Comencé a escribir esta columna al final de una visita a la Cueva de Montesinos en la población de Ossa de Montiel en la provincia de Albacete, en la región de la Mancha, en España. Este es un lugar que inmortalizó la pluma de Miguel de Cervantes cuando relata un pasaje del famoso caballero durante los capítulos XXII, XXIII y XXIV en la segunda parte de su majestuosa obra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” (1):
“Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha”.
Tuve la oportunidad de visitar este legendario espacio en compañía de mi familia y de experimentar, en vivo y en directo, el aporte que puede hacer un guía turístico profesional y enamorado de su trabajo.
Previo a la visita había leído en el capítulo XXII las motivaciones de Don Quijote para visitar la cueva de Montesinos, para ir preparando emocionalmente la visita:
Pidió don Quijote al diestro licenciado le diese una guía que le encaminase a la cueva de Montesinos, porque tenía gran deseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por todos aquellos contornos. El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías, el cual con mucha voluntad le pondría a la boca de la mesma cueva, y le enseñaría las lagunas de Ruidera, famosas ansimismo en toda la Mancha, y aun en toda España.
La visita a la Cueva de Montesinos sin el acompañamiento de un guía turístico hubiera sido una experiencia insípida y tal vez habría tomado unos diez minutos. Pero enmarcada en la historia del Quijote y recreada con el entusiasmo de un profesional en turismo, y conocedor en detalle de la obra de Cervantes, nos tomó alrededor de una hora de recorrido en una experiencia que quedó marcada en nuestra memoria de turistas.
Cervantes narra en su obra que don Quijote bajó a la cueva atado con una soga quedándose dormido allí por una hora, tiempo en el cual tuvo un sueño (2) en el cual ocurre un encuentro con Montesinos, un personaje muy familiar en la literatura de la época, que le dice que la cueva fue habitada por unas quinientas personas que fueron objeto de un encantamiento por el Mago Merlín. En su sueño don Quijote conoció que varios personajes se convirtieron en ríos o lagunas y vio también a Dulcinea y a sus damas acompañantes.
Don Quijote le cuenta a Sancho, su fiel escudero, que su estancia en la cueva duró tres días con sus noches, y este acoge su argumento con la lealtad de un incondicional compañero de aventuras, aunque en el fondo no le cree:
-¿Cuánto ha que bajé? – preguntó don Quijote.
– Poco más de una hora – respondió Sancho.
– Eso no puede ser – replicó don Quijote-, porque allá me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y a amanecer tres veces; así que, a mi cuenta, tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
-Verdad debe de decir mi señor – dijo Sancho -, que como todas las cosas que le han sucedido son por encantamento, quizá lo que a nosotros nos parece un hora debe de parecer allá tres días con sus noches.
-Así será – respondió don Quijote.
Guardando las proporciones a mí me pasó algo parecido en la visita de una hora a la cueva de Montesinos, en mi calidad de turista raso. Con las explicaciones de un guía profesional, que con su entusiasmo y conocimientos nos hizo retroceder a los tiempos de Cervantes, pareciera que la visita hubiera durado toda la tarde, o, mejor, todo el día. La narración oral del guía reflejó tan dramáticamente el relato de Cervantes, que me sentí obligado a volver a leer los capítulos correspondientes en la noche al llegar al hotel. A través de sus palabras penetré en el mundo de las fantasías y ensoñaciones de Don Quijote y me enamoré para siempre de las Lagunas de Ruidera que ya no son, para mí, simples lagunas, sino encopetadas damas que están allí para conversar con ellas cuando vuelva, cada que tenga la oportunidad, a visitar la región de La Mancha a compartir con Miguel, un hermano manchego que me regaló la vida.
Desde que incursioné en el mundo del turismo con una perspectiva académica he pensado que en Colombia tenemos muchas oportunidades para acoger a los viajeros que llegan a nuestro país en la búsqueda de espacios para el turismo. Recuerdo que en el último curso antes de graduarme como Administrador Turístico en el Colegio Mayor de Antioquia hice una amplia ponencia sobre la figura del Guía Turístico, que conserva toda su vigencia.
En dicha ponencia resaltaba la necesidad de que en nuestro país se promoviera seriamente la figura del Guía Turístico como un actor privilegiado en nuestras ciudades y regiones con vocación al turismo.
Los orígenes de esta profesión en Colombia se remontan (3) a la época de la colonia, donde nativos conocedores del territorio y sus diferentes lenguas guiaron a los españoles hacia distintos rincones de este pedazo del nuevo mundo. La historia resalta como una de las guías más importantes de la época a la India Catalina que acompañó al conquistador Pedro de Heredia hasta el sitio de Calamarí para que allí fundara a Cartagena.
En esa época un misionero español, hoy conocido como San Luis Beltrán, aprendió los dialectos indígenas y se adentró en las regiones convirtiéndose en el guía por excelencia de la conquista, lo cual lo llevó a ser declarado como patrono universal de los Guías de Turismo.
En Colombia para actuar como Guía Turístico se debe tener una tarjeta profesional y así mismo estar inscrito en el Registro Nacional de Turismo. A partir del 2004 para ser Guía Turístico un requerimiento es el manejo de un segundo idioma.
Para nadie es un secreto que en nuestra nación el turismo es una gran fuente de desarrollo económico y social, y en particular la figura del Guía en Turismo cobrará cada vez mayor protagonismo.
En muchas ocasiones el guía turístico será el mayor contacto de un visitante con nuestra historia y nuestra cultura, de una Colombia llena de esperanzas en un futuro cargado de prosperidad para las nuevas generaciones.
Para terminar presento unos cuantos ejemplos de lugares turísticos, dentro de muchos posibles, en los que un guía turístico bien preparado podría cautivar a nuestros visitantes:
- La Hacienda el Paraíso en la cual se inspiró Jorge Isaacs para escribir la obra más destacada del romanticismo de América Latina.
- Macondo, pueblo imaginario inspirado en Aracataca por García Márquez y mencionado en sus obras Cien años de Soledad, Los funerales de la Mamá Grande y la Hojarasca. Como escribió Andrea Jiménez en el periódico El Tiempo, (4), es difícil saber cuándo uno deja de estar en Aracataca y comienza a estar en Macondo.
- Yolombó, donde Tomás Carrasquilla describió el ambiente conservador y machista de un pueblo antioqueño de principio del siglo XX.
Pero habría que diseñar la estrategia para convertir estos lugares, y muchos otros, en espacios de City Marketing, con la colaboración de todos los estamentos de la sociedad y particularmente con el apoyo de la academia.
Bibliografía:
(1). Capítulo XXII, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
(2). Capitulo XXIII, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
(3). MARCO LEGAL E INSTITUCIONAL PARA LA GUIANZA TURÍSTICA EN COLOMBIA. https://senaintro.blackboard.com/bbcswebdav/institution/semillas/634122_1_VIRTUAL/OAAPs/OAAP1/swf/aa2_oa1/oc.pdf
(4). http://www.eltiempo.com/colombia/barranquilla/cronica-un-viaje-a-los-pueblos-de-gabriel-garcia-marquez/15582637
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