“En una definición simplista que me atrevo a formular diría que Ikigai puede entenderse como la razón por la cual uno se despierta cada mañana, una trascendencia superior escondida a plena vista que nos motiva y sirve de insumo para vivir cada día plenamente.”
Me encontraba aquel día en la casa del brujo de Otraparte en Envigado, la ocasión que me llevó ahí es una discusión aparte (e infortunada) que luego si la imaginación me lo permite, me inventaré la forma de transmitirles. El caso es que el universo conjugó a mi favor porque de casualidad me encontré con dos amistades del trabajo y, de ahí en adelante la discusión me sembró la semilla para estas palabras.
La pregunta fundamental que suscitó mi interés fue realizada por una empresa reconocida de la región a sus empleados. Quienes lean estas palabras les recomiendo tomarse un tiempo para responderla. ¿Prefiere usted un trabajo que lo haga rico e infeliz o uno donde seas pobre pero feliz? Este tipo de preguntas plantea una dicotomía interesante en el mundo de hoy e inspira discusiones que valen la pena que se den, lo digo porque más allá de una remuneración económica el trabajo es también un acto de desarrollo individual y colectivo, dignifica, sirve para configurar una identidad y fomenta la búsqueda de sentido en nuestras vidas.
La cultura oriental tiene mucho para enseñarnos y en lo referente a lo laboral no es la excepción. Recientemente ha cobrado mucho interés el concepto de Ikigai, un concepto japonés que nos deja entrever que detrás de nuestra existencia radica un propósito mayor, un sentido de vida, una razón de ser. En una definición simplista que me atrevo a formular diría que Ikigai puede entenderse como la razón por la cual uno se despierta cada mañana, una trascendencia superior escondida a plena vista que nos motiva y sirve de insumo para vivir cada día plenamente.
Tras investigar un poco y leer el libro de Ken Mogi, me di cuenta de que lograr el Ikigai esencial es complejo por el sinfín de circunstancias que pueden intervenir y acondicionar esa búsqueda permanente de propósito. Sin embargo, son estos mismos elementos los que nos pueden ayudar a reformular nuestro propósito de vida y vivir una existencia más satisfactoria. A continuación, explicaré con algunos ejemplos:
Imaginémonos un escenario en el cual encuentras una labor en la cual tienes buen desempeño y además te remuneran por ello, en otras palabras, una profesión. Tener una profesión te puede otorgar una sensación de comodidad, pero un profundo vacío por la intrascendencia de tus actos. Ahora puede ser que encuentras algo en lo cual no solo eres muy bueno, pero además amas lo que haces, es decir una pasión. Esta pasión te puede otorgar satisfacción, pero dejarte con una sensación de egocentrismo. Otro escenario es aquel en el que encuentras algo que amas hacer y es justo lo que el mundo necesita, dicho de otra manera, una misión. Sin duda esto te dejaría complacido, pero luego sin riqueza. Un escenario final es aquel donde puedes encontrar una labor donde te pagan por realizar lo que el mundo necesita es decir una vocación que quizá te deje entusiasmado y complacido, pero sin duda lleno de incertidumbre por la poca relación y afinidad que puedas tener con la labor.
Como podemos ver, arduo es el camino para llegar a un Ikigai esencial si no se tiene claro estos cuatro elementos. Ahora y reitero, son estos mismos elementos los que podemos utilizar para reformular nuestra existencia. En cuanto a lo que te apasiona, pregúntate qué es aquello que amas hacer y se te va el tiempo sin notarlo. Haz una lista y te darás cuentas cuantas pasiones puedes tener. Referente a la profesión, busca, investiga, indaga que es aquello que hoy se está demandando y además notas que tienes habilidades para realizar esas labores. Para la parte vocacional reflexiona objetivamente frente a lo que estés realizando, preguntante a quien le estas aportando con aquello que realizas e incluso mira más allá, recuerda que no es meramente un beneficio para el otro, sino que sea coherente con el bienestar de nuestro hogar, la tierra. La parte misional se puede encontrar en aquellos momentos donde el actuar no está condicionado a ningún tipo de retribución, donde el acto vale más que lo económico y hay una profunda sensación de satisfacción tras realizarse. Pregúntate qué has hecho últimamente que te satisface de esta manera y habrás encontrado una misión en tu vida.
En conclusión, vale la pena reflexionar y plantearse preguntas fundamentales más allá de las económicas como la planteada por esta organización. Sin duda existe una perspectiva más amplia y quizá más reveladora de la sociedad. Estoy convencido que hemos perdido el rumbo en la búsqueda de nuestro Ikiagi precisamente porque hemos sido esclavos de un sistema que nos acondiciona a una existencia unidimensional que gira alrededor de lo económico y el consumismo. En palabras de Alejandro Gaviria “hay algo no solo estéticamente repulsivo, sino también existencialmente triste en el sobreconsumo de las sociedades modernas”. Por eso las preguntas que nos debemos de plantearnos es ¿Qué nos hace feliz? ¿Qué nos motiva y nos hace sonreír a diario? ¿En qué eres bueno y puedes aportar para mejorar la condición del otro, de nuestro hogar? Ojalá estas sean el tipo de preguntas que se comenzarán a plantear en las organizaciones, en las escuelas, universidades y hogares. Definitivamente ¿Que sería del mundo donde cada uno encontrase su propósito de vida, su ikigai?
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