Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.
En la editorial alemana Kurt Wolff, en diciembre de 1915, fue publicada la primera edición, en formato libro, de la obra La Metamorfosis del escritor de origen judío Franz Kafka, relato expuesto con anterioridad en la revista Die weissen Blätter, también de la editorial alemana, durante el mes de octubre del mismo año.
Este, su trabajo más reconocido, narra la historia de Gregor Samsa, único sustento familiar quien un día amanece convertido en insecto. Sobre esta premisa el escrito, dividido en tres partes, cobra forma, donde el característico estilo del autor se va formulando, desenvolviéndose en espacios cerrados, en ambientes sombríos, con acontecimientos extraños, incomprendidos y misteriosos, en el que la reflexión, más que la acción, predomina en la historia.
La influencia literaria de esta obra hacia América Latina no ha sido poca, donde las letras sobrepasan fronteras y se convierten en parte indispensable de la vida humana en cualquier espacio y tiempo. Escritores como Jorge Luis Borges, quien se refirió así mismo como un tardío discípulo de Kafka y a quien se le mal atribuye, en medio de polémicas, la primera traducción de La Metamorfosis al español (también se le atribuye con mayor sostén a la escritora Margarita Nelken), reflejó la admiración por el autor en un breve ensayo publicado en la editorial argentina Orión, a manera de prólogo, en la edición de esta obra en 1991. También son conocidas las palabras de Gabriel García Márquez acerca de ella como: “una revelación”, en la que no dudó en referirla como de vital influencia para su primer cuento publicado, La tercera resignación¸ y de toda su carrera literaria.
Franz Kafka dejó un legado importante en la literatura moderna y contemporánea, cuyas obras se enmarcan en un campo de signos y símbolos múltiples. El proceso, El castillo y El desaparecido, novelas inconclusas (y únicas) publicadas de manera póstuma por Max Brod, amigo y editor del autor, han sido un referente cultural aún con el trabajo editorial que Brod realizó para su publicación, haciendo caso omiso a los deseos de Kafka para destruir su obra. En el transcurso de los años, han sido muchas las interpretaciones al respecto, de las cuales se infieren características que le han valido el término kafkiano a sinnúmero de rasgos, fenómenos o hechos dentro y fuera de la literatura, ante el valor metafórico de los elementos literarios yacentes. No es desconocida la magnitud de su figura para evocar o hacer referencia a aspectos distintivos, como aquella afamada frase de Alejandro Palma Argüelles: “Si Kafka hubiera nacido en México, sería un escritor costumbrista”, de la que han surgido una serie de variaciones al sustituir la palabra “México” por algún país de Iberoamérica, sea Cuba, Argentina o Colombia, por decir algunos, en un intento de apropiación del mundo kafkiano, aún sobre Kafka.
Celebrar 101 años de una obra relevante en la literatura mundial, aunque, irónicamente, poco valorada en su país (actualmente República Checa) y pese a la serie de conflictos entre las traducciones –La Transformación, dicen con seriedad, sería el título idóneo-, así como el desatino de colocar la figura del insecto en portada, en la aparente costumbre de ignorar las demandas del autor, requiere más que vitoreos y ovaciones, sino de un serio análisis de las implicaciones y aportes de Kafka a la cultura del mundo contemporáneo, de quien Borges se expresó como: “el gran escritor de nuestro atormentado y extraño siglo.”
Y aún de este, agregaría.