El 23 de enero de 2019 ha sido un día histórico para Venezuela y eso me ha motivado a escribir de nuevo. Hace rato no hacía publicaciones de este tipo, pero creo que la situación de nuestro hermano país así lo demanda. En Venezuela juró como presidente Juan Guaidó, a quien, acertadamente, se ha reconocido como el presidente encargado y legítimo de la República de Venezuela.
Venezuela no tiene dos presidentes, como muchos afirman. Venezuela, por un lado, tiene un presidente legítimo, respaldado por la Asamblea Nacional, la comunidad internacional y gran parte de pueblo venezolano. Y, por el otro lado, un dictador sin legitimidad que se hace llamar presidente.
Es tiempo de tomar partido y preguntarnos, ¿de qué lado de la historia vamos a estar? Del lado que apoyó la dictadura de Nicolás Maduro y su opresión del pueblo venezolano o del lado que condenó y apoyó la asunción de un presidente legítimo, que opte por la transición a la democracia.
Nicolás Maduro debe pasar a la historia como lo que es. Un dictador que ha usurpado el poder de Venezuela y ha perdido la legitimidad en doble vía: origen y ejercicio. Maduro tenía legitimidad de origen y de ejercicio cuando fue electo para ser presidente entre el 2013 y el 2019. Sin embargo, perdió su legitimidad de ejercicio, como líder y representante del pueblo venezolano cuando decidió gobernar como un dictador que cambió la constitución, en la práctica cerró el congreso y atacó con violencia a la oposición o cualquier manifestación ciudadana de disidencia.
No contento. Perdió la legitimidad de origen cuando fue “electo» presidente de Venezuela en unas elecciones amañadas y plagadas de fraude. Unas elecciones donde incluso hubo opositores que no pudieron participar por estar encarcelados. Llegar, de forma ilegítima al poder fue lo que completó a Maduro como un dictador. En otras palabras, se comportaba un dictador -durante su primer gobierno a pesar de haber sido elegido democráticamente- y, posterior a ello, atacando la democracia fue elegido como dictador al ser partícipe de unas elecciones viciadas.
Así, Maduro perdió su legitimidad de origen y de ejercicio y se convirtió en un dictador y en un usurpador del poder ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela.
En ese sentido y, como demócrata, no me queda más que aplaudir y dar como bienvenida la asunción de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, para que ejerza un gobierno de transición y convoque a unas elecciones libres en Venezuela. El gobierno de Maduro, sí o sí, tiene que caer; las dictaduras no pueden ser más saludadas y bienvenidas, así que como colombiano y, teniendo en cuenta los vínculos con nuestro país hermano, creo absolutamente pertinente que se haga un gobierno de transición y se remueva a Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela.
Celebro, de igual forma que Iván Duque y gran parte de los países de América y Europa han afirmado que no reconocen el gobierno de Nicolás Maduro y empiezan a reconocer la legitimidad de Juan Guaidó. El debate, acá, aunque pasa por lo legal, es intrínsecamente político.
Creo que es hora de que las fuerzas armadas de Venezuela secunden al legítimo gobierno de Guaidó. Y, con esto, retiren su apoyo a Nicolás Maduro y su dictadura. Golpe de estado no habrá en Venezuela, pues el Golpe de Estado lo dio maduro en el momento en que como dictador no reconoció los parámetros más mínimos de una democracia y de la constitución. Lo que habrá es el retorno de la democracia y el desmonte de la dictadura.
Es necesario que el pueblo venezolano, en ejercicio del poder que le pertenece, porque son ellos quienes otorgan el poder a sus representantes, revoquen a Maduro y su gobierno de todo el poder que tienen y se rebelen ante él. A Venezuela no le queda más que recurrir a la resistencia civil y a abrazar al nuevo gobierno legítimo e interino que encabeza Juan Guaidó, la Asamblea Nacional, la oposición y la ciudadanía.
Venezuela me duele. Su crisis me duele. Los ciudadanos venezolanos me duelen. Los colombianos expulsados de Venezuela me duelen. ¿Hasta cuándo Maduro? El gobierno tiene que caer.