En medio de alegrías, penurias y un reproche constante, mi alma impulsa hacia un desasosiego considerable. Si el amor, es un ente comunicador perceptible nuestros pecados fortalecen la soberanía del silencio.
Interminable pesadez, iluminada inconsistencia ante una fuerza inquebrantable apodado “rutina” y el hombre ¡torpe! Gozando de un escaso júbilo que la sabiduría le otorgó, ¡hoy! con el transcurrir de las horas hundirse en medio de un fango desea, chamuscando la posibilidad de franquear unas acciones impetuosas, más del amor al odio existe un paso y de la muerte al olvido un fracaso.
¡Corazón mío! ¡Corazón mío! Fueron los murmullos débiles que estremecían una consciencia atenuada, vagabundos, lacayos desterrados en medio de un infierno viviente, pero ¿Quiénes somos? Si ante el mundo negamos lo complejo que suele ser el destino, desterrando efímeros pasatiempos y retorciendo aquella desazón de una desdicha insolente.
Y solo el hombre, frente a los impulsos que impone su escasa sabiduría, transforma con el paso del tiempo su “ego” en una firme esperanza…
Por: Juan Salazar Gonzáles
Tal vez el mañana se encuentre escondido en nuestros sueños tan efímeros, si la muerte conlleva responsabilidad entre su destino el silencio ameniza cálidos recuerdos.
Soy natural de Amazonas – Perú, por muy precario que suene mi existir, una sonrisa esconderá miles de insatisfacciones pues a mis cortos 22 años el tiempo no fue generoso cosechando derrotas por doquier y emulando una victoria insurrecta.
Salazar Gonzales Leonardo, benditos pronombres personales que marcan el impertinente desaire existencial. Muchos me tildan como un precoz escritor pero no hacen más que catalogar a cualquier individuo por intermedio de características fugaces.
No tengo más que contar porque las acciones conllevan un sinfín de especulaciones y nuestro imaginario sonríe.