Por: Carolina Escobar Osorio
La crisis de Venezuela se ha convertido en el tema más controversial en los últimos tiempos. Nadie puede negar la crisis por la que se encuentra pasando el vecino país, no obstante, tampoco se puede pretender actuar frente a esto de forma arbitraria y sin tener en cuenta que bajo cuerda hay muchos intereses (económicos, políticos, entre otros), disfrazados de indignación, pretensión de justicia y protección para los venezolanos.
Sin embargo, no me enfocaré como tal en Venezuela, si he logrado su atención, lo anterior fue una forma de poder entrar a lo siguiente: Colombia se encuentra tomándose atribuciones que no le corresponden frente a la crisis venezolana, y mientras nuestros mandatarios critican el régimen de Maduro no se dan cuenta que Colombia tiene sus propios problemas como para estar hablando tan tranquilamente de las fallas del vecino país.
No es un secreto para nadie la falta de presencia del Estado en los diferentes lugares del país, resaltando por ejemplo la Guajira y el Chocó. La situación de estas poblaciones es casi precaria, pues no gozan de la calidad de vida que por derecho deberían tener. Aquí se puede evidenciar la eficacia simbólica que tiene nuestro gobierno, pues ante organismos internacionales se encuentra comprometido con el respeto y la garantía de los derechos humanos, pero realmente no está haciendo mayor cosa para ayudar a todas y cada una de las poblaciones que se encuentran en condiciones de extrema vulnerabilidad.
Es una pena que Colombia se encuentre entre los países con mayor índice de inseguridad alimentaria, prueba de ello es que en el primer semestre del año pasado según el Instituto Nacional de Salud (INS) se investigaban alrededor de 149 víctimas mortales asociadas con desnutrición crónica, y lo más lamentable es que todas ellas eran niños menores de 5 años.
Que calamidades como esta sucedan día a día mientras pasan campañas que prometen una mejor calidad de vida para estas comunidades suena completamente irónico y a la vez paradójico; más aún cuando hablamos de crisis humanitaria en Venezuela y se grita a los cuatro vientos que dicho gobierno está dejando morir de inanición a esa pobre gente.
Es importante que nuestro gobierno comience a concentrarse un poco más en lo que está pasando en su propia casa, y pueda darse cuenta que una considerable parte de la población se encuentra en extrema pobreza, y esto se debe a la falta de diligencia y atención que le es prestada.
Resulta imposible pretender que un país logre un pleno desarrollo si la calidad de vida de sus habitantes no se encuentra garantizada, y esta última solo puede darse si mínimamente existen condiciones de seguridad alimentaria y un sistema de salud diligente, organizado y transparente.
De esta forma, se torna confuso el abrir nuestros ojos a la dura realidad que atraviesan millones de compatriotas en su día a día y darnos cuenta que el Estado colombiano figurando como “comprometido” con el reconocimiento y protección de un nivel de calidad de vida adecuado para sus habitantes permanezca ciego, sordo y mudo frente a la difícil situación que se atraviesa y se ha atravesado históricamente en nuestro país, porque cabe recalcar que esto no es algo reciente, esto es un fenómeno histórico, que nos ha acompañado generación tras generación y que lastimosamente parece verse como algo común.
Es por eso que para finalizar, me gustaría hacer un llamado, o mejor una invitación a la reflexión, muy especialmente para nuestro gobierno, pero también para todos aquellos que se encuentran escandalizados por lo que pasa en Venezuela y direccionen su óptica al interior del país, pues aunque no se niegan las dificultades en las que se encuentran nuestros vecinos, resulta ilógico que critiquemos sin ser conscientes cómo en cada ciudad y departamento colombiano hay numerosos rincones ignorados completamente y en las más precarias e inhumanas condiciones. Los invito a no ignorar la realidad de nuestro país, seamos conscientes de nuestro entorno porque Colombia no es precisamente limpia y reluciente como una tacita de té.