“El verdadero poder transformador no surge del liderazgo aislado, sino de la combinación sinérgica entre un liderazgo visionario y un seguidorazgo estratégico.””
En los últimos años, el liderazgo se ha convertido en una de las tendencias más recurrentes en las conversaciones académicas, organizacionales, sociales, empresariales y públicas. Se estudia, se promueve y se exalta como una cualidad indispensable para transformar realidades. Sin embargo, en medio de esta narrativa dominante, hay un concepto que ha quedado relegado, casi invisible, pero que resulta igual de determinante para el éxito de cualquier proceso colectivo: el seguidorazgo.
Propongo, entonces, que hablemos también de seguidorazgo. Un concepto que merece ser puesto sobre la mesa, no como un complemento menor del liderazgo, sino como un pilar esencial de su efectividad. Porque un liderazgo sin seguidores comprometidos, críticos y proactivos, sencillamente no puede ejercerse.
Aunque el término “seguidorazgo” no figura aún en el diccionario de la Real Academia Española —quizá porque no ha alcanzado la notoriedad que otros fenómenos organizacionales sí—, su práctica es profundamente real y necesaria. El seguidorazgo puede entenderse como una actitud voluntaria y sostenida mediante la cual una persona se convierte en un participante activo y clave dentro de una organización, proyecto o causa. No se trata de obediencia pasiva, sino de compromiso consciente con una visión, de acción responsable y de respaldo estratégico a los objetivos colectivos.
Ejercer el seguidorazgo permite dar fuerza y dirección al liderazgo. Le da cuerpo a la visión y viabilidad a las decisiones. Desde el principio de contradicción, resulta claro que no puede existir un mundo compuesto únicamente por líderes, ni tampoco uno formado solo por seguidores. Ambos son indispensables. Así como estudiamos cómo ser buenos líderes, también deberíamos estudiar cómo ser buenos seguidores, porque un buen seguidor es aquel que comprende el mensaje de su líder, lo cuestiona cuando es necesario y actúa de manera proactiva para materializarlo.
El verdadero poder transformador no surge del liderazgo aislado, sino de la combinación sinérgica entre un liderazgo visionario y un seguidorazgo estratégico. Por ello, la dinámica organizacional moderna exige un replanteamiento profundo de cómo concebimos el liderazgo en Colombia. El seguidorazgo no es una teoría académica abstracta, sino una necesidad estratégica determinante para el éxito empresarial, institucional y social.
Hoy, casi todo el mundo quiere ser líder. Pocos, muy pocos, reconocen el valor de ser seguidor. Y aún menos reflexionan sobre el tipo de seguidorazgo que ejercen. Así como hablamos de liderazgo ético, responsable y transformador, también debemos cuestionarnos cómo ejercer un seguidorazgo ético, consciente y constructivo, capaz de complementar y potenciar el liderazgo de forma armónica.
Desde In-Sight, el Centro de Liderazgo de Impacto de la Universidad EAFIT, estudiamos estos fenómenos con rigor y profundidad. En poco tiempo estaremos lanzando un informe dedicado a este tema, con el objetivo de seguir ampliando la conversación y aportar nuevas miradas sobre las dinámicas de liderazgo y seguidorazgo en los contextos organizacionales actuales. Queda abierta la invitación a leerlo y, sobre todo, a empezar a valorar el seguidorazgo como lo que realmente es: una fuerza silenciosa, pero decisiva, para la transformación colectiva.
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