Cuando se habla de los problemas de la educación en Colombia, casi siempre se hace referencia al acceso, a las brechas entre lo urbano y lo rural y a la falta de financiación de las universidades públicas. Sin embargo, hoy estamos ante una crisis más profunda: la teleología de la educación, es decir, sobre su finalidad por esta razón, me hago la siguiente pregunta: ¿Estudiar para qué?
En los últimos años, el número de personas que quisieron entrar a la Universidad Nacional cayó en un 45 %. En 2023, según datos del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES), las matrículas en las universidades públicas pasaron de 1.341.339 en 2022 a 1.333.971 en 2023, lo que representa una reducción de 7.368 estudiantes. Todo esto ocurrió mientras el Gobierno Nacional y algunas alcaldías locales implementaban la Matrícula Cero. Insisto, el problema no es solo de acceso ni de manutención. El problema es más profundo.
La llegada del neoliberalismo consolidó la idea de que la educación era el principal camino para el ascenso social, la superación de la pobreza y la posibilidad de “llegar a ser alguien en la vida”, gracias a su promesa de mejorar los ingresos económicos. Durante años, esta narrativa tuvo sentido. Sin embargo, esa promesa se ha quebrado: hoy, invertir cinco o más años en una carrera universitaria —asumiendo costos de transporte, alimentación y un esfuerzo sostenido— resulta, en muchos casos, poco rentable ya que los salarios profesionales suelen ser superados con facilidad por negocios informales o emprendimientos personales. Ante este panorama, muchos jóvenes se sienten desorientados, sin saber qué camino seguir. Quizá por eso —y no necesariamente por falta de recursos— la educación atraviesa hoy una profunda crisis.
La derecha y algunos sectores de izquierda unieron su discurso diciendo que la educación, entre otras cosas, era para la movilidad social. Hoy, esa idea —poco cierta— hace que los jóvenes no vean la educación como lo que debería ser: la posibilidad de un avance humano, el disfrute del arte, la cultura, la emancipación, la transformación de la sociedad hacia una más justa y en armonía con la naturaleza. Mientras tanto, los jóvenes tienen otras formas de ascenso social como el emprendimiento o ser influencer, que entre otras cosas, es una idea que los medios de comunicación construyen cotidianamente al poner referentes culturales que son ignorantes, sin estudios y millonarios.
Todo esto sin mencionar la llegada de la inteligencia artificial, de la cual me ocuparé en una posterior columna. Hoy, más que nunca, debemos hablar como sociedad del paradigma de la educación y del conocimiento. Me atrevo a decir que el capitalismo está acabando físicamente con el planeta e intelectualmente con los humanos.
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