ropa, pensada originalmente para rendir en el hogar. Su éxito fue inmediato y su fama se expandió rápidamente, primero en Bogotá, luego en todo el país.
De jabón de ropa a amuleto de suerte
Con el paso de los años, el Jabón Rey dejó de ser solo un producto para lavar. Se convirtió en un objeto casi mágico para muchos colombianos. Se dice que baña con él trae buena suerte, que ayuda a limpiar las malas energías de los negocios, e incluso que deja el cabello más brillante. Ya sea en rituales espirituales, en salones de belleza o en casas de campo, su presencia es constante y simbólica.
Símbolo de resistencia cultural
Durante 75 años, el Jabón Rey ha sobrevivido a modas, marcas extranjeras y tendencias cosméticas sin perder su esencia. Su barra azul y su empaque sobrio, casi inalterado desde su creación, siguen siendo sinónimo de confianza, tradición y ahorro.
A diferencia de otros productos, su éxito no ha dependido de campañas agresivas de publicidad. Ha crecido de boca en boca, heredado entre generaciones, y siempre presente como solución versátil: limpia la ropa, el piso, los utensilios de cocina, y según muchos, el aura.
Una monarquía que no envejece
Hoy, cuando Colombia celebra el legado de productos que han marcado su identidad, el Jabón Rey se alza como un verdadero ícono nacional. No solo por su durabilidad o bajo costo, sino por lo que representa: la capacidad de un país de crear, resistir y reinventarse a partir de lo esencial.
Otoniel Rey, el hombre que empezó recogiendo cebo de carne para hacer jabón, construyó sin saberlo una monarquía simbólica que reina en la cotidianidad. En cada hogar donde hay una barra azul, hay también una historia de lucha, limpieza y representa lo que es la suerte: La unión del conocimiento, las ganas y la oportunidad.
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