“La democracia colombiana está bajo ataque. El presidente Petro le declaró la «Guerra a Muerte» a Colombia y es deber de cada colombiano estar preparado para dar la batalla. Defender la vida y la libertad es nuestro objetivo.”
Se suponía que en Colombia el discurso de Petro era solo eso, un discurso además de incendiario, vacío y fantástico. Pero al ver los últimos hechos acontecidos el pasado 1 de mayo, en verdad es imposible decir que solo sea un discurso demagógico y provocador. Gustavo Petro está empecinado en promover una guerra civil e implementar en Colombia una dictadura.
Cada vez que se va acercando el ocaso del gobierno de Petro, este con su oratoria venenosa, exacerba los odios, las venganzas, los dolores, las ilusiones y el desespero de los colombianos. Lo hace de una manera deliberada, Petro sabe que esa es su única carta que puede jugar para sentirse realizado en su forma de apoderarse de la nación.
Toda su vida ha engañado a Colombia y hoy siendo presidente – que por lo que veo no se ha dado cuenta que lo es – sigue timando a los colombianos falseando la realidad y pintando escenarios del pasado que nunca sucedieron y prometiendo el paraíso terrenal con ideas totalmente nocivas para la salud de la República.
No tengo pruebas pero tampoco dudas que Gustavo Petro es un adicto. Pero no un adicto cualquiera ni de cualquier droga. Petro sucumbió desde muy joven a la droga, letal y corrompida, del poder. Como todo agazapado decía que respetaba la democracia, las instituciones y la ley, pero solo le faltó llegar a la presidencia para desnudarse ante el país y mostrar toda la miseria que en su alma posee.
No creo que a estas alturas sea siquiera confortante decirle a Petro que respete los procedimientos democráticos. Está claro que no respeta ninguno y que se irá de frente y como pueda contra las instituciones para satisfacer su ansiedad del poder absoluto. No respeta las decisiones del poder judicial porque cree que están contra el «pueblo» y mucho menos respeta al poder legislativo que los ve como enemigos a los que hay que hay que eliminar físicamente.
Sin lugar a duda alguna, Gustavo Petro está emulando a Hugo Chávez, tanto en las formas como en el fondo y no ahorra elementos para comportarse como un dictador bananero. Tanto Chávez como Petro sufren de una nostalgia fantasiosa del pasado. Han leído la historia de Bolívar con las vísceras y no con la razón y el sentido común. Creyó Chávez y lo cree Petro que la «Gran Colombia» o la «Unión Latinoamericana» fue una tarea que dejó pendiente Bolívar y son ellos los llamados a hacerla. Son unos idiotas irredimibles.
Colombia bajo el gobierno de Petro llegó a un punto en que todas las alarmas para proteger la democracia, la República y las instituciones deben encenderse ipso facto. Lo que hizo el 1 de mayo en la Plaza de Bolívar fue el acto más abusivo y provocador de la historia de la nación. Utilizó a mucha gente para reproducir un discurso violento y confrontacional contra la Ley y la Constitución. Fue una declaración de guerra con todas sus letras.
Es imposible ya siquiera insinuar que lo que dice y hace Petro es una actitud pasajera sin importancia. Su declaración de guerra, con espada y bandera de «guerra a muerte» incluidas, es el mensaje más claro e inequívoco de un personaje que quiere ver a Colombia nadando en ríos de sangre y sobre montones de cadáveres inocentes. Lo que se eligió en 2022 fue a un potencial criminal de lesa humanidad.
No lo había querido escribir formalmente pero estoy pensando y reflexionando seriamente que en el 2026 pueda que no haya elecciones. Petro, adicto a la droga del poder, hará lo que sea para aferrarse al poder o, en caso contrario, incendiar a Colombia y gozar, como un psicópata, del dolor y de la muerte.
Es deber en momentos difíciles y de zozobra estar preparados, atentos, vigilantes, velando de día y de noche para cualquier escenario. Petro no puede ganar una guerra si del otro lado hay un ejercito que daría la vida en el campo de batalla para defender la vida, la libertad, la democracia, la República y las instituciones de Colombia.
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