Querido Lector:
Todo tiene un fin. Las cosas deben acabar para comenzar otras, quizás mejores, quizás sí o no; de no ser así la existencia sería tan monótona que no tendría sentido vivirla… A veces la inmortalidad es despreciable. Hoy termina esta serie que intitule: “Libros olvidados” y termina no por que piense retirarme de Al Poniente o por que tenga algún conflicto de intereses por las publicaciones; termina por que es necesario seguir hacia adelante viendo el mundo y escribiéndolo.
Debo de confesar que los textos publicados no venían de libros olvidados, eran maquinaciones propias, eran intimidades que nacieron en mi y que las expresé de aquella manera para que el lector pudiese hacer un ejercicio de imaginación. Lamentablemente ya no se ejercita la imaginación y todo cae en la naturalidad de lo cotidiano. Sí, eran inventos de esta sesera; inventos que nacieron de la cotidianidad, de ver a las personas, de ver la sociedad, de ver el mundo, de fumarme un cigarrillo, de oír a los míos, de ver sus alegrías y tristezas, de imaginar escribir sobre lo que a nadie le gusta pero que cuando tiene un matiz diferente cala. La intitule de los libros olvidados por una razón fundamental: Importa más lo mediato que aquello que fue, importa más aquello que es que no lo que otros dijeron; el pasado, y su análisis, no es procedente por que el presente todo lo ha perfeccionado.
Escribir la columna ha sido un gusto. Y como no serlo, si me permitió conocer a otras personas que me llevaron a concluir que aún existe vida inteligente en este planeta de sórdidos. Escribir la columna, me transportó a escenarios que no conocía de mi y me permitió concluir que ya había que hacer una pausa en mi vida actual y explorar nuevas etapas que son necesarias.
Pero cómo con el fin vienen comienzos, cada fin es un renacer, comenzaré una nueva columna a la que he intitulado “Pequeño diccionario de palabras incomprendidas” la cual espero sea del agrado de todos…
Un abrazo.