Gaitán vive en “la serpiente de fuego”

Santiago de Cali, enero 24 de 2025

 La obra del escritor caleño Philip Potdevin, me sedujo desde el comienzo por la bella prosa poética y filosófica, que derrocha con el narrador personaje en primera persona: Jorge Eliécer Gaitán. Me impactó también el genial recurso de dejar fluir la conciencia del protagonista, en los últimos 53 minutos de su existencia. Philip aprovecha muy bien el breve lapso, para mostrarnos al Jorge Eliécer Gaitán, que no conocemos: al ser sensible y contradictorio con sus deseos, temores y equivocaciones; al ser, en toda su complejidad. Sin duda, Philip investigó mucho sobre su vida. Con maestría da un gran espacio a la ficción que, al ser presentada con verosimilitud, deja a los lectores atrapados en un terreno movedizo, en el que la frontera entre lo real y lo ficcionado, no se delimita.

El autor aprovecha el fluir de la conciencia de Gaitán, para recordarnos no solo las vivencias importantes de su acontecer político, si no la forma cómo las vivió:  aquello qué lo cimbró, los sentimientos qué percibió en sus seguidores y opositores; cómo captó el plan, el engranaje de los poderosos para eliminarlo y quiénes fueron; Los errores políticos qué cometió.  En medio de las profundas reflexiones sobre su rol como líder y su conciencia de poder sobre las masas, nos acerca a su esposa Fenicia y a su hija con emotivos recuerdos; sin embargo, el gran tema, que atraviesa la obra y le da vigor, es el acercamiento de Gaitán al mundo mítico, de leyenda y de superstición. Gaitán lo va tejiendo desde las primeras páginas y lo refuerza, al narrarnos su experiencia en la Chucua, cuando vio morir a sus escasos ocho años, al jinete sobre el caballo ruano: páginas 56 a la 62, ediciones Opus Magnum y lo sigue alimentando, cuando nos cuenta que su padre para celebrar sus catorce años, momento en que empieza a usar pantalones largos, lo invita a beber chicha y le entrega dos amuletos con forma de serpientes. Los llevaba el jinete que se ahogó. El padre le sigue informando:  consultó a un anciano de la región y se sorprendió al escucharle que son símbolos de poder con carácter sagrado; quién los lleve, estará protegido. El anciano le habló también de la transformación de dioses en serpientes y en otros animales: páginas 65,66 y 67,71.

El discurrir de la conciencia transcurre en el quirófano, mientras escucha a los médicos y a las enfermeras, conversar sobre los pormenores de su estado de salud, que cada vez se torna más crítico. (Importa anotar que mientras Gaitán agoniza, su oído sigue vivo) De vez en cuando un médico o enfermera, precisa la hora exacta. Es la forma que usa Philip para marcar el tiempo cronológico. El primer dato lo da en la página 48. Leemos que a la 1:03 p.m, sale del ascensor con unos amigos para ir a almorzar a un restaurante cercano. Al salir del edificio donde queda su oficina, en compañía de un senador que lo aferra del brazo, página 20, al intentar atravesar la calle, comienza a recibir los disparos. Con la anterior información, podemos calcular el tiempo total transcurrido del asomo de su conciencia humana: 53 minutos. Después de que Gaitán mira la hora, la 1:03 p.m, pasaron aproximadamente 2 o 3 minutos. Así que empieza a “morir” cerca de la 1: 05 p.m.  y cuando “muere”, en la página 124, es la 1:58 p.m.

El tiempo cronológico avanza linealmente. El tiempo psicológico, materializado en recuerdos y reflexiones, va y viene. Vivimos con Gaitán en el presente, el cese lento de la función de sus órganos y a la vez, lo que pasa afuera: la reacción enfurecida del pueblo en las calles; con el pasado, vivimos sus reflexiones sobre sus vivencias relevantes. Contrastan la fuerza y vitalidad de su conciencia con el deterioro de su cuerpo físico. El contraste nos prepara para vivir con el protagonista, su transformación en el ser mítico: La Serpiente de fuego. Desde las primeras páginas, le da vida y forma. A la par que lo construye, lo va asumiendo y comienza a ser parte de él. La conciencia está fuerte en el inicio del cambio y se debilita, (oye voces apagadas y deja de escuchar la suya), cuando los médicos informan sobre su “muerte” humana. Es consciente sí, de su paso a otro ser y de la trascendencia del fenómeno: lo leemos en el cierre de la obra.

La fuerza del fluir de la conciencia, la percibimos por el manejo que hace Philip, de la puntuación: nos encontramos con encadenamientos de palabras, que forman parte de extensas ideas, cuyos límites los marca el punto y coma. No es gratuito que el escritor use el punto y coma en vez del punto seguido. El punto y coma, refuerza el acercamiento semántico entre cada pensamiento. El ir y venir de ellos, estructuran el monólogo. La velocidad con la que llegan los recuerdos y la potencia de las reflexiones, determinan que no queramos soltar el texto. A ello se suman la poesía en su prosa y sin duda, el querer saber cuánto tiempo permanecerá Gaitán con “vida” y cómo va a sortear su metamorfosis en Serpiente de Fuego.

Como ya anotaba, el gran tema que cruza la obra, es la metamorfosis de Gaitán en un ser mítico y de leyenda; sin embargo, el aflorar de la conciencia, va a tener igual protagonismo. Lo leemos al comienzo, en las páginas 28, 29,44 y lo retomará en el transcurso de la obra.  Cuando el autor comienza a darle forma al mito, con el relato de la vivencia de Gaitán en la Chucua, a su vez empieza a mostrarnos el poder del devenir de la conciencia: dónde se ubica y su importancia. El tema de la conciencia, lo podemos leer con más profundidad en las páginas 54 y 55 y lo va a enhilar con lo mítico, en las páginas que siguen.

Destaco lo que dice Jorge Eliécer Gaitán, en las páginas 54 y 55, sobre la conciencia: “¿dónde se ubica exactamente, la conciencia?, definitivamente, ahora confirmo, no es en la cabeza donde tiene su asiento, no en el cerebro, ni en la mente, pues si así fuera no podría en este momento ser consciente de  mi conciencia, estar reflexionando con mi cerebro destrozado por una bala, la conciencia es, en consecuencia, autónoma, independiente del cerebro y  la mente, qué maravilla, se refugia en algún lugar inasible, se rebela y se niega a ser aprehendida o reducida a un proceso físico-químico, ¡qué misteriosa es la conciencia!;”

Me parece muy importante destacar, lo que Jorge Eliécer Gaitán recuerda sobre una pregunta que le hizo a la abuela, cuando él era muy niño: ¿de dónde venimos? Ella le respondió:  de la Chucua y muy orgullosa comenzó a narrarle el mito que afirmaba su origen muisca: páginas 57 y 58. Cuando Gaitán exploró la región de la Chucua y vivió la traumática situación con el jinete, ya había escuchado a la abuela y al padre, hablar sobre el enigmático lugar. Después de que la abuela le narró el mito, le dijo algo muy importante: Veamos la página 58: “…debes saber que tu origen es ese y también será tu destino pues en la naturaleza todo vuelve a su origen, nunca lo olvides, nuestra gran madre y su marido un día regresaron, ancianos y se despidieron de todos invitando a la gente a vivir en paz y armonía, a obedecer las normas que ellos habían dado y a respetar la naturaleza y no más decir eso, se convirtieron en serpientes, envueltas en llamas…”

Jorge Eliécer Gaitán, nos deja la imagen de la abuela, como ser sabio que le predice el futuro. El cierre es bello:  poético, simbólico, mítico y filosófico. La voz de Gaitán se va apagando, a medida que empieza a retornar a la naturaleza convertido en Serpiente de fuego. Solo escucha “… un ensordecedor estrépito de la naturaleza, un fragor de tempestad, de borrasca formidable…todas las voces desde las más graves a las más agudas…se ensamblan en un coro triunfal… de música de las esferas…todo al unísono entona…la más bella melodía que la humanidad haya compuesto de manera colectiva…”

 El cierre de la obra le da vida al mito. Gaitán vive la transformación que le predijo la abuela. Todo cobra sentido: la humanidad ha desobedecido las reglas dadas por los dioses: no hay paz, no hay respeto por la naturaleza. Gaitán, empezó a asumir la hermosa misión y cuando estaba a punto de alcanzarla, se la truncaron seres poderosos, recelosos y temerosos de los cambios, que él anunciaba.  Pretendieron aniquilarlo. No lo lograron porque desde niño quedó predestinado, al vivir la significativa experiencia en la Chucua.

Luz María Gómez Ospina

Colectivo de literatura de Cali Palabras Cruzadas.

Columnista Invitada

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