“La Iglesia Católica, desde sus orígenes, ha tenido prácticas extremadamente conservadoras, basadas en el monopolio del conocimiento y el poder”
Líderes del mundo incluidos los religiosos, aprovechan su investidura para lanzar opiniones como si fueran verdades absolutas. Se sustentan en sus creencias, prejuicios y en el respaldo de sus círculos cercanos y férreos. Sin embargo, eso es un problema para la convivencia y el respeto de las diferencias; porque quien se atreve a cuestionar o a mostrar un punto de vista distinto al de estos líderes, es matoneado. La riqueza del conocimiento se forja cuando entendemos que es más lo que ignoramos que lo que realmente sabemos. Cuando reconocemos nuestra ignorancia, en el buen sentido de la palabra, es que empezamos a pensar, investigar, entender. Sócrates lo descubrió hace años con “Sólo sé que nada sé”.
Yuval Noah Harari, uno de los pensadores más importantes del siglo XXI, expone en su obra Sapiens que lo que motivó las grandes revoluciones científicas y tecnológicas que dieron con el fin de la Edad Media en el siglo XV, fue el reconocimiento por parte de movimientos científicos de aquella época, de lo poco que sabían del mundo. Aceptaron que ignoraban la existencia de otros territorios, de otras especies de plantas, animales y sociedades que tenían otros modos de vida. Cuando lo aceptaron, tuvieron el aliciente de ir a tierras desconocidas para explorar nuevos lugares y realizar nuevos descubrimientos. Si como sociedad creemos que lo que sabemos es absoluto, estamos negando la posibilidad de aprender y de construir y desarrollar un nuevo pensamiento.
La Iglesia Católica, desde sus orígenes, ha tenido prácticas extremadamente conservadoras, basadas en el monopolio del conocimiento y el poder; y la enseñanza a partir del miedo que limitaban la curiosidad de las personas por tener distintas fuentes de conocimiento y criterio propio. La lógica de la Iglesia Católica, así como de otras religiones, se basa en que las respuestas a todo lo que nos rodea están dadas en los libros sagrados. Bajo esa premisa, no hay nada por descubrir, conocer, ni inventar. Eso evidentemente no es cierto, pero fue lo que hizo que el mundo occidental viviera 10 siglos en el Oscurantismo y bajo el dominio del catolicismo.
Ken Follett, en su novela Los pilares de la Tierra, retrata esta situación. En plena Edad Media, un noble caído y cruel, conocido como William Hamleigh, forjó una alianza con el Obispo Waleran, hombre ambicioso y que soñaba con ser Papa así tuviera que asesinar a través de Hamleigh, a gente inocente que se interpusiera en su camino. Precisamente, en una de estas escenas, Hamleigh, en confesión con el Obispo Waleran, le dice que está preocupado y con miedo de irse al infierno por todos los asesinatos y crueldades que ha cometido. Waleran, sabiendo que Hamleigh servía a sus propósitos, lo consolaba y lo alentaba, diciéndole que sus pecados ya estaban perdonados.
Esas incoherencias son las que hacen que muchas personas hayan dejado de practicar alguna religión. Como dice Harari, una de las diferencias entre una persona religiosa y laica, está en que el religioso obedece a los mandatos de la Iglesia, así estos produzcan daño a otros e incluso la muerte, como con las cruzadas; mientras que el laico, practica la compasión y no la obediencia a ciegas. Eso significa que no infringe daño a otro sin razón, así haya una orden de por medio.
La misma práctica de los diez mandamientos de la Iglesia Católica es de difícil cumplimiento para los pastores de esta Iglesia. Son ampliamente conocidos los abusos por diversos curas de menores de edad -incumpliendo el mandamiento de no cometer actos impuros-; y el levantamiento de falsos testimonios. Como recientemente en un encuentro de obispos de Latinoamérica y el Caribe en Panamá donde hablaron sobre minería. Algunos obispos afirmaron sin pruebas que esta actividad “contamina las aguas de sus territorios”, “colapsa montañas” y “coopta a las comunidades”. Una Iglesia en la que Jesús enseñó a no juzgar y a vivir en el amor, a la vez está lanza en ristre contra una actividad económica.
Qué bueno que en lugar de buscar culpables y satanizar actividades, los líderes, incluidos los religiosos -que también son humanos y se equivocan- fueran mediadores en la búsqueda de la inclusión social y el beneficio colectivo. Para empezar, se requiere dejar a un lado los prejuicios, dar el beneficio de la duda a todos los actores y liderar con el ejemplo.
*Empleado de Minera de Cobre Quebradona, mis opiniones no representan a mi empleador.
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