Este año ya no quiero ser yo

¿Añoramos siempre dejar de ser nosotros mismos o simplemente es que nunca somos nada? Tal vez usamos fórmulas como “nuestro” carácter, “nuestros” gustos o “nuestras” acciones para definirnos. Pero eso no es lo que somos, es lo que hacemos. Ser y hacer, ¿qué gran dificultad nos proporcionan estas dos palabritas, no?”.


Aprovechando que comienzan los ciclos, que un año se acaba y otro comienza, quiero que mi primera columna de este año sea mi meta por cumplir. Así que lo diré sin mucho esfuerzo: me propongo a cambiar. Este año ya no quiero ser yo. Sí, así como ustedes lo leen. No quiero continuar siendo el que soy. O el que creo que soy. No quiero continuar haciendo mis actos, escribiendo mis escritos y pensando mis ideas. No lo quiero y no lo haré. ¿Por qué no quiero seguir siendo yo? Porque no me basta. Esa idea que tengo de mi mismo no me basta, no me satisface, no me tranquiliza. Me propongo por lo tanto a no ser más yo. Aquí frente a mis pocos lectores hago este juramento. Ustedes serán los jueces y dictaminarán al final de este 2024 si he podido cumplir mi promesa o no.

Corren los primeros quince días de enero, corren como normalmente todos los otros días del año. Sin embargo, ¿qué efecto o qué sentimiento de la época nos da el carácter de querer cambiar? ¿Añoramos siempre dejar de ser nosotros mismos o simplemente es que nunca somos nada? Tal vez usamos formulas como “nuestro” carácter, “nuestros” gustos o “nuestras” acciones para definirnos. Pero eso no es lo que somos, es lo que hacemos. Ser y hacer, ¿qué gran dificultad nos proporcionan estas dos palabritas, no? Pues bien, quiero que pensemos un rato esto: ¿si mentimos nos hacemos mentirosos?, ¿si hacemos algo malo somos malvados? En una forma lógica sería absurdo negarlo, hacemos algo malo porque somos malos. Pero pese a que usualmente todos realizamos estas acciones dudo que la gran mayoría pueda determinarse como malas, o buenas personas. Determinarse con algo, ese es el punto. ¿Cómo nos determinamos? ¿Cómo seleccionamos indiscriminadamente las cosas que serán nuestra “cartas de presentación”?

Antes de ser columnista fui karateca, intenté ser bueno pero no lo logré. Aunque perdía en cada torneo nunca me consideré malo, nunca fui un perdedor. Antes de karate practiqué natación, también futbol y baloncesto. En todas estas disciplinas alcancé a entrar a un club o liga, pero nunca fui nadador, futbolista o basquetbolista. En karate, en cambio, si fui karateca. ¿Qué diferencia hubo? El tener que asumir mis acciones y pensamientos bajo las reglas del karate. Puede que suene sencillo pero quiero que sepan que no lo es. También practiqué la música y el canto, incluso estuve en Angelitos Caracol y en el Factor XS, pero nunca fui músico ni cantante. Nunca asumí la realidad de cada una de mis acciones. Ahora que he crecido he caído en la cuenta de que no pude asumir nada de eso porque no era bueno ni talentoso. ¿Qué me quedaba entonces? La respuesta es fácil: la voluntad de querer cambiar. ¿Qué cambié en aquellas ocasiones? Mi disposición, la dirección de mi vida, el razonar rigurosamente y las acciones. Decidí volcarme contra mí, mantenerme alejado de todas las invenciones constructivas que yo asumía por verdad. Decidí “dejar de ser yo” y cambiar la forma. Busqué entonces ser lo más grande y espectacular que conocía y que reconocía en mí: la facultad de imaginar horizontes y posibilidades. De vivir míticamente y amarrando mi carro a una estrella. En pocas palabras decidí querer convertirme en escritor.

Aunque eso pasó hace muchos años, no lo había convertido en mi realidad. No había dado esa cualidad a mi ser. Este año será diferente, ya no seré yo, seré un escritor. Actuaré diferente, pensaré diferente, tendré diferentes disposiciones. Escribiré distinto, ya no verán columnas como estas, muy a tono personal. Todo será diferente. Trabajaré de lleno por ser ello y no por seguir siendo yo, ya saben, el trabajo de un hombre refleja lo que es, lo que piensa durante el día. Y lo haré con voluntad porque puede que no tenga ni talento al escribir. A los pobres y sin talento solo nos queda aferrarnos a la voluntad. No tenemos en nosotros el querer es poder, sino que para nosotros ese querer es querer poder. Hay dentro de nosotros una infinitud de dislocaciones emocionales, pero la voluntad, guiada por una razonar riguroso, nos llevará a todas las posibilidades. Ese será mi propósito para este nuevo año.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Camilo Parra Avila

Juan Camilo Parra Avila

Soy filósofo de la Universidad Industrial de Santander, escritor y gestor cultural en El Cocuy Boyacá. Director de la editorial independiente Espeletia Ediciones y representante legal de Los Eudaimones, empresa filosófica y cultura.

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