¿Hay motivos para ser optimistas?

José María Dávila Román

“Esa visión optimista es oportuna viendo lo convulsionado que está el mundo con la nueva guerra entre Israel y Palestina, la polarización política y una postpandemia”.


Steven Pinker, psicólogo canadiense y profesor de Harvard, reconocido como una de las personas más influyentes del mundo, piensa que el planeta que habitamos hoy es mejor que el que habitaron nuestros antepasados. En 2019 estuvo en Colombia explicando este planteamiento bajo la conferencia “El mundo está mejor que nunca y pocos lo saben”. Pinker se define como una persona “posibilista”. Siempre cree que hay posibilidades de estar mejor como sociedad.

Esa visión optimista es oportuna viendo lo convulsionado que está el mundo con la nueva guerra entre Israel y Palestina. Diariamente mueren personas inocentes; a eso se suma la guerra entre Ucrania y Rusia, que en febrero próximo cumple dos años, y la polarización política que se vive en distintas latitudes. Es el caso de nuestra Colombia, Argentina, Ecuador que incluso vio como a uno de los candidatos presidenciales -Fernando Villavicencio- lo asesinaron en plena campaña -con colombianos allí implicados-; y Estados Unidos que nuevamente enfrentará unas acaloradas elecciones entre Trump y Biden; en salud pública, hace menos de un lustro vivíamos la pandemia del Covid-19 que nos tuvo encerrados y con restricciones nunca vistas en los últimos 50 años.

A pesar de estos hechos, coincido con Pinker en que el mundo de hoy es mejor que el de antes. Ernest Hemingway, en Publicado en Toronto -texto que recoge sus artículos publicados como periodista en periódicos de Toronto a inicios del siglo XX, cuando era corresponsal en Europa en la postguerra de la Primera Guerra Mundial, y cuando aún no había iniciado su exitosa carrera como novelista-, se refleja la pobreza en la que quedó buena parte de Europa por consecuencia de la guerra, particularmente Alemania. Esa realidad se reflejó en la devaluación de su moneda -el marco- respecto a otras monedas fuertes como el franco suizo o el dólar.

Hemingway relata anécdotas como esta: suizos que vivían cerca de la frontera con Alemania, cruzaban este país para surtirse de ropa. Con lo que compraban un par de zapatos en Suiza les alcanzaba para comprarse toda la mercancía de un almacén alemán. El franco suizo podría valer diez veces más que el marco. Se volvió un negocio tan rentable para los suizos, que empezaron a revender todo tipo de artículos provenientes de Alemania. Luego, las autoridades de ambos países, para acabar el contrabando, impusieron controles en las fronteras para cobrar impuestos adicionales a los productos importados y así desestimular el próspero negocio.

En Francia, la moneda también estaba devaluada respecto al dólar, un estadounidense podría vivir en uno de los mejores pisos de París, comer todos los días en buenos restaurantes, por menos de dos mil dólares al año. No en vano, la Generación Perdida de Estados Unidos se dio buena vida allí.

Eso tienen las guerras. Los que vencen, aprovechan para fortalecerse económicamente y sacan provecho de las necesidades de los derrotados, e incluso los ahogan hasta más no poder, como le pasó a Alemania, que luego ante tanta desesperanza, no vio otra forma de recuperar su grandeza, que propiciando una Segunda Guerra Mundial en la que también acabaron derrotados.

Llevamos más de medio siglo sin tener guerras mundiales y ojalá que nunca vuelvan a ocurrir. Pasamos por una Guerra Fría, por conflictos internos y geopolíticos como los mencionados al inicio; pero en general, siento que el mundo está mejor: la expectativa de vida es mayor, los avances tecnológicos y científicos nos permiten tener mejor calidad; el internet permite una comunicación instantánea, poder trabajar desde cualquier lugar del mundo, tener acceso ilimitado a la información, tener tiempo de calidad y derechos humanos que no existían antes de las dos grandes guerras.

Sí, a pesar de esta coyuntura convulsa, hay motivos para ser posibilistas y creer que siempre podemos estar mejor. Las guerras nunca serán un buen aliado para ello, por el contrario, lo son, confiar en el otro, respetar la diversidad, actuar correctamente y a conciencia.

Alemania es un gran ejemplo, después de perder dos guerras mundiales, se repuso, alentó a su gente, para que, con disciplina y orden, lograran en menos de un siglo ser nuevamente la potencia económica de Europa sin derramar sangre.

Nota: Hoy que se eligen nuevos alcaldes, concejales, gobernadores y diputados, los invito a votar a conciencia por los candidatos que mejor los representen. Que otros no elijan por nosotros.


Todas las columnas del autor en este enlace: José María Dávila Román

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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