El Diccionario de RAE, trae una acepción de escándalo, entre varias, y la que viene al caso de hoy es la acepción “3. Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo.”.
Se trata de las obras por valorización de El Poblado, iniciadas en la administración del alcalde Aníbal Gaviria Correa y continuadas por el actual Federico Gutiérrez Zuluaga a través del Fondo de Valorización, financiadas con contribuciones obligatorias de los propietarios que domésticamente las han pagado, pero que llevan por nombres los de unos señores muy aseñorados que nada qué ver con ellas, denominaciones que obedecen a motivaciones sectarias y nada más.
Hace unos días en El Colombiano el hermano mayor de Q’Hubo, como por equivocación, se informó de los sobrecostos multimillonarios de dichas obras y por proponerles un ejemplo, se dijo que en la construcción del solo deprimido de la Transversal Inferior con Los Balsos, aquéllos ascendieron a la no despreciable suma ocho mil ciento sesenta millones de pesos, $ 8’160.000; cifra que bien deletreada representa un escándalo que merece investigaciones minuciosas, a fondo, y las consiguientes sanciones, las principales: investigaciones penales, disciplinarias, fiscales con la traducción a detrimento patrimonial y la repetición contra los responsables de los inmensos daños al bien y a la moralidad públicos: alcaldes, juntas directivas, representantes legales, contratistas.
Lo que ya se sabe es que esas obras estuvieron mal diseñadas, que su planeación fue pésima, la contratación apresurada, los contratistas perversos, la interventoría deficiente y todo eso sumado es, aquí o en cualquier parte, terreno abonado para la corrupción.
Algo peor: no se sabe de la aplicación de multas, mucho menos de la imposición de la cláusula de caducidad a los contratistas morosos o incumplidos. Aquí se ha asaltado la buena fe del público contribuyente y de la comunidad en general.
Tiro al aire: el alcalde bien puede seguir cosechando buenos puntos en las encuestas, pero levantada la enjalma se ven las peladuras.