Fotografía de una realidad esquizofrénica

Resulta que esa esquina de la ciudad, justo al frente del bello edificio del hotel Nutibara, es un escenario de disputas y violencias de todo tipo, pero como si se tratara de la cabeza de un esquizofrénico el sector vive realidades paralelas metro a metro y segundo a segundo.


Amanecer del lunes 24 de mayo de 2023, carrera Bolívar con calle De Greiff. Debajo del viaducto del metro muchos se disputan la vida codo a codo. Me topo con esta tienda de artículos de segunda cuyo emplazamiento es un himno al arte de cuidar el detalle y el buen gusto. La disposición de los artículos hace pensar que ya no son más objetos en venta sino que se trata de elementos expuestos en un museo de arte moderno.

Todo en la exposición es equilibrado y limpio. Los zapatos en fila nos hablan de la intención del curador-vendedor por atraer la mirada de los viandantes para hacer un barrido ocular por los artículos, coloridamente custodiados por dos cuadros del corazón de Jesús y uno más del buen pastor. Los volúmenes de los objetos se equilibran entre el segmento donde se disponen los cascos de motociclista y la pila de vestuario al fondo. Se advierte que los elementos centrales parecen escamotear sus volúmenes diversos jugando con las formas, con lo que el resultado es hacerse más visibles. Con razón el orgulloso dueño del negocio posa con sus brazos en jarra satisfecho de su trabajo, sin olvidar que ha escogido ese segmento entre las dos columnas del metro cuyo suelo previamente ha cubierto con una colorida tela a la medida del área de la tienda.

A estas alturas el lector se habrá percatado de que la columna de la derecha exhibe una cinta para cerramiento de lugar. Pues ese mismo día, más temprano en la mañana, dos habitantes de calle que dormían en esa acera tuvieron un enfrentamiento a puñal. Uno de ellos murió en el lugar y su asesino fue conducido a la cárcel. Resulta que esa esquina de la ciudad, justo al frente del bello edificio del hotel Nutibara, es un escenario de disputas y violencias de todo tipo, pero como si se tratara de la cabeza de un esquizofrénico el sector vive realidades paralelas metro a metro y segundo a segundo.

Tan solo unos metros al sur de esa ubicación, a la vista de la bella tienda del usado, se encuentra la plaza Botero y el conjunto escultórico del maestro Fernando Botero. Allí, un remolino de personas con acentos extranjeros y pintas multicolores se da cita para tomarse fotos junto a las abultadas efigies, ajenos a cualquier otro acontecer. En un mismo tiempo y lugar la vida transcurre desde realidades que se oponen radicalmente y que invitan a pensar lo difícil que resulta gestionar la vida cotidiana en una ciudad con tales contrastes.

Las ciudades modernas latinoamericanas son un reservorio de acontecimientos y procesos que se presentan tozudamente cada día pero que parecen no interactuar, no tocarse mutuamente. El celofán que divide unos hechos de otros parece dibujar contenedores en los que la diversidad que va de lo bello a lo macabro cohabita sin apenas tocarse. Hace unos pocos años un hecho tan disruptivo como un homicidio alteraba la vida cotidiana por un buen rato, dejando en la mente y en el alma de quienes lo presenciaban una congoja, cierta tristeza ante la comedia humana o alguna inquietud lacerante cargada de preguntas existenciales; ahora tan sólo un fugaz asombro que rápidamente se diluye en los entresijos de la urbana esquizofrenia.


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Andrés Arredondo Restrepo

Antropólogo y Mg. Buscando alquimias entre Memoria, Paz y Derechos Humanos.

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