Espionaje tecnológico

“La inusitada ansiedad que «Pegasus» ha despertado en su presidente y en las corrientes de izquierda colombianas es directamente proporcional a la cortina de humo que pretendían crear. Declaraciones incoherentes de Gustavo Francisco Petro Urrego, acompañadas de imprecisiones en las declaraciones de su mandatario, revelan el ambiente mitómano de una corriente política que ha captado la atención de un electorado que ha pasado de creer que su voto lo hacía uno de los más inteligentes a ser uno de los borregos que tanto criticaban.”


La extrema polarización que afecta actualmente a Colombia está influyendo en la agenda política, económica y social de una nación que se enfrenta a importantes desafíos por parte del terrorismo y otras organizaciones criminales. El llamado escándalo de espionaje «Pegasus» ha puesto de relieve la necesidad de una mayor transparencia y responsabilidad en el gobierno. Las actividades ilícitas que se revelaron al mismo tiempo que el escándalo demuestran la incapacidad de un sector político para actuar con integridad, al normalizar e interiorizar la transgresión de las normas éticas. No es la compra legal o ilegal de programas informáticos lo que más preocupa, sino el material que se recopiló con su uso. Es esencial averiguar qué información se ha obtenido y cómo se ha utilizado. El show que se ha armado desde el Pacto Histórico solo parece ser un bulo para defender a quienes los apoyaron en campaña.

Es inadecuado equiparar una acción de inteligencia internacional con las CONVIVIR, las chuzadas del DAS, los falsos positivos, la corrupción, el bombardeo de campamentos guerrilleros o el saqueo del erario. Estos factores no reflejan la realidad de la situación. Los principales damnificados de este escándalo son los actores narcoguerrilleros de la nación. Solo ello justifica el intento de la izquierda de vincular el uso de «Pegasus» con la derecha política colombiana, y que ahora se hable de una violación de la soberanía nacional. A Gustavo Francisco Petro Urrego y a su séquito de aduladores no les importa defender la integridad del país. De lo contrario, no habría desmantelado la contrainteligencia ni habría entregado la mitad del territorio colombiano a los grupos violentos. Lo que empieza a convertirse en un asunto mundial de importantes proporciones no es más que una cortina de humo montada por su presidente para ocultar el desastre de Colombia con todos los grupos al margen de la ley.

El objetivo de capitalizar el escándalo de «Pegasus» es desvirtuar las acusaciones que pueden hacerse a los actores non santos que acompañaron la propuesta de cambio en la campaña. La operación de Estados Unidos en Colombia contra agentes narcoterroristas ha arrojado hallazgos que podrían tener impacto en futuras políticas de paz. ¿Es esa la razón de su preocupación? Es evidente que la izquierda lleva dos años en el poder. Han tratado de priorizar los intereses de aquellos que son relativamente conocidos como los «nadies» y han optado por ser percibidos como un gobierno de ineptos. Esto ha dado lugar a una tendencia a culpar a los demás y a las cuestionables acciones de «Pegasus». Un intento infructuoso de hacerse con el poder que solo se ha mantenido gracias al activismo en las redes sociales que es ejecutado tras un miserable contrato.

En Colombia existe una creciente demanda de tecnología «Pegasus» adicional para hacer frente a los continuos retos que plantea el actual gobierno. La aparición de personas sin escrúpulos que se han apropiado indebidamente de fondos públicos ha llevado a reclamar la adopción de medidas más contundentes. Estos individuos han podido eludir la rendición de cuentas huyendo del país, dejando que los principales electores soporten el peso de las consecuencias. La situación política actual está causando cierta incomodidad a Gustavo Francisco Petro Urrego y contradice su narrativa de pulcritud. Su incapacidad de gestión y su ineptitud administrativa lo han llevado a buscar distraer a la opinión pública colombiana con la historia de su «Pegasus» para desviar la atención de los retos que deja tras su paso por la primera magistratura. Sería negligente no recordar su historial de instigar el caos y luego evitar la rendición de cuentas. La situación actual en Bogotá es un ejemplo de ello, resultado directo de las políticas de la Colombia Humana.

Los delirios de persecución que aquejan a Gustavo Francisco Petro Urrego («Pegasus», el golpe blando, el cambio climático, la guerra en Gaza, la lucha contra los derivados fósiles, entre otros) sólo sirven para dividir aún más el ya díscolo panorama de un país que está lejos de convertirse en una potencia mundial de la vida. La aspiración a una paz total para disfrutar de una vida plena sigue siendo una fantasía inalcanzable, incluso después de dos años. Es probable que el discurso repetitivo de su mandatario sólo atraiga y capte la atención de quienes tienen escasos conocimientos, los iletrados. Nada raro será que la mayoría de la población se distraiga durante las próximas dos semanas con una historia sobre «Pegasus». La incapacidad de la actual administración para frenar la producción de cocaína en Colombia es consecuencia de un gobierno controlado por parte de la izquierda política. Las cifras contradicen las afirmaciones de su presidente sobre su estrategia antidroga, que no ha terminado de aterrizar.

La situación en Colombia es cada vez más precaria como resultado de las acciones de quien pretenden ser un emperador. La falta de prudencia de Gustavo Francisco Petro Urrego no se corresponde con las cualidades que debería exhibir quien ostenta el cargo de su mandatario. Haber hecho acusaciones sin fundamento y creado incertidumbre al sugerir que el programa espía «Pegasus» se utilizó para atacar a opositores políticos, y no a delincuentes, es típico de alguien que intenta desviar la atención de una manifestación planeada en su contra el 23 de noviembre. También es indicativo de un patrón de comportamiento que quiere restar importancia a los escándalos que involucran al presidente de Ecopetrol, la corrupción en la UNGRD, los intentos de quebrar el sistema de salud, la controvertida presencia de Armando Benedetti en la apuesta de cambio y la formación de alianzas con figuras controvertidas. Es poco probable que su presidente actúe de manera beneficiosa para el país.

Gustavo Francisco Petro Urrego en su trayectoria pública tiene un historial de participación en acciones disruptivas y de confrontación diseñadas para desestabilizar y desafiar el statu quo. En la actualidad intenta alcanzar sus objetivos por medios democráticos, a pesar de haber fracasado anteriormente en su intento desde la beligerancia armada. A pesar de los desmentidos de su dignatario, las pruebas indican que está mal informado, ha creado una narrativa falsa y no ha sido transparente sobre los hechos. La limitada comprensión de la situación por parte de su mandatario le ha llevado a proponer teorías inverosímiles sobre el caso «Pegasus». Es irresponsable sugerir que existen otras hipótesis sobre el tema cuando no hay pruebas claras que apoyen esta afirmación. Esta falta de certezas y de evidencias pone en tela de juicio la justificación de la ocultación de información al público.

Es curioso que quienes expresan más preocupación por «Pegasus» son los firmantes de los acuerdos de La Habana, los negociadores de la paz total, el ELN, los disidentes de las FARC y el «petrismo» puro y duro. Es evidente que Gustavo Francisco Petro Urrego no ha tenido en cuenta la reciente lección aprendida con «Pegasus». Intentar crear historias planetarias ancestrales como cortina de humo no distraerá la atención de la corrupción y las malquerencias dentro del gobierno del cambio. En tiempos de crisis, el progresismo socialista es un enfoque ineficaz para combatir el crimen organizado. Es antitético al concepto de coexistencia con la criminalidad o a la ley del más fuerte. Su presidente y su gabinete demostraron falta de cálculo y de conocimiento internacional, lo que condujo a un error sin precedentes que probablemente tendrá consecuencias desfavorables. Es evidente que el uso del tema de espionaje tecnológico por parte de destacadas figuras de la izquierda sólo puede servir para confirmar que el despliegue de «Pegasus» representa otra iniciativa equivocada de un individuo que carece de la necesaria comprensión de las complejidades que implica el ejercer el poder de una nación.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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