Incendios II

En Portugal los últimos incendios han sacudido todos los niveles de gobierno, y puesto en marcha investigaciones, estrategias y recursos institucionales ante la indignación ciudadana. No es para menos. Están cansados de ver arder sus campos y ciudades vez tras otra, llegando a requerir en la combustión forestal de agosto, una excepcional colaboración extranjera proveniente de Marruecos y España. Para controlar el fuego se requirieron más de tres mil bomberos, casi mil vehículos terrestres y treinta aéreos.

A propósito, Antón Chejov en 1884 escribe en cinco páginas una comedia de dos actos: Los señores ciudadanos. El primer acto lo abre con un Alcalde risible dándole entrada al Bombero Mayor ante el concejo de la ciudad para convencerlos, paulatinamente durante su discurso, de dirigir y aumentar el presupuesto del cuerpo de bomberos a su cargo, para la absurda construcción de una atalaya. Durante su intervención para legitimar sus intenciones exclama: “¡Si los extranjeros vieran el orden que hay aquí…, sus periódicos nos pondrían como un trapo! En la Europa occidental, en París, por ejemplo, en cada calle hay una atalaya de bomberos, y allí el bombero mayor cobra extraordinarios equivalentes a la paga de todo un año”. Se gana el presupuesto, le dan a él el contrato para construirla, y cuando está apenas insinuando las condiciones de sus bomberos, además de la necesidad de caballos y algunos toneles para el agua, lo interrumpen y, rápidamente, le suben el sueldo y acaban la sesión. En el segundo acto se propagan las llamas en ese distrito, el aviso de fuego del vigía desde la atalaya, por estar muy alta, llega tarde al  otro de los dos únicos bomberos que quedan. Van y dan aviso al Bombero Mayor, este recibe la noticia, vistiéndose asustado ante el hecho de no haber quien atienda el incendio porque envió a los bomberos a otros lugares para ocupaciones vanas, además de lidiar con sus paupérrimas condiciones laborales. Mientras no hace otra cosa, ante la incontenible propagación del fuego, que concluir: “¡Si lo vieran los extranjeros sus periódicos nos pondrían como un trapo! ¡Allí… por ejemplo, en París…, el equipo de bomberos pasa constantemente al galope por las calles, aplastando a la gente”. Es esta una fábula sobre las crisis administrativas, la corruptela y la inoperancia de los gobiernos, y da cuenta de esas relaciones desiguales de poder y de las deficiencias burocráticas evidenciadas en catástrofes como las de Portugal (http://bit.ly/2yoJ5j5) o las de nuestros barrios marginados (https://alponiente.com/incendios-i/).

Padecer una administración inicua, en Colombia, es anteponer a los desmanes en corrupción, criminalidad administrativa y políticas contra los ciudadanos, la atención efectiva en estas tragedias. Como la Bogotá mejor para todos de Peñalosa, que en febrero del año pasado, si no es porque llueve y por la alerta amarilla que colapsó la ciudad, hubiese lamentado el consumo por el fuego de los cerros orientales de la capital. “San Pedro nos ama y envió aguacero para ayudar a apagar el incendio” dijo el mandatario capitalino en su cuenta de twitter el tres de febrero de 2016 (http://bit.ly/2xFZpgK), el político con la imagen más desfavorable en la historia republicana del país. El falso doctor, como el Bombero Mayor de Chejov, ¿hubiese recurrido a comparar Bogotá con París como tiene acostumbrado? Recordemos la réplica que el concejal Manuel Sarmiento tuvo que hacerle a Enrique Peñalosa apenas diez días después del discurso falaz de su posesión (http://bit.ly/2gjkNRp). Los habitantes de la ciudad no debemos olvidar, aunque sean tantas y de tan distintos ámbitos, las medidas regresivas o erradas acontecidas durante las administraciones de nuestros honorables funcionarios.

Como cuando una paciente muere por la inoperancia lucrativa de las EPS y su cuerpo no puede ser recogido sino siete horas después, y Enrique Peñalosa moviliza a la fuerza pública, antes que a bomberos, CTI o ambulancias, para arremeter contra las personas legítimamente indignadas que, junto al cuerpo, bloquearon la autopista norte (http://bit.ly/2kPzT2o). Escándalo acrecentado en los cruentos albores de su alcaldía, cuando canceló en mayo la disponibilidad de ochenta ambulancias para la ciudad (http://bit.ly/2gEsA9k). Hoy nueve de cada diez ciudadanos desaprobamos su administración, y de esas no salva San Pedro, ni Santos, pero al parecer sí las amistades en el Consejo Nacional Electoral que mantiene frenado el proceso de revocatoria. Ante arbitrariedades que dejarían a Chejov seco de palabras como mentir sobre sus títulos y estudios, es decir estafar sobre su idoneidad; estar vinculado al ITDP, multinacional financiada entre otros por Volvo, como vendedor mundial de transmilenios, incluso siendo alcalde; el intento de vender ETB con muñequeos y desacreditación; la intervención urbana con cinco troncales de transmilenio de la reserva Thomas Van Der Hamen y otra troncal en la carrera séptima; la migración de las ollas en un operativo que no dio resultados como el del Bronx, y un largo etcétera (http://bit.ly/2ylc19V). Ante semejante prontuario la quema de ciento cincuenta hectáreas de bosque del símbolo paisajístico más importante de Bogotá parece una nimiedad, una falla ligera. Pero no.

Los únicos quemados ante estos eventos prevenibles deberán ser los gobernantes en las próximas elecciones, cuando la sociedad civil asuma críticamente que quien se raje en este aspecto elemental de la administración pública, es decir, la protección civil y los planes de contención de siniestros, deberá responder en las urnas y ante la ley por lo que en su gobierno se queme. Es lo correcto. Ahí la posible justificación del título del cuento ruso. No podemos resurgir de entre las cenizas tragedias injustificables, contenibles y evitables como los recientes incendios de barrios marginales en las ciudades colombianas (https://alponiente.com/incendios-i/), ni tolerar administraciones que no se inmutan, ni planes de gobierno que, ignorando estas evidencias luminosas por la lumbre, profundizan la inequidad, pobreza y desigualdad materializadas, cada vez más, ya no solo como signo ni analogía, sino en candela. Aprender de estas lecciones y de los movimientos civiles suscitados en otros lugares, como Portugal, permitirá aunar cambios inminentes. Por lo pronto apuntarle a la solidaridad con las víctimas de estos hechos y sus familias, con quienes se ponen en riesgo para atender estás emergencias y con los señores ciudadanos víctimas de pésimas y descaradas políticas que nos exponen ante inclemencias como la propagación del fuego.

 

Gibran Mouarbes Giraldo

Psicólogo y director del Laboratorio de Teatro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en salud pública y psicología anormal. Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA, del Colegio Colombiano de Psicólogos COLPSIC y director del Teatro en Cuarentena Latinoamérica TECU.