Reconstruir a Itagüí requiere más que buenas intenciones o eslóganes políticos atractivos, coherencia y memoria histórica.
La ciudadanía debe identificar los grupos políticos que con sus estrategias actuales pretenden evadir su responsabilidad en lo que, hoy, está pasando en nuestro municipio, actualidad, que ellos mismos ayudaron a construir. Al reescribir su historia política, intentan desligarse de las decisiones que por acción o por omisión ayudaron a tomar y de las complicidades que hoy niegan con vehemencia. Siempre será más fácil señalar que asumir responsabilidades, pero ahí está la realidad.
La cuestión de fondo no se trata de revivir viejas amistades ni de revolcar el pasado sin propósito, sino de tener memoria y coherencia en el debate público. Aquello que antes era defendido como positivo y ahora se critica con fervor, o lo que antes se calló convenientemente y ahora se denuncia con indignación, merece una explicación transparente a la comunidad. No es grosería decir la verdad ni mostrar las contradicciones; es parte esencial del debate democrático que tanto necesitamos fortalecer en nuestro municipio. Evadirlo no es prudencia, como algunos quieren hacernos creer, sino simplemente convertirnos en cómplices del daño causado al municipio históricamente y que es deber sacar a la luz pública.
Para construir un Itagüí en orden, necesitamos una política basada en la honestidad intelectual, moral y discursiva. La coherencia entre el discurso de ayer y el de hoy debe ser la base para discutir los verdaderos problemas que enfrentamos como sociedad, en momentos donde la desconfianza hacia la política crece, la transparencia y la coherencia no son lujos, sino necesidades urgentes. Itagüí no puede permitirse una clase política que transforma sus principios según la conveniencia del momento, que olvida deliberadamente su pasado o que construye narrativas ficticias para evadir responsabilidades presentes.
Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de ser guardianes de esa memoria colectiva, de recordar los compromisos asumidos, las promesas realizadas y las posturas defendidas. No para obstaculizar el cambio legítimo de opinión que puede ocurrir con fundamentos sólidos, sino para exigir las explicaciones que los ciudadanos merecen cuando ese cambio parece responder más a intereses particulares que al bien común.
El silencio cómplice de quienes hoy denuncian lo que ayer callaron, o la crítica feroz a prácticas que antes defendían, debilita nuestra democracia local. La memoria política no es un ejercicio de nostalgia, sino una herramienta fundamental para la rendición de cuentas.
Nuestro municipio enfrenta desafíos reales que requieren debate serio y propuestas concretas. La política social, la vivienda, el empleo, la movilidad, la seguridad y el medio ambiente demandan soluciones efectivas, no cortinas de humo ni distracciones retóricas.
La coherencia en el debate público de Itagüí no es solo un imperativo ético; es una condición necesaria para construir políticas públicas efectivas, basadas en diagnósticos honestos y no en conveniencias discursivas. Los itagüiseños merecemos políticos que asuman su historia, que expliquen sus cambios de posición y que enfrenten los problemas actuales con honestidad y transparencia.
La memoria y la coherencia son el espejo que incomoda a quienes pretenden reescribir su historia política según la conveniencia del momento. Un espejo necesario para fortalecer nuestra democracia local y construir un Itagüí en orden.
Comentar