El debate político a veces alcanza un nivel tan bajo en Medellín, y en general en el país, que uno puede comprender por qué hay tantos ciudadanos apáticos con la política, pero sobre esta idea hay debates interminables que en esta ocasión no voy a retomar porque nunca acabaría.
El tema del que voy a hablar en esta oportunidad es de esa manía tan pero tan colombiana de gobernar con el espejo retrovisor. Sabemos que en política siempre debe existir ese otro, ese enemigo, real o ficticio, que se usa para crear los discursos, vender soluciones, o posibles nuevos rumbos e incluso a veces, venderse como la única solución a los problemas que dejó el otro o la otra según sea el caso.
No obstante, en un largo y complejo historial de violencia política el debate público de muchos ha hecho que los ataques a ese “enemigo” deshumanicen por completo al otro, lo conviertan en un monstruo, implosionando por completo los puentes de comunicación que en una democracia sana deben existir sí o sí.
Criticar las pasadas administraciones se vuelve entonces una práctica recurrente en los nuevos alcaldes, gobernadores e incluso presidentes, sólo para mencionar un ejemplo, cómo olvidar las duras críticas que le hizo Iván Duque como presidente a su antecesor Juan Manuel Santos por haber hecho el proceso de paz con las FARC, o en palabras de Duque por “haberle regalado el país a la guerrilla”.
Tengo la seguridad de que cientos de prácticas como estas han sido registradas en la larga historia de Colombia, y que quienes me leen pueden tener decenas de ejemplos a la mano de ese exceso de espejo retrovisor que a veces entorpece la ejecución de los nuevos planes de gobierno.
Y es que a pesar de saber que siempre existirá un enemigo, un villano de la historia o un antítesis, es inevitable que llegue un punto en el que recurrir a los debates interminables con estos agote por completo a la ciudadanía y disminuya la calidad del debate público, pues siempre todos los temas sin importar cuáles sean se verán en el espectro nosotros vs ellos, los buenos y los malos donde inevitablemente pierde la ciudadanía.
En el caso de Medellín la gobernanza con espejo retrovisor se consolida como una constante, en días pasados el alcalde Federico Gutiérrez mencionó que Daniel Quintero era un “bobo con iniciativa” luego de que el ex mandatario denunció una presunta persecución en su contra que estaba lejos de ser real.
No obstante, el hecho de volver una y otra vez sobre el tema de la administración de Quintero se volvió en un vaivén que no parece que vaya a terminar a pesar de que la nueva administración ya lleva más de un año de ejercicio.
Es más, este abuso del espejo retrovisor se aviva aún más en el Concejo de la ciudad cuando por pedir altura a la hora de referirse a personas pertenecientes al núcleo cercano de Quintero que hace poco perdieron su investidura se ataca y se ubica en el mismo bando de enemigo a Consejeras Distritales de Juventudes, una vergüenza total.
Ya va siendo hora de dejar atrás la alcaldía de ese “bobo con iniciativa”, cuya reiteración constante sólo ha deteriorado el debate público, lo más probable es que Quintero sea un férreo opositor de la administración actual, tal y como lo hizo el mismo Gutiérrez cuando estaba fuera de la alcaldía.
Pero, lo que sí dejan los enfrentamientos sin sentido de Quintero y Fico no es más que dos bandos que se tachan el uno al otro, y se atacan de forma feroz viendo todo a blanco y negro sin matices, como se evidencia en las propias redes sociales, donde los insultos y ataques sin sentido muestran el talante político tan bajo al que llegó la ciudad.
En Medellín hay problemas mucho más importantes que atender, como el mal estado de la infraestructura en las instituciones educativas, la crisis financiera de la Universidad de Antioquia, la pobreza multidimensional, los hechos violentos ocurridos al interior del estadio, sólo por mencionar algunas cosas, ya va siendo hora de dejar de lado la pasada administración de Quintero.
Fotos sacadas de: @quinterocalle y Prensa Alcaldía de Medellín.
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