Últimamente, he notado que el uso que se hace de ciertas redes sociales –especialmente, WhatsApp y parecidas– produce un grave problema de comunicación. Ese problema es que son un incentivo para creer, aún más –digo así porque este problema ha existido siempre–, que los textos, sin el contexto, son suficientes para la comunicación, algo que no es más que ingenuidad hermenéutica (interpretativa) fundamental.
El sentido de un mensaje no se puede entender sin saber quién lo dice, para qué y para quién, bajo qué circunstancia, bajo qué juego de lenguaje y desde qué horizonte, entre otros. Hermenéutica 101 que todavía sigue siendo ignorada, sobre todo en estos tiempos de fact checkers y de fake-news, donde el “fake” parece poder descubrirse solo remitiéndose a los “hechos”.
Esto causa graves problemas políticos y sociales, que afectan fundamentalmente a la libertad de expresión, pero que también afectan a la vida familiar, a las relaciones íntimas, a los amigos, y demás.
Un mensaje, ya sea por WhatsApp, Facebook Messenger o lo que fuere, requiere mucha más atención al contexto, contexto que solamente es “relativamente” claro en una conversación cara a cara.
Recibo a veces mensajes de gente que no conozco preguntándome por temas como el sentido de la vida y otros similares, por estos medios. Yo trato de responder amablemente, la cuestión es que me cuesta responder que ese no es el medio. ¿Quién lo pregunta? ¿Cuál es su historia? No lo sé. Pero entonces, ¿cómo voy a poder responderle apropiadamente?
Otras veces, algunos amigos me dicen por esos medios “Mira lo que me dijo” tal o cual amigo, o familiar, como si el texto o la famosa captura de pantalla fueran suficientes para poder entender. Si me lo mandaran en chino sería igual.
“Mira lo que me dijo X, que no vengas a casa”. Claro. No basta que me digas quién era desde el punto de vista de nociones mínimas como si era tu papá u otros que se le parezcan. El asunto es, ¿Quién es tu padre? ¿Cuál es la relación entre ustedes? ¿Bajo qué circunstancias te lo dijo? ¿Por qué te lo dijo? ¿Cuál es la historia familiar? Sin todo ello, ¿Cómo voy a poder entender “lo que” te dijo? No importa que me transcribas el texto. Necesito el CONTEXTO. Y para eso, necesito una conversación personal.
Las veces que yo invito a amigos y a desconocidos a tomar un café, testimonian que trato de ser coherente con esto, o una conversación vía Zoom si no queda otra. Y si no se puede ninguna de las dos cosas, son los límites de la humana comunicación. Asúmanlo: los mensajes de WhatsApp u otras aplicaciones de mensajería instantánea no solucionan esos límites, los agravan.
Así es como la gente se mata, casi literalmente, en las redes sociales. Si luego de una amistad de muchos años nos matamos igual, ¿qué esperar de gente que no se conoce? Y, sobre todo, ¿qué esperar de gente que cree que la apelación a supuestos hechos da por terminado un desacuerdo?
Para colmo, las redes nos han acostumbrado a tocar temas graves y delicados con frases cortas y efectistas, como si estas solucionaran el problema. Genial con las frases sabias y lacónicas, y que lo bueno es breve, entre otros; pero la sabiduría lacónica no abunda y también requiere de mucho contexto. “La Luna se mira en el agua / ¿Quién la enturbia? / ¿La niebla o el sapo?” Ok, sí, ahora dime qué quiere decir más allá del idioma que, además, es una lengua muy lejana sentida hace casi mil años (mil en serio)… “No calles lo que sientas, abre tu corazón”, en Twitter o como un recuadro bonito en Facebook. ¿Ah sí? ¿Y? ¿Crees que ya está? ¿Mañana vas y le dices a tu jefe lo que piensas, y luego te darás cuenta de que lo mediocre, si es breve, es doblemente mediocre?
¿Y los audios? ¡Claro que son muy prácticos! pero, de vuelta, NO sustituyen una conversación; audio va, audio viene, de 20 siglos cada uno… ¿Por qué no hablan por teléfono? (¿Qué pregunta de anciano inadaptado, no?). Y no, NO soy apocalíptico.
Las redes sociales llegaron para quedarse y evolucionar técnicamente. Genial cuando le puedo decir a alguien “no era esa la dirección, es…”, cuando 40 años atrás, ello implicaba la búsqueda frenética de un teléfono público; no obstante, hay que tener conciencia de los límites. La cuestión consiste es tener en cuenta que las redes no solucionan los malentendidos, sino que, al contrario, requieren mayores competencias comunicativas, mayores cuidados y mayor empatía, por parte de quienes las usamos. Educarnos en esas mayores capacidades comunicativas sería un buen modo de minimizar el problema.
Y si querían un mensajito cortito: saber leer y escribir, no es saber comunicarse.
La versión original de este artículo apareció por primera vez en el blog Filosofía para mí de Gabriel Zanotti, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.
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