“Iván Illich era un crítico afable pero mordaz, impecable e implacable, que sonreía como un niño, callaba como un sabio y escuchaba siempre como un viejo amigo.”
– Un humanista radical
La antología: «Iván Illich, un humanista radical”, publicada por Ediciones La Llave en Barcelona, España, poco antes de la gran pandemia, recoge una selección de textos de cinco libros del autor austro-mexicano: 1. «Alternativas», 2. «La sociedad desescolarizada», 3. «La convivialidad», 4. «Energía y equidad», 5. «El trabajo fantasma». Estos cinco libros pertenecen al periodo de los «panfletos» (así llamados en burlas veras por su propio autor). Estos «panfletos» podrían titularse, en su conjunto, como una nueva «contribución a la crítica de la economía política» del capitalismo ecocida industrial en la segunda mitad del siglo XX. Esto es, un siglo después de la primera «contribución» realizada por Karl Marx.
Illich es el filósofo que duda y nos invita a dudar de las certidumbres y creencias de la modernidad capitalista. El poeta mexicano, de origen palestino, Gabriel Zaid, uno de sus más atentos lectores, caracteriza las ideas de Illich como «el removedor» del cochambre ideológico que nos «educa» al encauzarnos en la servidumbre voluntaria, para convertirnos en consumidores voraces de mercancías.
En este sentido, Illich no es un educador reformista como lo quiere vender la “UNESCO», (léase UNASCO) sino una especie de antipedagogo contracultural. Una de estas certidumbres, (de las mejor imbuidas en nuestras mentes), es la certeza de la «necesidad de impartir educación escolar, sin adjetivos, por el Estado benefactor».
Illich nos invita a no seguir perdiendo el tiempo en tratar de parchar, reformar o mejorar la educación con la que fuimos adoctrinados y crecimos en el competitivo e individualista capitalismo ecocida. En cambio, nos propone cultivar parcelas de libertad convivial. Cultivando la amistad de personas austeras qué en diversos ámbitos de comunidad, producen valores de uso con “herramientas conviviales”, al margen del mercado y sus mercancías fetiches.
Crítico implacable de las instituciones del Estado bajo el capitalismo. De todas las tendencias y normas que conforman la compleja urdimbre de la “megamáquina”. Illich supo vislumbrar en esa trama, las relaciones sociales de producción en la estructura económica política del modo de producción capitalista ecocida contemporáneo. Illich es también un pensador impecable de la desaceleración en el consumo de energía para la movilidad y el transporte; el decrecimiento económico y la desescolarización, o mejor aún, descolonización política del pensamiento, como es urgente precisar. Pero ante todo, Iván Illich es uno de los grandes pensadores humanistas radicales del siglo XX que postula y defiende la descolonización política mediante la desescolarización de la sociedad.
Un humanista radical en el cruce de cuatro tradiciones del pensamiento: La tradición del cristianismo primitivo. La tradición del anarquismo. La tradición del marxismo hegelianismo y la tradición del interculturalismo que trasciende el indigenismo y el multiculturalismo en boga.
Filósofo (más cercano a Diógenes, que a Platón) y antipedagogo (más cercano a Sócrates que a Aristóteles), anarquista y pacifista revolucionario; antropólogo, sociólogo, urbanista e historiador; alquimista y poeta en la práctica. Inclasificable por las manías taxonómicas de las academias. Pero sin lugar a duda, un humanista radical, como lo define con justicia Erich Fromm, su maestro y amigo, en la presentación del libro de Illich: “Alternativas” (1974).
Iván Illich nos enseñó a valorar la convivialidad (el convivio, la fiesta, el convite alegre y voluntario entre iguales), como el verdadero tesoro intangible e inagotable de los pueblos antiguos. Tesoro gradualmente secuestrado por el fetiche de la mercancía y del lucro individualista a toda costa.
Illich fue un crítico implacable de la medicina, de la educación al servicio del consumo en el mercado capitalista; de la ciega y devota voluntad del progreso sin fin; del desarrollo económico y del mito del crecimiento sin límites del Producto Nacional Bruto en la inacabable economía capitalista. El axioma por todos aprendido es que el capitalismo no tiene fin.
Por ello, hoy más que nunca, es necesario regresar a sus críticas y alternativas contra la implacable dominación de la megamáquina. La antología reseñada, es un reencuentro con el pensamiento esencial de un sabio maestro, demoledor de falsos ídolos y removedor de letales creencias; un crítico afable pero mordaz, impecable e implacable, que sabía sonreír como un niño, callar como un sabio y escuchar siempre como un viejo amigo.
Todas las columnas del autor en este enlace: Braulio Hornedo Rocha
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