Son tiempos aciagos en todas las latitudes. Nos encontramos en un siniestro lugar común donde todos vislumbramos parafraseando a Karl Marx como lo sólido se desvanece en el aire y todo lo sagrado se profana.
Vemos que se cierne una transvaloración de todos los valores como un proceso mediante el cual se cuestionan y subvierten los valores tradicionales para dar paso a una nueva forma de moralidad.
Lo anterior, no solo se constata con la alta belicosidad geopolítica, el creciente imperio de las grandes empresas de datos con sus amenazas al estado de derecho y nuestra condición de humanos, y en nuestro contexto la crisis que hoy en día enfrentan la educación y las universidades, fundamentalmente por la ausencia de dicentes.
No obstante, celebrando la semana del idioma, del lenguaje o de las letras, del arte de escribir, de leer; que mejor que recordar alegóricamente este origen en donde encontramos un regalo del Titán Prometeo al crear los seres humanos, entendiéndolo como esa facultad de razonar y de poder comunicarse, como ese fuego que hoy más que nunca debemos mantener encendido como un candil hacia la salvación, que no es otro, que las letras, el idioma, el conocimiento o la sabiduría.
“En cuanto puedo yo juzgar, es un presente hecho a los hombres por los dioses, que nos ha sido enviado desde el cielo por algún Prometeo, en medio de brillante fuego.”
“Los dioses, como ya he dicho, nos han dado el arte de examinar, de aprender y de instruirnos los unos a los otro”
“Lo que he dicho, Protarco, se concibe claramente aplicándolo a las letras; atiende, pues, a lo que te han enseñado desde la infancia.”
Desde el relato bíblico el libro del génesis se narra la historia de la torre de babel que querían construir los seres humanos para llegar hasta al cielo. Dios en respuesta a esto confundió las lenguas, para que así los seres humanos no pudieran entenderse. Se entiende también una explicación alegórica sobre el origen del lenguaje o de su diversidad.
“Tot que fue el primero que apercibió en este infinito las vocales, viendo que eran, no una, sino muchas; después otras letras, que sin participar de la naturaleza de las vocales tienen, sin embargo, cierto sonido, y reconoció en ellas igualmente un número determinado; distinguió también una tercera especie de letras, que llamamos hoy día mudas; y después de estas observaciones, separó una a una las letras mudas o privadas de sonido; en seguida hizo otro tanto con las vocales y las medias, hasta que, habiendo descubierto el número de ellas, dio a todas y a cada una el nombre de elemento. Además, viendo que ninguno de nosotros podría aprender ninguna de estas letras aisladamente, sin aprenderlas todas, imaginó el enlace como una unidad, y representándose todo esto, como formando un solo todo, dio a este todo el nombre de gramática, considerándolo como un solo arte.”
En el Filebo, se plantea la cuestión de que hará más feliz a los hombres, si la sabiduría o los placeres, reza: “Se consiguen las plantas con el cultivo, y los hombres con la educación, decir alimento”; en un sentido sucedáneo en lecciones de Ética, Kant de quien celebramos por estos días su natalicio, estableció ciertas “reglas”, por ejemplo: “la filosofía teórica es la regla del conocimiento, la filosofía práctica es la regla del comportamiento en lo que atañe al libre albedrío”
Toda esta estela de inspiración que encontramos en las letras, en las palabras ha sido el acicate de lo que somos y de lo que seremos y donde la educación y, el conocimiento han sido ese faro, esa luz concedida a los humanos para su salvación, esa esperanza de la cual no podemos deprendernos jamás.
Por esto, vemos con satisfacción los avances del proyecto de ley estatutaria de educación 224 de 2023, que tiene como columna medular el reconocimiento de esta como un derecho fundamental, incluyendo la educación superior (incluso para los adultos mayores) y la gratuidad de la misma. Asimismo, celebramos la obligatoriedad de la enseñanza de cultura ciudadana y para la paz como mecanismo para fortalecer la democracia, la paz y promover la reconciliación.
“El conocimiento es la única defensa ante el peligro del mundo”
John Locke
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