“Si queremos un país de ciudadanos libres, responsables y prósperos, debemos rechazar las falsas promesas del populismo y evitar que Gustavo Bolívar llegue al poder.”
En Colombia, la libertad individual y el respeto a la propiedad privada han sido constantemente amenazados por políticos que buscan convertir el Estado en un ente paternalista y opresor. Gustavo Bolívar es uno de esos personajes. Su discurso populista, su cercanía con movimientos violentos y su desprecio por los principios del libre mercado lo convierten en una opción peligrosa para el futuro del país. Si bien su retórica de “justicia social” puede sonar atractiva para algunos, su historial demuestra que su modelo de gobierno conduciría a Colombia por un camino de mayor intervención estatal, represión de las libertades y crisis económica.
Uno de los principios fundamentales de cualquier sociedad libre es el respeto a la propiedad privada, pero Bolívar ha demostrado reiteradamente su desprecio por este derecho. Su respaldo a la “Primera Línea” durante el Paro Nacional de 2021 es una muestra clara de ello. Mientras miles de empresarios, trabajadores y ciudadanos sufrían las consecuencias de bloqueos, vandalismo y destrucción, Bolívar promovía la recaudación de fondos para financiar a quienes protagonizaban estos actos. En lugar de condenar la violencia, prefirió justificarla con la narrativa del «desespero social», ignorando que la protesta legítima no puede convertirse en una excusa para la anarquía.
El intervencionismo estatal excesivo, típico de los gobiernos que Bolívar promueve, siempre trae consigo corrupción, burocracia y favoritismo político. En 2024, él mismo admitió la existencia de acuerdos clientelistas en consulados para favorecer al gobierno de Gustavo Petro, evidenciando la hipocresía de su discurso «anticorrupción». ¿Cómo puede hablar de transparencia un político que justifica la repartición de cargos públicos como moneda de cambio para la aprobación de proyectos?
A esto se suma su papel en las campañas de desprestigio contra medios de comunicación que han sido críticos con el gobierno. En una democracia, la prensa libre es fundamental para el control del poder, pero Bolívar prefiere alimentar la narrativa de que toda crítica es parte de una «guerra sucia». Esta mentalidad es propia de regímenes autoritarios y debe ser una alerta para quienes valoramos la libertad de información.
El populismo de Bolívar no se detiene en su defensa de la violencia o en su participación en maniobras políticas cuestionables; también se refleja en su visión económica. Al igual que otros líderes de izquierda radical en América Latina, promueve un modelo basado en el gasto público desbordado, el subsidio como política central y la intervención estatal en la economía.
Sabemos que el verdadero desarrollo proviene del esfuerzo individual, la libre competencia y la reducción del poder del Estado sobre la economía. Sin embargo, Bolívar propone medidas que aumentarían el tamaño del gobierno y asfixiarían la iniciativa privada. Su cercanía con Gustavo Petro y su afinidad con políticas de corte socialista indican que un gobierno suyo seguiría la senda del fracaso económico, como ha ocurrido en países que adoptaron el mismo modelo.
Respaldar a Gustavo Bolívar en unas elecciones presidenciales sería elegir más pobreza, más represión y menos oportunidades. Su historial demuestra que no cree en la propiedad privada, fomenta la división social, manipula el aparato estatal en su favor y desprecia los principios de la libertad económica.
Colombia necesita líderes que defiendan el libre mercado, que reduzcan la intervención estatal y que protejan los derechos individuales. Bolívar representa lo contrario: un modelo fallido de paternalismo estatal que solo perpetúa la dependencia y el estancamiento económico.
Si queremos un país de ciudadanos libres, responsables y prósperos, debemos rechazar las falsas promesas del populismo y evitar que Gustavo Bolívar llegue al poder.
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