Hablar del voto: decir y decidir

Foto: Diego Collazos

Las columnas no se escriben, menos sobre política ni en época electoral, sin motivaciones claras. Desacreditar, criticar, controvertir, se vuelven los manteles raídos enmascarando la tarea política, laboral o de prebendas de los autores, en recomendaciones, señalamientos o denuncias para posicionar candidatos, sea ante la opinión pública, que no suele publicarse, o la opinión privada que esa sí es masiva, verídica e imparcial. Muchos periodistas y autores de opinión sin embargo son responsables a la hora de escribir y podría decir atinados con sus votos, sin proselitismos o clientelismos. Pero seguimos en el mismo país maltratado por la renovación periódica de los quistes padecidos históricamente, nuevas caras, nuevas facetas y las mismas formas de entender, ser y hacer la política ante la innegable crisis humanitaria y de desigualdad.

Esta disputa electoral en particular ha dejado ver la rutinaria ilegalidad y las más primitivas y vergonzantes corruptelas en la clase política tradicional, que con delfines más jóvenes, cambios de look, omisión del uso de apellidos sindicados, herencia de curules, dirección de oficinas de gobierno o unidades técnicas legislativas desde las cárceles, repartidera de comida, zinc, ladrillo, cemento y plomo, cotizar el voto y cobrar. Los cambios también se notan, por primera vez Gerlein no se lanzó, las FARC son otra FARC sin fusiles, las investigaciones de una rama del poder público reclaman al hasta ahora intocable e innombrable hasta que se demuestre lo contrario, porque “esos hijueputas pueden estar leyendo esta columna”; hasta otra rama seca y la otra podrida de tanto archivar, cobrar, desmentir, cobrar, abrir investigaciones, cobrar y así hasta que del desgaste ciertos funcionarios parezcan más del Archivo General de la Nación y no lo que son: magistrados, fiscales o legisladores. Amparos electorales, escondidas entre la toga, carruseles, anillos y consorcios de corrupción, de corbata o de mochila. O como la consultora política en la que convirtieron el CNE. En fin, quienes me conocen saben ya no solo por quién votaré si no con quienes he tenido la sin par oportunidad de resistir civilmente y, por esta vía, dedicar la política para hacerle las cosas difíciles a quienes les va muy bien cuando al país le va mal.

Le creo a Robledo

Jorge Enrique Robledo Castillo no necesita presentación, el mejor senador de la historia del país, se ha convertido en el faro de la coherencia, rigurosidad y responsabilidad en la política colombiana, y sobre todo una eminente personalidad que le ha aportado al país, no solo con la mayor cantidad de debates y victorias de control, denuncia y labor senatorial, sino en el ámbito académico, obteniendo la máxima distinción a la labor docente Orden Gerardo Molina de la Universidad Nacional, siendo arquitecto ganador de premios por su aporte para entender la historia del país a través de revisiones exhaustivas de nuestra arquitectura colombiana, y en el ámbito social, como importante dirigente estudiantil en los 70s, concejal de Soacha y luego, en una tarea política conocida como los pies descalzos, con su esposa la artista y activista cultural Carmen Escobar, ir a parar al Departamento de Caldas donde se vincularon, para no abandonar nunca, a la lucha por las reivindicaciones de los campesinos paralela a la resistencia política contra el libre cambio, el ALCA y más adelante el TLC. Llegó al Senado en el año 2002, muchos no lo saben o les choca recordarlo, como líder cafetero, donando el sueldo de congresista a las causas que considera justas, y viviendo con lo que debería recibir como profesor pensionado. Lo demás puede verse en su incidencia en las luchas democráticas de los colombianos, con ese mensaje de “Colombia es un país con gentes de las mejores calidades del mundo, que merecen un país donde el sol salga para todos”; ser consecutivamente el senador más votado del país y en su promedio de 1,5 páginas diarias escritas desde que está en el Congreso de la República, en libros y artículos sobre los temas más diversos y profundos de la realidad nacional.

Lo he acompañado en todas sus campañas y trabajo político hace siete años, y conocido a miles de personas invaluables materializando su política en todas las regiones. En todas mis dimensiones que han explanado los encuentros con él, quiero resaltar algo que nos dijo alguna vez: “quién más estudia la realidad, quien más conoce el mundo es el que más lo disfruta. Vivan jóvenes, sean felices, porque es la única forma con la que ustedes podrán hacer la tarea a la que están llamados: transformar el mundo”, alguien le preguntó si él creía que el mundo se podía cambiar a lo que respondió “yo sigo creyendo que el mundo puede ser cambiado, pero eso no debe movernos porque uno tiene más posibilidades de corromperse en personalismos, lo que he hecho yo todos estos años en la vía democrática es para hacerles más difícil las cosas a los que se benefician cuando al país le va mal”.

Sergio Fernández: de la gente a la educación y la educación para la gente.

Tomar la decisión de escribir, es decir, dedicarme al oficio de la creación escrita, fue difícil, como las más importantes cosas que me han pasado, donde decidir para mí, por lo menos, ha sido paralelamente la más legitima expresión de libertad y la más rigurosa responsabilidad respecto a la realidad social, que es en el único ámbito de la vida en que considero debemos ser imparcialmente responsables la ciudadanía. Por lo mismo, el compromiso que se hace con la palabra en el caso de la escritura, o con la praxis en el caso de la política, no implican tedio o imposición directa o indirecta, sino una forma legítima de ser con, ante y para los otros, y al asumir esos compromisos, activar dimensiones del sujeto –psicológica, sociocultural, contextual, histórica, política, etc. –. Esta capacidad permite que decepción tras decepción sigamos votando, y luego de elecciones ampliar el margen de incidencia en la red de individuos asociados o disociados en las que todos los seres humanos nos configuramos actualmente, para responder como constituyente primario, como pueblo, al trascurrir de la historia.

Así que es por responsabilidad civil que aprovecho mi rol actual de escritor de columna de opinión, para atender esa otra inminencia política de elegir electoralmente, porque pienso que así reivindico el principio de la comunicación, independientemente del medio, que implica interacción y acercamiento entre y hacia nosotros.

A Sergio Fernández, actual candidato a la Cámara de Representantes por Bogotá como fórmula los Senadores Jorge Robledo y Alexander López, lo conocí en la Universidad Nacional en 2012 siendo vocero de la MANE en la que demostramos la capacidad de nuestras generaciones de incidir en el destino de Colombia, con movilizaciones pacíficas, creativas y democráticas paralelas a la discusión más cualificada que se haya dado en el país respecto a la educación que merecemos y necesitamos para garantizar nuestra soberanía, democracia y paz.

Desde el principio se convirtió no solo en mi tutor en la comprensión de los problemas más serios de la existencia, sino en humilde conversador cuyo humor, pedagogía y afecto por las personas suponen aportes para la vida personal de cualquiera que con él cruce palabras. Pero con los poderosos es un perro bravo que no solo ladra verdad, sino que muerde: fue capaz con otros voceros de encarar al establecimiento en medios de comunicación y debates políticos y académicos. Recuerdo como ese gran pensador y contundente orador de extracción popular, de como dice él “entre Bosa y Soacha, que ya no es sur de Bogotá sino norte de Melgar”, nos tuvo a cientos de activistas estudiantiles varias madrugadas estudiando los avatares más complejos de los sistemas educativos, la educación superior y los derechos sociales de la historia del mundo, para después trasnocharnos a otros tantos con el estudio del que considero su principal aporte como politólogo: la detección, desarrollo y evidencia de la relación del Tratado de Libre Comercio TLC con los EEUU con la propuesta de Reforma a la Ley 30 de Juan Manuel Santos contra la que luchábamos, y que significaron aportes exhaustivos en materia cultural, económica, sociopolítica e histórica al devenir de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil y el movimiento estudiantil posterior.

Luego denunció las jugadas de Luis Carlos Sarmiento Angulo y Juan Manuel Santos en el Proyecto de Renovación Urbana del CAN, y encaró a cuantos osaron defender los intereses del entonces segundo negocio inmobiliario más rentable de Latino América, expropiándole predios a la Universidad Nacional de los colombianos que se nos viene cayendo por abandono: bonita forma de cobrar el edificio de Ciencia y Tecnología que LSA donó parcialmente. Y recientemente como vocero de la Revocatoria a Enrique Peñalosa, la iniciativa democrática popular más contundente de la historia de la capital y el primer hito de esta naturaleza desde que somos República. Por ser tan importante persona en mi paso por el mundo además de ser mi guía político, sus cualidades, valentía, sinceridad y consecuencia, y por ser un joven que al día de hoy ha dirigido más causas justas que la mayoría de veteranos anquilosados en nuestra vida nacional desde el bipartidismo de siempre, es una invitación andante para en sus palabras: “darle al país una decepción menos y mil libertad más”.

En esa medida si no votara en Bogotá por Sergio Fernández, lo haría por Germán Navas Talero o María E. Botero. Y en el resto del país por las fórmulas de Robledo, muestra de que nuestras regiones pueden cambiar a punta de una nueva política de valores civiles, como entre muchos más lo demuestran: Darío Arenas en Caldas; Adriana González en Risaralda; Sergio Muñoz en Bolívar; Roberto Schmalbach en Santander; Nicolás Senior en Magdalena; Jorge Gómez y Reinaldo Spitaletta en Medellín o el cortero de caña Jhonson en el Valle del Cauca. No en estas elecciones, sino en el futuro, porque se que representan la dignidad que nos han socavado los de siempre. Por filiación política pero sobre todo por responsabilidad democrática, porque elegirlos a ellos es castigar a “los mismos con las mismas que han mal gobernado este país desde siempre”, y poner a los decentes y capaces a transformar este país como lección, no solo de que sí tiene arreglo, sino sobre lo que Colombia necesita y merece en sus prácticas políticas.

Gibran Mouarbes Giraldo

Psicólogo y director del Laboratorio de Teatro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en salud pública y psicología anormal. Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA, del Colegio Colombiano de Psicólogos COLPSIC y director del Teatro en Cuarentena Latinoamérica TECU.