Pocos han defendido el capitalismo sin reservas como Ayn Rand, que nació hace 120 años, un 2 de febrero. Se consideraba a sí misma no solo defensora de un sistema económico de mercado, sino también una apologista de los ricos y triunfadores, a quienes reivindicaba frente a la envidia y la mediocridad. Como muestra, tituló una de sus conferencias “Una minoría perseguida de los Estados Unidos: las grandes empresas”.
Ningún defensor del libre mercado ha vendido tantos libros como Rand. Se han contabilizado al menos 37 millones de copias de sus obras en 38 idiomas. Su novela más famosa: La rebelión de Atlas (1957), lleva más de diez millones de ejemplares vendidos. En contraste, Camino de servidumbre (1974), de Friedrich Hayek, alcanza más de dos millones de ejemplares, mientras que Capitalismo y libertad (1962), de Milton Friedman, suma más de un millón de ventas.
¿Cuál fue el secreto de su increíble éxito? A diferencia de economistas como Ludwig von Mises o los ya citados Hayek y Friedman, Rand se dedicaba principalmente a escribir novelas. Por el contrario, sus ensayos y obras de no ficción no fueron, ni de lejos, tan influyentes. Su influencia, pues, no se debe tanto a una gran capacidad de esbozar argumentos racionales, sino a su habilidad para apelar a la moral y las emociones, reivindicando el mercado a través de obras de ficción. Curiosamente, su filosofía objetivista se basaba en una firme creencia en la supremacía de la razón, un credo en el cual los sentimientos solamente se consideraban válidos si estaban arraigados dentro del razonamiento lógico.
Esto es lo que diferencia a Rand de Hayek, que se oponía a la idea de que la razón humana bastara por sí sola para comprender y gestionar intrincados sistemas sociales. Rand destacó las limitaciones del conocimiento humano y argumentó que las estructuras sociales, como los mercados y las tradiciones, surgían espontáneamente a través de procesos evolutivos y no como resultado del razonamiento.
La biógrafa de Rand, Anne C. Heller, señala esta suerte de contradicción:
“Fuera consciente de ello o no, Rand estaba vendiendo al por menor su filosofía de la racionalidad estricta a través de una apelación emocional primigenia construida en torno a los personajes de una fábula”.
Creo que esto es algo de lo que Rand era muy consciente. Cuando se dirigió a empresarios para recaudar fondos para una campaña publicitaria para promocionar su novela El manantial, explicó que historias así conmovían a la gente, moviéndolos en primer lugar en el terreno emocional y, después, agitándolos intelectualmente. Entendía que esta era la forma de propaganda más convincente.
He ahí una de las contradicciones de la vida de Ayn Rand: era venerada por sus seguidores, muchos de los cuales la adoraban como a una gurú y la consideraban una figura sobrehumana, casi como los héroes de sus novelas, que encarnaban la racionalidad estricta. No obstante, Rand era una fumadora empedernida que se negó a reconocer cualquier relación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón, incluso después de que su médico le dijera que tenía que extirparle uno de sus pulmones. De igual manera, los héroes de su novela La rebelión de Atlas adoptaron como símbolo un gran signo de dólar y ella llevaba a veces un broche de oro con la figura de un signo de dólar; sin embargo, a pesar de este simbolismo, Rand decidió no invertir su dinero en acciones y todo lo que ganó estaba guardado en una caja de ahorros ubicada frente a su apartamento. En la misma línea, le fascinaban los aviones, pero nunca voló, pues tenía miedo de estrellarse, de modo que prefería viajar en coche, a pesar del riesgo estadísticamente mayor de accidentes en carretera.
En esencia, era un ser humano, con puntos fuertes y débiles, quizá, lejos de los impecables personajes sobrehumanos de sus novelas. Nadie defendió el individualismo con tanta vehemencia como Ayn Rand, pero entre sus allegados se desarrolló casi una suerte de culto sectario, un fenómeno duramente criticado por el anarcocapitalista Murray N. Rothbard en su ensayo La sociología del culto a Ayn Rand. A pesar de ser una atea declarada, sus enseñanzas fueron transformadas por los discípulos de este “culto” objetivista en un dogma rígido parecido a una religión que exigía implacablemente el conformismo y mostraba intolerancia hacia los disidentes y los críticos.
A pesar de las mencionadas debilidades y contradicciones, todavía hoy podemos aprender mucho de Ayn Rand. Las pruebas históricas que respaldan el bagaje del capitalismo son tan convincentes que resulta difícil entender por qué dicho modelo tiene una imagen tan negativa. Antes de la aparición del capitalismo, hace unos 200 años, el 90% de la población mundial vivía en la pobreza extrema, mientras que actualmente esa cifra es inferior al 9%. Los socialistas han conseguido presentar el capitalismo, un sistema que ha hecho tanto por superar la pobreza, como un paradigma inhumano. En sentido inverso, el socialismo, que únicamente ha creado más pobreza, se presenta como una alternativa social y humana.
Son las emociones, y no los hechos y las cifras, las que tienden a influir en la opinión pública. Posiblemente nadie lo entendió mejor que Rand: la gran sacerdotisa de la razón. La economista Isabel Paterson, a quien se puede considerar como la única verdadera mentora en la vida de Rand y con quien más tarde se peleó, como le ocurriría con casi todos sus amigos, fue elogiada por Rand a raíz de la publicación de su libro El dios de la máquina (1943). Rand lo describió como un documento que literalmente podría salvar el mundo: “El dios de la máquina hace por el capitalismo lo que El capital hace por los rojos y lo que La Biblia hizo por el cristianismo”. Empero, Rand también escribió lo siguiente sobre Paterson: “ella sabe que no puede llegar a sus enemigos, los irracionales, con su arma apropiada, la mente”.
Por eso, a Rand le preocupaba más –probablemente con razón– la representación negativa de los empresarios en las películas de Hollywood, que consideraba más perjudicial que su caricaturización en libros de texto universitarios. Incluso escribió una suerte de guía para productores de Hollywood exigiendo que los hombres de negocios no fueran retratados como villanos.
En el pasado, muchos jóvenes estadounidenses leían a Ayn Rand; hoy día, los jóvenes leen mucho menos libros, pero el interés por las obras de Rand sigue siendo grande. Según The Atlas Society, el tráiler animado de La rebelión de Atlas de 2023 obtuvo 12 millones de visitas (en su sitio web) y duplicó las cifras de ventas de la novela en las semanas siguientes. Este éxito ha impulsado a dicha organización, que propaga el legado de la escritora, a centrarse en este tipo de publicaciones, como una novela gráfica de la novela Himno (1938), que sigue teniendo recorrido en su formato tradicional y despacha alrededor de 75 mil ejemplares al año.
La versión original de esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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