“A todos nos gusta la idea de un amor sin prisas y con votos de silencio para preservar el misterio”
¿Sabemos hasta dónde podemos llegar? ¿En qué lugar se debe llevar a cabo? Bueno, si hablamos de la libido dependerá del gusto, momento, estación y pose preferida, pero ¿Qué pasa con la poesía? ¿No es acaso sinónimo permanente del amor, el deseo y la pasión?.
La poesía está compuesta en su forma base por el verso, la estrofa, la rima y la métrica; componentes claves que, como en el sexo, se gime el verso y se menea la prosa; eso suena excitante y seguro lleva a la fiel convicción que la mayoría de los placeres se encuentran en una cama, un cuarto o al menos entre dos; en este caso no puede haber poema sin poeta y no puede haber un poeta si su lector. Ya se tienen dos sujetos involucrados suficientes para la intimidad.
Todos los textos han surgido con el afán de satisfacer, uno o más públicos, como el discurso y los monólogos, que buscan las grandes orgías hambrientas de atención, pero para los de la tierra de nadie queda el intrínseco camino del deleite personal entre lo privado y lo prestado.
¿Cómo podemos deducir que la poesía se debe leer a solas?, o en caso tal, con una buena compañía; ¿de dónde podemos asemejar el deleite carnal con la métrica lírica de los versos nocturnos de un nostálgico escritor? Creo que no está de más decir que los besos se disfrutan en silencio y las caricias se proponen disimuladas y no podemos, como seres sexuales, estar disfrutando del clímax corpóreo a plena luz del día, visible ante el vecino que saludamos cada mañana.
Por ello, la poesía se ha convertido en un ritual más de las reservas nocturnas de muchos lectores, deleitado en las diferentes poses que nuestro cuerpo limita, percibiendo comas, acentos y el acto final del versado escrito; claro que no todos los poemas son eróticos o deseosos, no podemos convertir las librerías en sexshop, que no estaría mal; demasiados puritanos para juntar lo mejor de dos mundos.
A mi percepción y se lo dejo al libre albedrío del lector; la poesía, como gran parte de literatura, se creó para apreciar en el reposo; ya en los 1600 Quevedo podía representar este afán casi sexual de escribirlo en la prosa, como en Rapándoselo; no sería de extrañar que este tipo de literatura fuera prohibida por despertar “pensamientos diabólicos” en las personas de aquella cándida época, y no tenemos que irnos hasta el barroco para hallar el fruto prohibido insinuado en la literatura lírica, Raúl Gómez Jattin, poeta cartagenero, es uno de los pocos escritores ocultos que manejaba este tipo de goce individual, como en el Erótico imaginario.
No podemos garantizar si disfrutaremos todas las noches de la rutina; siempre la misma hora, después de un día de arduo trabajo y tengamos el momento exacto para dejar salir algunos suspiros de satisfacción y quizás, dejarnos llevar por la imaginación de un “corrompido” individuo que nos quiera enseñar sus oscuros fetiches como a Peri Rossi o Bonnett.
El humano puede encontrar deleite en cualquier cosa y de las muchas variables que existen la literatura y específicamente la poesía es una de las mejores; el erotismo va más allá de un orgasmo y la poesía va más allá de su estructura. Muchos no están de acuerdo con este gusto particular, pero la primera vez no a todos les gusta, hay que darle uno o dos y hasta un quinto intento, aunque no creo que se necesite de tanto para dejarse llevar y disfrutar, claro, si aún seguimos hablando de poesía.
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