Golpe de Estado

“Más que denunciar un supuesto golpe de Estado, el gobierno quiere intentar controlar la agenda de los medios para darse un respiro de las noticias de su propia incompetencia”


Soy de los que piensan que la paranoia del presidente no es más que un intento por controlar la agenda mediática. Con su tono profético declaró en los últimos días que supuestamente existe un plan de golpe de estado o para asesinarlo en los próximos meses: “la orden está dada (…) o asesinan al presidente o lo tumban”, declaró.

Estas declaraciones las dio pocos días después de propinar una alocución en pleno paro camionero en la que todos esperábamos saber si el gobierno había adelantado algún avance, pero en realidad su interrupción a la programación habitual fue para leer en un papel arrugado sobre el software espía israelí Pegasus y la presunta compra del gobierno anterior de dicho programa para espiar al entonces candidato y ahora presidente.

En el momento más crítico de la semana del paro Petro interrumpió los noticieros nacionales a las 7:00 p.m. para darnos una noticia que se viene investigando (en la luz pública) desde marzo. Este tipo de estrategias le encantan al presidente. Además, también parece sentirse realizado en la cámara, recostándose soberbiamente en el atril y hablando desde un pedestal intelectual (no fundamentado) sobre un tema del que nadie espera que hable.

Cambiar el tema, desviar la atención, dominar la agenda de los medios: son obsesiones que acompañan a la mayoría de los gobernantes, pero sobre todo a lo más esquizofrénicos como Petro. Richard Nixon desde antes de Watergate había emprendido una cruzada maniática contra los medios. Nixon que fue seguramente el más paranoico de los mandatarios estadounidenses, quizás nunca repudió más a un sector que al de los medios de comunicación.

Es probable que Petro aborrezca más a los empresarios y a ciertos gremios, pero en los últimos meses ha dejado entrever que no soporta las críticas de los periodistas. En junio calificó a María Jimena Duzán y a Vicky Dávila de hacer “periodismo Mossad” y, unos pocos meses después, volvió a atacar a las periodistas diciendo que “las periodistas del poder, las ‘muñecas de la mafia’, construyeron la tesis del terrorismo en la protesta y la criminalización del derecho genuino a protestar”.

El presidente que en sus décadas buscando el poder se presentó como un defensor de la libre expresión, olvidó en su cargo actual que el ejercicio periodístico constituye uno de los más importantes contrapesos al poder público, político y fáctico. El problema es que el actual gobierno no se siente cómodo gobernando porque no sabe cómo hacerlo. Vino a romper un statu quo, pero en su intento de quiebre olvidó que alguien tiene que tomar las riendas para hacer y reformar las políticas públicas que necesitan los ciudadanos para lograr proveer un estado de bienestar a todos los colombianos.

El periodismo simplemente se ha encargado de señalar la constante ineptitud del poder ejecutivo y esto ha dado píe a que el presidente crea que quieren derrocarlo y asesinarlo. Nadie niega que la mayoría de los medios responden a unos intereses particulares y tienen líneas editoriales que pueden contener sesgos o al menos unas paredes de donde no pueden salir. Pero, con todo, el periodismo en Colombia ha sido imprescindible para vertebrar nuestra democracia. No es justo que sean atacados por los gobernantes. En una balanza de poder no hay una lucha justa si se pone de un lado el presidente y del otro los periodistas (por más de que detrás de los medios más grandes estén los grupos económicos más importantes).

Todos debemos recordar que hay dos funciones esenciales del periodismo: su función informativa y su función fiscalizadora de los gobernantes. Las dos molestan al actual gobierno, en especial la segunda, cuando dejan en evidencia que llegaron al poder sin mucha idea de lo que tenían que hacer en sus cargos. Más que denunciar un supuesto golpe de Estado, el gobierno quiere intentar controlar la agenda de los medios para darse un respiro de las noticias de su propia incompetencia.

Pablo Güete Álvarez

Abogado con énfasis en Derecho Comercial Internacional de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene un Master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como abogado litigante en firmas internacionales.

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