La violencia contra las mujeres es, en esencia, el resultado de una hipocresía colectiva que permite su perpetuación. Cada año, en el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, abundan los discursos, las promesas y las campañas, pero poco cambia. Según la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual, y muchas de ellas seguirán enfrentándose a un sistema que no solo las ignora, sino que las culpa o las silencia.
El problema no es la falta de datos. Sabemos que en los últimos cinco años más de 230 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a mutilación genital femenina. Conocemos que 139 países carecen de leyes adecuadas para frenar el matrimonio infantil. También sabemos que, en promedio, cada 10 minutos, una mujer muere a manos de alguien que decía amarla. Sin embargo, lo que falta no es información, sino voluntad real para combatir estas injusticias.
En muchas ocasiones, los mismos que se llenan la boca hablando de igualdad de género son los que ignoran o justifican los abusos cuando los perpetradores son personas de su círculo político o social. Las redes sociales, además, se convierten en una tribuna para quienes politizan el sufrimiento de las mujeres, usándolo como una herramienta para atacar o defender ideologías, en lugar de enfocarse en soluciones.
El panorama es desolador. Las mujeres, especialmente las más vulnerables, siguen atrapadas en una espiral de desigualdad. Más del 50 % no tiene ingresos propios; muchas son obligadas a asumir jornadas interminables de trabajo de cuidado no remunerado, y en sectores rurales o marginados, las oportunidades de educación y empleo son prácticamente inexistentes.
La violencia no ocurre en el vacío; se alimenta de la desigualdad y de sistemas que fallan constantemente en proteger a las víctimas. Y mientras sigamos permitiendo que las promesas de cambio se queden en palabras, seremos cómplices de una realidad que nos avergüenza como sociedad.
La lucha contra la violencia de género requiere más que discursos y campañas anuales. Necesita acciones concretas y sostenidas que enfrenten no solo las agresiones, sino también las estructuras que las hacen posibles. Hoy, como cada 25 de noviembre, es momento de reflexionar, pero sobre todo de actuar, porque la injusticia sistémica ya ha costado demasiadas vidas.
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