“Es imposible entender la escena colombiana sin la diversidad”, Pablito Wilson

El periodista Pablito Wilson, autor de Rock Colombiano: 100 discos, 50 años, nos cuenta algunos detalles de su libro, y también sus opiniones sobre la escena colombiana.

El rock colombiano es… ¿Qué es el rock colombiano? A primera vista es una pregunta tan difícil de resolver como ¿Qué es la paz? ¿Qué hay después de la muerte? O ¿Por qué se casó Adonay?

Para salir del paso, podemos decir que es una música hecha con guitarras eléctricas, bajos y baterías en un país sudamericano. O mejor, en el “país más feliz del mundo”. Sin embargo, esta definición reduccionista deja por fuera a otros instrumentos como los sintetizadores, el tiple o el acordeón.

Y mientras tratamos de responder esta pregunta, se nos aparece otra igual de engorrosa: ¿A qué suena el rock colombiano? Desde luego no solamente suena a guitarras eléctricas, bajos y baterías, sino también a irreverencia, fuerza, rebeldía, revolución o libertad.

Pero entonces esta respuesta nos lleva a otra pregunta: ¿A qué le canta el rock colombiano? Bueno, puede cantarle a esos contrastes tan abismales de nuestro delirante país, como la vida y la muerte; la guerra y la paz, etcétera, etcétera. Pero también le canta al amor, a la fiesta, a la soledad, a la amistad, a la familia, al desamor y al miedo.

Podemos pasarnos todo el día haciéndonos estas preguntas y las respuestas que tendremos nos dejarán más dudas que certezas. Pero el ejercicio es chévere porque nos invita a adentrarnos en un universo sonoro que, seamos honestos, aún desconocemos.

Una triste realidad, más aún cuando tenemos tantos discos que escuchamos a veces con afán, y otras sin interés. Pero no todo está perdido y algunos melómanos, periodistas e historiadores se han puesto la tarea de mostrarnos las maravillas de nuestro rock y de contarnos su historia. Uno de ellos es Pablito Wilson, autor del libro Rock Colombiano: 100 discos, 50 años.

¿Y quién es Pablito Wilson? Pablito es un melómano y periodista argentino-colombiano nacido en Mar del Plata (Argentina) en 1985. Ha colaborado para varios medios en su tierra natal, Estados Unidos y Colombia, país en el que vive desde hace 19 años.

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A él le quedaría aquella frase que espetó Gabriel García Márquez con su desparpajo caribe: “Lo único mejor que la música, es hablar de música”. Cada palabra suya se hace sentir en este diálogo de sordos que a diario tenemos que soportar. Generan polémica, sí, pero también abren otros caminos a ese universo revuelto que es la música.

Y con la misma pasión con que habla, Pablito escribe sobre música. Quien lea sus artículos podrá intuir que él, además de sangre, tiene música en las venas. Porque cuando reseña un disco o una canción lo hace con la precisión de un relojero y la vitalidad de una estrella de rock.

El ímpetu y la elegancia de su prosa están latentes en las páginas de Rock Colombiano: 100 discos, 50 años, publicado por el Grupo Ediciones B Colombia.

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Antes de embarcarse en este proyecto, Pablito ya era un enamorado del rock “Made in Colombia”. Buena parte de su vida trascurrió en la ciudad de Armenia y allí conoció a varias bandas colombianas como la Mojiganga, Defenza, Ekhymosis, Rey Gordiflón y Doctor Krapula.

Pero además de estas bandas, hubo otra que para bien lo sacudió de pies a cabeza: Aterciopelados. Y no era para menos, las canciones electrizantes de esta agrupación bogotana, así como el carisma y la irreverencia de su vocalista, Andrea Echeverri, calaron hondo en sus oídos y cuando escuchó El Dorado, álbum publicado en 1995, sintió una suerte de revelación que más adelante lo animaría a escribir su libro.

-Yo me acuerdo que en esa época mi tema favorito del disco era “Errantes” porque sonaba bien. Me gustaban mucho “No futuro”, “Candela” y “La estaca”, porque era como un tema que se había vuelto popular entre los chicos. Los niños la cantaban y era muy pegajoso. Ya cuando estaba en el colegio, tenía una amiga que cantaba “No futuro” y “De tripas corazón”. A mí nunca me había gustado “De tripas corazón”, pero ya más adulto empecé a entender la letra y me empezó a gustar-, recuerda Pablito con su acento argentino que a veces suena a colombiano.

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Portada de El Dorado, disco reseñado en Rock Colombiano

Con mucha música en los oídos, Pablito decidió que ya era el momento de escribir un libro en el que quedara plasmado su amor por el rock colombiano. En ello tuvo que ver Carolina Moreno, una amiga suya quien le sugirió esta idea para superar las depresiones provocadas por la muerte de su papá, y también para salir de cierto estancamiento en el que él se sentía:

-Yo al principio le dije que era chévere la idea, pero había que darle vueltas; un libro no es tan simple como soplar botellas, como dicen por ahí. Entonces lo comencé a trabajar y a pensar la idea. Una de las cosas que me daba miedo era contar una historia que en gran parte no había  vivido. Pero yo creo que tengo un talento para lograr un equilibrio entre lo efectivo y lo práctico. Entonces pensé en un libro que fuera bueno y que funcionara, pero que también no me generara un esfuerzo más allá de mis capacidades porque era mi primer libro.

Los deseos de emprender una empresa de tal magnitud  fueron muchos, entre ellos incluir a las bandas que se habían quedado por fuera de la historia rockera nacional, como la Mojiganga o Doctor Krapula. Pero Pablito, a diferencia de otros, no pretendía pararse en un pedestal y gritarnos, con la grandilocuencia del caso, “¡voy a contarles mi historia del rock colombiano!”. No. Él quería aportar un granito de arena a una escena que a veces le cuesta escucharse a sí misma.

Aunque tenía claro que no iba escribir un libro de historia, consultó todo tipo de fuentes que le ayudaron a construir su sonoro relato: desde periodistas y productores, hasta músicos tan diversos como Alex Okendo (Masacre), Carlos Mario Pérez, “La Bruja” (Parabellum), Tato Lopera (Estados Alterados), Andrés Cepeda o Cabas. También acudió a artículos de prensa y libros como Memoria del rock colombiano de Félix Riaño o Bogotá, epicentro del rock colombiano entre 1957 y 1975 de Umberto Pérez.

Más que retos, Pablito tuvo un “profundo respeto por la escena”. Pero algunos miedos estuvieron presentes y lo pusieron a dudar sobre el destino que tendría su libro:

-Uno en realidad siempre tiene miedos. Pero mis miedos eran en cuanto al producto final, no al qué dirán. ¿Será que lo podré desarrollar?, ¿Conseguiré a alguien que me lo edite?, ¿Tendré que guardarlo en un cajón o regalarlo en PDF y a nadie le importe? Esos eran los miedos, pero de resto había mucho respeto por la escena. Y por eso yo no me quería meter a hablar de historia, sabiendo que no iba a ser el trabajo que se necesita para hacer un libro de historia.

Pablito, durante la presentación de su libro en la Feria del Libro de Bogotá de 2014

 

Los miedos, por fortuna, fueron superados y el proyecto siguió adelante. Luego de un largo proceso de investigación y escritura, Rock Colombiano pudo ver la luz y tres años después de su publicación nos sigue invitando a escuchar con frescura nuestro rock.

En vez de una narración cronológica de hechos y personajes, Pablito, influenciado por el libro Canciones argentinas 1910-2010 de Sergio Pujol, utiliza el formato de reseña para comentar 100 discos que dan cuenta de un sonido colombiano. Además, acude a la primera persona para dar un punto de vista más directo y personal. Pero su lista, más que canónica, es subjetiva, ya que pretende “que el lector descubra dónde están las riquezas y las falencias de la alternatividad nacional”, como indica en la introducción del libro.

Rock Colombiano está dividido en tres capítulos. El primero, El rock convencional, reúne las grabaciones que siguen al pie de la letra la fórmula de guitarras, bajos y baterías, como En el maravilloso mundo de Ingresón de Los Speakers, Crónicas de una década podrida de I.R.A. o La pipa de la paz de Aterciopelados.

El segundo capítulo, Otras formas de construir rock, destaca las fusiones con otros géneros como el hip hop, el reggae o la champeta. Aquí caben desde El ataque del metano de La Etnia y Somos Pacifico de ChocQuibTown, hasta el Once rasqas de Velandia y La Tigra y Hecho a mano de Monsieur Periné.

Por su parte, el capítulo de Los innombrables cierra con broche de oro esta diversa lista, ya que en él aparecen cinco álbumes que a muchos les producen escalofríos, como La tierra del olvido de Carlos Vives, Fijación oral vol. 1 de Shakira o P.A.R.C.E. de Juanes.

El libro también tiene un bonus-track dedicado a diez discos hechos por músicos colombianos radicados en el exterior, entre ellos Unión Verdadera de Culcha Candela, Street album de Tres Coronas y Somos de la calle de Locos por Juana.

¿Por qué reseñar 100 discos tan disimiles entre sí y que para algunos no merecen estar en un libro sobre rock colombiano? Es la pregunta que uno se hace antes y después de leer la opera prima de Pablito Wilson, quien al respecto da esta contundente respuesta:

-Yo creo que es imposible entender la escena colombiana si no es a través de la diversidad.

Estas palabras van en contravía de aquellos radicales que a diario se toman la autoridad de proclamar “esto es y no es rock”. Sí, los mismos que se niegan a reconocer que viven en un país de mares y montañas, donde una guitarra eléctrica suena con el mismo ímpetu de un acordeón.

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Crónicas de una década podrida y Hecho a Mano, son algunos de los discos reseñados en Rock Colombiano.

Pero las frases lapidarias y sin ningún argumento a la vista de aquellos radicales se quedan cortas ante una realidad más que evidente: ese sabor del trópico que nos es tan propio no fue ajeno a las bandas de metal, punk o ska que nacieron en las calles, garajes y terrazas de Medellín, Bogotá, Cali o Barranquilla. Muchos de sus integrantes crecieron escuchando chucu-chucu, salsa y vallenatos, al tiempo que movían la cabeza con las canciones de  Black Sabath, Sex Pistols o The Specials.

Esa mezcla, de alguna u otra forma, se siente en el sonido furioso y sabroso que nos dejaron para la posteridad, y que a la postre, le da a la escena colombiana un toque bastante especial que los rockeros de otras latitudes admiran.

Nuestra escena, además de diversa, ha resistido los embates de la horrible noche que aún vivimos. Si alguien quiere conocer la historia de este tragicómico país puede escuchar a Los Yetis, I.R.A., Masacre, Estados Alterados, BajoTierra, 1280 Almas, Pornomotora, Hora Local o hasta la misma Shakira para darse cuenta de que aquí la vida y la muerte duermen en la misma cama. Por eso, Rock Colombiano: 100 discos, 50 años es tan valioso. Nos saca de nuestra zona de confort y abre nuestros oídos a esa diversidad que brota en los rincones de esta tierra “bañada por dos mares y el Orinoco”, como diría Andrea Echeverri en Colombia Conexión.

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La agrupación paisa Estados Alterados, otra de las protagonistas de Rock Colombiano

 

Así Pablito insista en que Rock Colombiano no es “una biblia del rock nacional”, no está de más considerarlo como un primer paso para acercarnos a una historia de la que hay mucho por escuchar y contar.

Ahora está dedicado a otro proyecto del que muy pronto sabremos los detalles. Rock Colombiano se sigue leyendo y sobre él se han publicado elogiosas notas en los principales medios de comunicación colombianos, como RCN, Caracol y Radiónica. El tiempo le ha demostrado que esa idea tan chévere a la que le dio varias vueltas valió la pena y él, sin falsa modestia, reconoce que gracias a su primer libro el rock colombiano llegó a otros lugares donde antes era un eco lejano:

-Lo más importante que se logró, y que yo quería lograr, era poner al rock colombiano en espacios Mainstream y que el colombiano de a pie, que es ajeno a esta realidad y que no escucha rock, dijera: “¡Hey, hay un rock colombiano y es muy extenso! ¡Y hay talento!”. O sea, derribar esa pelotudez de los que dicen que el rock colombiano no tiene talento. Algo así como cuando dicen que una figura es sobrevalorada ¿Sobrevalorada en torno a qué? O sea, hay figuras gigantes como un García Márquez que siempre van a parecer sobrevaloradas, pero eso no les puede restar la enorme genialidad que tienen. Todo eso tiene que ver un poco con las intenciones que quería lograr y a los lugares donde lo quería llevar.

 

Felipe Sánchez Hincapié

Medellín, 1989. Artista plástico, periodista, melómano y fumador empedernido. Ha participado en diferentes exposiciones realizadas en Medellín como Castilla pintoso, organizada por el colectivo venezolano Oficina # 1, en marco del Encuentro Internacional Medellín 07 (MDE07). Hizo su práctica en el periódico El Mundo de Medellín y ha publicado sus textos en publicaciones como Cronopio, Revista Prometeo, Cartel Urbano y Noisey.