Hace apenas una semana dedicábamos este espacio para reconocer la gratitud de nuestra gente en todo el territorio por la labor del equipo de gobierno y la esperanza de que el gobernador Aníbal Gaviria regresara pronto a atender la responsabilidad que le encomendamos en las urnas. Hablamos de la alegría de servir como eje coherente de nuestras actuaciones. Unas horas después nuestro anhelo se hizo realidad y para alimentar la esperanza y la fe en la justicia, se nos comunicó el feliz regreso de Aníbal a la libertad.
Qué semana tan alegre y de tanto compromiso. No hemos dejado de trabajar y de atender los temas urgentes y las responsabilidades de la administración que implican las funciones, pero tampoco hemos dejado de sonreír y de recibir mensajes de alegría, de cariño, llenos de esa generosidad que obliga, que compromete. Una dicha que tiene bemoles en las circunstancias de orden público que siguen cobrando vidas y en la temporada de lluvias que continúa siendo un desafío, pero que estamos seguros podremos seguir enfrentando desde la unidad, con la convicción profunda de que la defensa de la vida es la prioridad.
Ese es el sentido del servicio público: sumar, escuchar y colaborar con otros para lograr que la realidad sea cada vez mejor para todos. Por eso es grato recibir los reconocimientos, porque se entienden como el producto de un esfuerzo colectivo y un espíritu común. Cómo no recibir las palabras de aliento y de confianza que ha expresado el propio gobernador como una invitación a continuar la marcha y seguir construyendo unidos el futuro que nos merecemos como sociedad, el que merecen nuestros hijos y los hijos de ellos.
Respetuoso profundamente de los credos y la fe de cada uno, de la libertad de cultos, he expresado mi agradecimiento a tantas y tantas personas que han orado por nosotros, que nos han encomendado a Dios y nos han llenado de bendiciones. Sin la guía permanente del Señor, sin la fortaleza que siempre le reclamamos, sin su bondad, no hubiera sido posible atender las responsabilidades que se nos encomendaron, como dije siempre, con el corazón herido, pero con la frente en alto. Infinitas gracias a Dios y a quienes nos han incluido en sus oraciones, con humildad les pido que sigan orando por nosotros, que no nos abandonen.
Gracias a la familia, desde siempre y por el presente. La familia es la fuente en la que bebemos desde niños, ahí se sembraron los principios que nos hacen coincidir con otros, el amor que nos permite compartir y festejar la vida, los valores que son nuestro equipaje. A mi madre, a mis hermanos y hermanas que han sabido acompañar y dar. A mis hijos que son motor, inspiración y aliento, quienes, desde su diferencia, sus intereses propios y sus particularidades siguen escribiendo nuestra historia. Ellos que han tenido que hacer renuncias y han aprendido a disfrutar los momentos y aprovechar los encuentros, que mantienen viva la fe en un futuro mejor, que nos impulsan para no desmayar en el propósito de ayudar a construir un mañana más amable. Ellos, los hijos, son nuestra mayor alegría. Sin familia no hay esperanza. Gracias inmensas a la familia.
Gratitud y amor a Sandra, mi esposa. Ella ha sabido darle sentido a la expresión compañera de vida. Sin renunciar a sus sueños alimenta los míos, sin perder su criterio complementa el mío, acompaña, pregunta, desafía, invita a ser mejor y protege con amor. Ella ha tenido que hacer renuncias y aplazar deseos para acompañar, para servir desde su orilla, para regalar alegría. Ha sido ancla y eje fundamental, confío en que me acompañe siempre en cada travesía.
Gracias también a los hombres y mujeres del equipo de gobierno que, como digo siempre, eligió con criterio e inteligencia Aníbal Gaviria y tuve el honor de guiar por estos meses. Personas íntegras y talentosas que han sabido trabajar desde la unidad, que se han mantenido firmes en los principios, que han demostrado cotidianamente lo que significa trabajar con esperanza y servir con alegría. Un equipo maravilloso que aprovecha las diferencias para construir y las particularidades para aportar. Gracias amigos, hermanos de causa, gracias por amar a Antioquia, por poner su talento y su inteligencia al servicio de los otros, por cuidarme y acompañarme en la tarea enorme de llevar las banderas de un hombre inmenso moralmente, de un líder de tamaño excepcional.
Gracias infinitas a los antioqueños todos que han visto en mí al servidor que he querido ser. El destino, las circunstancias, me han dado el más alto honor que un antioqueño puede tener: ser gobernador de esta tierra que llevamos en el corazón. Sin el apoyo, la crítica, el compromiso de todos, no hubiera sido posible. A los alcaldes y alcaldesas, a los gremios y empresarios, a los líderes políticos y sociales, a los representantes de la academia y de la cultura, a los hombres y mujeres que nos han dejado oír sus voces, mil y mil gracias. Seguiremos caminando y escuchando, trabando con ilusión por un futuro mejor. Este es un mensaje de agradecimiento que compromete porque la marcha continúa.
Luis Efe Suárez.
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