Me parece macabro el frío silencio con que nuestro país ha acogido tu partida. A través del recuerdo que tengo de tí, quiero, Pablo, amigo, mentor y líder describirte desde aquí, a tí y a tus familiares todo el aprecio de lo que eres y el significado de lo que representas para mí. Aunque de manera desagradable me enteré de tu reciente partida hace poco por las vicisitudes personales y el alejamiento de algunos círculos y “movidas”, pero sin duda alguna, con los defectos y virtudes que todo ser humano tiene, es la representación nietzscheana del ideal del legítimo caballero de hogar, patriota, valioso y con el valor necesario para defender un hogar, sacrificar la vida y defender el honor de una Nación. Te quiero para siempre Pablo, este escrito que hago público en Antioquia, desde lo más hondo de mi corazón.
“De los seres que amamos, su existencia nos basta”
“EL alma donde esperan secretas semillas no se espanta con las lluvias que se anuncian entre rumores de tormenta”
“EL que no busca a Dios en el fondo de su alma, no encuentra allí sino fango”
Nicolás Gómez Dávila, filósofo y políglota colombiano; cofundador de la Universidad de los Andes (1913-1994)
A la señora Cristina y a sus hijos como un tributo en medio de este gran dolor para los que nunca hemos querido que la Patria deje de existir.
LO ESENCIAL DE LA VIDA
No quiero hacer esta columna hablando en tercera, sino en primera persona, porque estas líneas tienen un destinatario. Y ese destinatario, eres tú Pablo, que preciso antes de un 20 de julio más, rendiste las armas frente a las dolencias naturales, pese a que en tu edad te quedaban muchos años de vida para seguir dando sabiduría, dulzura y franqueza a estas generaciones actuales. Soy de los que tengo la ventura de tener personas mayores en mi familia y venir de gentes longevas a prueba de daño, de agua, de fuego, de calumnias y hasta de hambre. Para la edad, la edad sola ni nos mata ni nos marca. Por esa razón, siempre tuve un especial respeto por usted y por su trayectoria, la cuál, como todos los comportamientos y pasiones humanas, se pule con el paso del tiempo y los años.
Enterarme a tres semanas de tu fallecimiento, es un dolor indescriptible, imperdonable e incoherente. Creo que más allá de todos los actos posibles a reivindicar tu memoria, lo más honrado será tratar de llevar en alto tu estampa y tus valores, no con el exhibicionismo típico del manzanillismo político tan frecuente en nuestro trópico, sino con la conciencia tranquila de saber que tras una gran conducta, hay siempre un gran modelo. Y sus virtudes de hogar, su carácter y el haber construido en la persona de su esposa, la lealtad natural a su amor y entrega, es el significado menos etéreo para esas palabras felicidad y amor.
¿Qué es lo esencial? Lo simple. ¿Lo simple es ordinario? No necesariamente. ¿Lo simple por simple es menos importante? No. Desde luego que los méritos de Pablo en su vida política, empresarial y moral no son simples, pero tuvieron la impronta de lo esencial en su sencillez. En su paso por el Congreso siendo capaz de defender grandes causas, desafiar al narcotráfico en una etapa de la guerra, no callar sus principios; siendo académico pasar de una defensa argumentada del liberalismo económico hasta el paso de la destrucción del mito casi religioso de Bolívar y la leyenda negra antiespañola -que los progresistas y liberales insisten en defender a capa y espada, siendo eso el rasgo más enquistado de la dictadura civil de Miguel Antonio Caro-.
Lamentablemente, el establecimiento liberal, progresista a conveniencia y de las élites capitalinas nunca valoró ni quiso su obra, calumniando de diversas formas esa esencia tendiente hacia la luz: unos diciendo que su pensión era “mega” (en un país donde hay gente que con miles de mentiras y tramoyas ha logrado montos mayores en silencio…y qué casualidad que muchos en la muy progresista y de avanzada Rama Judicial); otros, diciendo que su obra no eran más que “extremismo de derecha” por el simple hecho de ver alguien que tenga principios, algo que ellos, que no son nada ni nadie no pueden tolerar.
Pero la peor condena para Bogotá fue que se encerrara en internet y en las paredes del Club el Nogal sus conferencias, debido a que por la brutalidad del nacionalismo juvenil, un infiltrado tildó de “neonazis” a los organizadores de un foro en una universidad en 2013 que terminó salpicando a don Pablo y destruyendo la última oportunidad de que el nacionalismo reviviera con viabilidad política y de acción en nuestro país. Bueno, y también esa vez en que rechazó mi propuesta de concursar por una planta docente en la Universidad Distrital, al pensar que le hicieran alguna maldad o vandalismo a su auto en la sede de la Macarena….la licenciatura de ciencias sociales perdió a un gran maestro, y yo haberme hecho profesional con un gran mentor.
EL NOGAL, EL VALLE Y EL LEGADO
Pero, como lo fuiste siempre en privado, un hombre concreto de pocas palabras y a los hechos, muy contrario a tus actuaciones públicas donde esa oratoria latina clásica era prenda valiosa que el Parlamento y la cátedra escucharon…y los hombres del Ejército Nacional, cuando motivado por el espíritu que siguieron los jóvenes de la supuesta “conspiración septembrina” de 1825, llamaron a la consciencia de un joven Mariano Ospina Rodríguez para ajustar cuentas con la vida a las intenciones despóticas de la copia de Napoleón caraqueña en el Palacio de San Carlos, esta vez, un siglo y medio en el tiempo, contra el mandato del “Salto Social”.
Vi cuando querías ser presidente de la Junta Directiva del Club El Nogal para frenar la corrupción, mejorar la cultura y promover los valores y responsabilidad social y patriótica del Club El Nogal a sus socios, familias y toda la sociedad, que al igual que ser Presidente de Colombia quedaron postergadas. Las veces que quise en 2015 reorganizar mi vida en Cali, supe las complejidades y las problemáticas de una región que es un mundo en sí misma y una Colombia en sí mismas. Dije que no volvería a La Sultana al no haber encontrado ni empleo, ni amor ni poder. Pero, tú dejaste un legado que no es el dinero, ni lo material, sino un cúmulo de valores que debe seguir siendo defendido en el tiempo.
Por eso, Pablo querido, te prometo desde aquí, desde este plano que dejaste, que en primer lugar, trataré de ser mejor persona, acercarme a ser ese caballero protector, experiencial, de un solo amor, de una sola palabra, de su tierra, de su patria; y luchar, no por arribismo, no por lambonería con esperanzas de “herencia” -eso es de la señora Cristina y sus hijos-, sino porque pueda algún día ser un socio digno de El Nogal para ser un profesor cultural como desde niño quise ser alguna vez y por qué no, antes de ser alcalde de Chapinero, probar si el Valle del Cauca y Cauca deban tener una segunda oportunidad sobre la tierra volviendo a lo esencial y confiando en que ese sentimiento pase por encima del dinero, del miedo y de la pobreza mental en la que, los mismos que desde hace cuatrocientos años han hecho lo que han querido con el Valle, con el Gran Cauca y con Colombia desde siempre.
¡Descansa en paz, mi amigo Pablo! Gracias por el honor de haberme permitido conocerte.
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