En las últimas semanas Israel ha continuado con su táctica de atacar objetivos de alto valor en Siria, Yemen, Líbano e Irán. Los más recientes han sido los asesinatos de Fouad Chokr dirigente militar de Hezbolá, en el Líbano y posteriormente liquidó en un ataque al dirigente político Ismail Haniyeh perteneciente a la organización palestina Hamás que gobierna en la franja de Gaza, quien se encontraba de visita en Teherán la capital de Irán para asistir a la posesión del nuevo presidente de la nación persa.
Evidentemente estas acciones militares han representado un afrenta y humillación para el Eje de la Resistencia (alianza de seguridad antiisraelí) liderado por Irán. La estrategia de Israel parece seguir siendo la misma, atacar y provocar a Irán. Netanyahu está muy desesperado por el desgaste de su imagen y la pérdida de credibilidad internacional que le ha dejado a su gobierno el genocidio que está cometiendo en la Franja de Gaza.
El gobierno de Israel percibe la confrontación con Irán, como un asunto existencial del cual depende su supervivencia. Y está dispuesto a utilizar los medios que considere necesarios para imponer su fuerza y voluntad en Oriente Medio, así ello implique una guerra de escala regional e incluso global en la que termine arrastrando a los Estados Unidos, sus aliados del G7 y otros miembros de la Unión Europea. Y adicionalmente la posibilidad de desembocar en una guerra nuclear sigue latente, Irán e Israel son potencias nucleares.
Pero Irán no es un hueso fácil de roer, tiene fortalezas militares, económicas, tecnológicas, geográficas y poblacionales muy distintas a los contendores que Israel está acostumbrado a aplastar con su capacidad militar. Irán es un país con desarrollos militares de avanzada, tiene misiles que viajan a 5 veces la velocidad del sonido, tiene un gran arsenal de misiles balísticos, drones kamikaze y cuenta con un ejército robusto, bien equipado y organizado. Además, controla el Estrecho de Ormuz, por el cual circula el 30% del petróleo mundial.
El 1 de agosto – solo hace unos días- el líder supremo de Irán, el ayatola Alí Jamenei ordenó duras represalias contra Israel por el asesinato de Ismail Haniyeh (líder político de Hamás) en su territorio. Desde ese momento Israel entró en pánico, e incluso las bolsas de valores del mundo reportaron fuertes caídas y los precios del petróleo cayeron. Las únicas acciones que reportaron grandes cotizaciones en la bolsa de valores fueron las de empresas de armamento estadounidenses.
De tal manera, podría decirse que Irán incluso antes de efectuar el ataque, ya ha ganado algo, pues ha conseguido que Israel y su gobierno estén bajo alerta máxima, generándoles ansiedad, miedo, y adicionalmente ha desestabilizado las bolsas de valores del mundo y los precios del petróleo, tan solo con realizar un anuncio y amenaza de ataque, es que el “factor Irán” sí es determinante en la estabilidad de Oriente Medio. Y eso lo saben muy bien los Estados Unidos y sus aliados.
Estados Unidos siempre se verá obligado moral y estratégicamente a defender y apoyar a Israel en sus contiendas militares. Sin embargo, pareciera que Washington no estaría muy de acuerdo en la ruta que está tomando Netanyahu de escalar las tensiones y agresiones con Irán. Los EE. UU. saben que una guerra total en Medio Oriente implicaría una subida en los precios del petróleo, se verían afectados los mercados mundiales, y la región podría incendiarse en una guerra total. En teoría los EE. UU. preferirían una salida diplomática a esta confrontación. Y es bien sabido que en Washington no se suelen tomar decisiones de gran calado en materia de política exterior en los periodos que están próximos a elecciones presidenciales.
Pero también hay otra mirada: si el choque entre Irán e Israel termina en una guerra de alta intensidad, que conlleve la desestabilización de Oriente Medio y otros países como Rusia, China, EE. UU y sus aliados de Europa y Asia Pacífico acaben involucrados de manera directa o indirecta, podría configurarse un escenario de inestabilidad global en el que los EE. UU. tiene amplia experiencia en sacar ventaja de las crisis financieras, las guerras y la especulación de los mercados. No podemos olvidar que desacelerar el ascenso de China por cualquier medio es un propósito clave para los EE. UU.
Todo parece indicar que el ataque de Irán es inevitable. Lo más importante serán dos cosas: la proporción del ataque y la gravedad de los daños que se le ocasionen a Israel. Y lo más determinante será la respuesta que Israel dará después de la ofensiva iraní. Es necesario recordar que la estabilidad del orden internacional siempre pende de un hilo. Y la mayoría de las veces que hemos terminado en guerras de gran intensidad o de escala global, se ha debido a provocaciones, miedos exacerbados entre naciones y reacciones desproporcionadas de países que son potencias regionales o mundiales.
Esperemos que esta no sea una de esas veces, por el bien de la humanidad.
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