“obra que ha desdibujado de sus rostros la alegría producida por el folclore y la gastronomía colombiana para dibujar la incertidumbre por el mañana en el panorama de la desigualdad social y la violencia.’’
La llegada de los barcos españoles cargados de ejércitos con ánimo de despojo, armas y una ambición por el oro y la sangre trajo consigo la primera expropiación evidenciada entre estas montañas y estos mares que van de Punta Gallinas a la amazonía, su mano de obra fueron los indígenas, que se convirtieron en esclavos, los esclavos de este nuevo mundo que en medio de una explotación sin precedentes desarrollaban labores de minería, agricultura, e incluso labores como la mita y la encomienda, pero, como los indígenas seguían siendo humanos a pesar de la crueldad a la que estaban sometidos empezaron a morir, la población indígena empezó a disminuir, lo que representaba una pérdida en la fuerza laboral que fue contrarrestada por el sistema feudal que planteó la corona en estas tierras y la importación de esclavos negros directamente de África.
En la distribución de las tierras encontramos la raíz de la desigualdad que vivimos hoy día, debido a que en la época las tierras se adjudicaban mediante documentos directamente de la corona o sus encargados, lo cual limitó a parte de la población, por otro lado, las tierras rematadas eran adquiridas por los mismos, por los mismos que tenían capital, que eran los primeros terratenientes o en su defecto los encargados de la iglesia, posteriormente, en el periodo de república la tierra pertenecía a las familias de los que en periodos anteriores las habían adquirido, una concentración de tierra y riqueza en una clase tradicional, problemática que en vez de mejorar con las tierras destinadas a los menos favorecidos empeoró, claramente por la que el dinero o la ausencia de éste es directamente proporcional al poder.
Planteemos un plano en el cual las tierras baldías que debían ser para los campesinos eran en el mejor de los casos compradas a muy bajo precio por los latifundistas o en su defecto y como tuvo más tendencia a suceder: invadidas, algo que inherentemente trajo las mochilas, las armas y los sombreros corriendo por el monte, si aún no se entiende el mensaje, para el autor de esta columna, esa desigualdad trajo las primeras guerrillas que por falta de dinero, equivalentemente falta de poder y siendo ultrajados y desfavorecidos, conformaron los primeros frentes guerrilleros de la historia de Colombia.
Por último y tal vez más preocupante, porque en la actualidad representa un problema económico y con el pasar de unos más reflejará la brecha desigualdad más grande en la historia de Colombia, fue la apertura del comercio internacional, con mayor capacidad importadora que exportadora, lo que por la capacidad financiera del ‘empresario-campesino’ colombiano vendían sus tierras a aquellos extranjeros que no tenían dificultad alguna en comprar, explotar y con el paso de los abriles inaugurar multinacionales, que llenarían y llenan sus cuentas bancarias en el extranjero a costillas de los recursos naturales propios de esta tierra y de la mano de obra que ha desdibujado de sus rostros la alegría producida por el folclore y la gastronomía colombiana para dibujar la incertidumbre por el mañana en el panorama de la desigualdad social y la violencia.
Comentar