Esta semana la Universidad Pontificia Bolivariana estuvo en boca de todo el mundo, sus sugerencias de vestimenta apropiada para acudir al campus fueron motivo de controversia porque indicaban que las mujeres debíamos evitar escotes profundos y faldas cortas porque “no hay nada más incómodo que distraer a tus compañeros y profesores”. Éste comunicado, a pesar de haberse escrito hacía varias semanas se hizo bastante relevante en ésta fecha porque fue enviado al correo institucional de los estudiantes con el boletín de noticias, tan solo días después de que se hiciera viral un video de un hombre levantándole la falda a una mujer en el campus de Medellín de la Universidad Pontificia Bolivariana. De acuerdo a la Universidad estos son dos hechos aislados y las recomendaciones hechas a las mujeres de la comunidad universitaria no se dieron como consecuencia del acoso sufrido por una de las estudiantes.
Aunque esta coincidencia sea terrible para la imagen de la Universidad, nos ha dado dos grandes oportunidades. Primero, hemos demostrado de manera muy clara que la comunidad de la UPB es ampliamente diversa, plural y más que todo solidaria. Quienes estuvimos ésta semana pendientes de cada uno de los movimientos y reacciones dentro de la Universidad fuimos testigos y partes de algo que en mis cinco años de estudio en la UPB nunca pensé que fuera a presenciar: una protesta por parte de los estudiantes de una universidad como la nuestra, tanto hombres como mujeres, y todxs aquellxs que no se identifican con ninguna categoría nos comprometimos con el respeto y la igualdad usando escotes, faldas, pantalonetas y shorts. Fuimos a clase mostrando nuestro cuerpo sin más objetivo que demostrar que nuestros profesores y compañeros sí logran concentrarse en la clase sin importar la vestimenta que quienes están en el salón. Demostramos que a pesar de estudiar en una universidad católica y privada no siempre nos representan los valores que ésta defiende y/o propone.
La segunda oportunidad que se presenta con esta situación es la de actuar en contra la violencia sexual en nuestro campus. Las respuestas dadas por el señor rector Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda en la entrevista que dio a la W Radio, nos permitieron evidenciar una gran falencia en nuestra Universidad: no tenemos una política institucional contra la violencia sexual dentro del campus universitario. Es obvio que la institución rechaza los actos de violencia sexual no hay nada que permita deducir lo contrario. Aun así, los eventos de ésta semana nos llevan a cuestionarnos, y con toda razón, ¿qué piensa la Universidad Pontificia Bolivariana sobre la violencia sexual, sus causas y consecuencias? La Universidad en otro comunicado del nueve de febrero de 2018 enviado a la comunidad por el correo institucional se disculpó por todo el incidente y afirmó que la publicación del artículo “¿Cómo vestirse para la Universidad?” se dio sin aval institucional y por lo tanto no refleja las políticas de la institución, pero entonces sigue sin quedar claro que hace nuestra Universidad para evitar la violencia sexual dentro del campus.
¿Qué podemos hacer como comunidad universitaria frente a este problema, frente a este vacío? Personalmente propongo dos caminos de acción igualmente importantes: Primero, debemos elaborar una ruta de atención a la víctimas de violencia sexual dentro de la Universidad, donde quede claro para toda la comunidad los pasos a seguir en caso de encontrarnos en una de estas situaciones, cuáles son las sanciones por cometer estos actos y qué ayuda se le va a prestar a las víctimas. Ésta medida es necesaria de manera urgente e inmediata porque como en prácticamente todas las universidades y los lugares donde se encuentran relaciones y dinámicas de poder, las historias de abuso son eventos aislados que sorprendan a quienes pertenecemos a la Universidad. Son secretos a voces, que nos permiten saber que profesores debemos evitar y con que estudiantes no deberíamos salir. Yo misma he escuchado historias que me han dado escalofríos y he sido víctima dentro del campus de miradas lascivas y gritos obscenos que he reportado a la seguridad de la Universidad y no han hecho mayor cosa al respecto.
La segunda propuesta, es una a largo plazo pero tiene como objetivo ya no la atención del problema sino la prevención de éste y una real transformación de la realidad. Por eso, propongo que nosotros como comunidad universitaria realicemos gran esfuerzo y hablemos de sexo. Pero hablar de sexo para atacar de raíz del problema de la violencia sexual implica hacerlo de una manera algo diferente a lo normal sin tapujos ni restricciones porque la violencia sexual se nutre ampliamente de los estereotipos de género, aquellos que dicen que las mujeres no nos masturbamos y que los hombres son animales que dejan de pensar cuando ven unos senos. Esos estereotipos fueron los que salieron a relucir en el comunicado que nos enviaron a los estudiantes y que con justa razón nos ofendió. Pero a pesar de que la Universidad aclaró el asunto y se disculpó no debemos olvidar que todavía son muchas las personas que piensan que las mujeres somos frígidas y los hombres seres hipersexualizados. Esos dos estereotipos fundamentan la idea de que las mujeres no debemos mostrar nuestra piel porque puede que tentemos a algún hombre que no podrá evitar el violarnos al estar dominado por sus instintos sexuales, y nosotras las pecadoras seremos las culpables de pervertir a un pobre hombre con una minifalda y un escote profundo.
La única manera que nos queda de derribar los estereotipos es que hablemos de sexo sin una gota de vergüenza, que nos sentemos frente a frente y nos contemos la verdad, para que veamos como ninguno encaja del todo en esos papeles. Las mujeres nos masturbamos y los hombres pueden ver un escote sin enloquecer y perder el control. Tenemos que empezar a conocer las realidades ajenas a la propia y a la idea que nos vende la sociedad del otro.
En conclusión, creo que la mayoría de nosotros protestó en la Universidad no solamente por el contenido del comunicado, sino porque sentimos un gran afecto a la institución donde nos estamos formando y queremos que siempre sea un mejor lugar. Ésta crisis nos ha dejado un espacio perfecto para asegurarnos de que nuestra universidad refleje de manera efectiva quienes somos y que pensamos. Nos ha dejado un reto gigante a los estudiantes, el probar que la indignación no fue un fenómeno aislado sino que en realidad demostró que como comunidad nunca aceptaremos la discriminación ni la desigualdad.
Por eso les propongo ¡Hablemos de sexo!