“Las decisiones más impopulares serán las que podrán solidificar un Estado que se estaba cayendo a pedazos y ahora cuenta con una nueva oportunidad.”
Si se tuviese que escoger una película para describir la política española actual, no estaría muy errado recomendar para la elección a Mad Max, la trilogía del anarquismo en un mundo pos apocalíptico. El de gobiérnese quien pueda. Porque eso es lo que parece que se encontró el gobierno de coalición del presidente Pedro Sánchez (Partido Socialista Obrero Español) y el vicepresidente Pablo Iglesias (Podemos), al tener la responsabilidad de gestionar la mayor crisis sanitaria del último siglo, ya sabiendo que la crítica de la bancada política de la oposición y los medios afines a su ideología iban a ser feroces.
Un gobierno “mentiroso” (como afirma sin pudor la oposición) desde su origen, debido a que Sánchez dijo que no iba a pactar con la “extrema izquierda” de Iglesias, pero que ya se ha visto que poco o nada duraría la promesa. Otra muy popular fue la de apostar por la soberanía y unión de España, también un principio “traicionado” por el Gobierno (como dicen los políticos de centro y derecha) tras empezar diálogos, con fines políticos, con grupos nacionalistas e independentistas catalanes y vascos. Una vergüenza para los españoles como diría Santiago Abascal, el presidente de Vox, porque bien se sabe que es moralmente incorrecto establecer puntos en común en la política, y mucho peor, tampoco se pueden establecer conversaciones con partidos ligeramente alejados de mi punto de vista.
La oposición, conformada principalmente por el Partido Popular (PP), Ciudadanos y Vox dejan mucho que desear no solo a varios de sus votantes, sino también a aquellos que se puedan sentir decepcionados de los líderes que eligieron tras la moción de censura en contra de Mariano Rajoy (PP), donde habría que pescar votos en las próximas elecciones. Por parte de Ciudadanos, presidido por Inés Arrimadas, la imagen ante la opinión pública cada vez es menos fuerte, todo por sus posturas frente al gobierno actual, sumadas al abandono de la militancia de varios políticos, quienes se han marchado al PSOE o PP.
Por otro lado, el Partido Popular fue capaz de crecer durante la pandemia, especialmente tras un discurso ejemplar de su presidente, Pablo Casado, durante la moción de censura citada por Vox en contra del gobierno actual. Sin embargo, el efecto no ha durado mucho, razón por la cual PP ha caído ligeramente en los últimos sondeos. Mientras tanto, Vox se sigue situando con más fuerza utilizando un mensaje que apela más a la indignación y nacionalismo que a propuestas claras, cosa que le criticó Casado a Abascal durante el discurso citado anteriormente. Unos grupos que no ha podido sacar ventaja política clara durante esta crisis.
La “guerra” política no termina ahí. Hay que añadirle las confrontaciones entre el Gobierno Central con la Comunidad Autónoma más importante de España, la de Madrid. La administración Ayuso lleva en constante confrontación con la de Sánchez desde que empezó la pandemia, esto debido a la actitud reacia de su presidenta frente a las medidas recomendadas para frenar la ola de contagios. Medidas que van en contra de su espíritu liberal, debido a que parece más importante tomarse una cerveza que dar restricciones (que son, evidentemente, medidas impopulares) a su pueblo para evitar más contagios, en un país donde la situación vuelve a empeorar.
También en vísperas de las elecciones de la presidencia de Cataluña, donde el candidato socialista será el ministro de sanidad, Salvador Illa, en plena tercera ola y durante el inicio del programa de vacunación. Medida justificada en la espera de recuperar Cataluña en la lucha contra el independentismo, generando un poco más de estabilidad en España como nación. Pero, incluso con esa justificación, no deja de ser irresponsable tomar esa decisión, en estos tiempos.
La política, desde que era muy pequeño, me la enseñaron implícitamente en que los políticos buscarán primero su estabilidad y luego, si pueden ayudar a los ciudadanos, lo harán. Aunque ese pensamiento parece que podría verse reflejado en el país ibérico, está muy lejos de la realidad. España, este 2021, se juega mucho en sus políticas estatales, sociales, económicas y sanitarias. Las decisiones más impopulares serán las que podrán solidificar un Estado que se estaba cayendo a pedazos y ahora cuenta con una nueva oportunidad.
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