¿Es bueno, acaso, vivir toda la vida?

Es cierto que todos deseamos que las abuelas sean eternas, pero quizás el verdadero regalo está en aprovechar el tiempo que compartimos con ellas.»


En estos días, tomaba un café en el Ástor, por Junín, en Medellín, cuando, en una mesa aledaña, vi a un niño de aproximadamente siete años conversando con una señora mayor. No había celulares ni distracciones. Era la mente asombrosa del niño hablándole a la sabiduría, quien exclamó: «Tú nunca te vas a morir, vivirás toda la vida, abuelita».

Curiosamente, por aquellos días leía El Proyecto Paloma, una novela de Irving Wallace, en la que David McDonald, un brillante científico británico, descubre la fórmula C-98 para extender increíblemente la longevidad de la humanidad, llevando la esperanza de vida de los setenta y cinco a los ciento cincuenta años. La historia comienza en la Georgia soviética, donde, una noche, mientras dormía, su asistente de laboratorio, Leonid, lo despertó para informarle que había sido traicionado por Vasily, otro ayudante en quien McDonald nunca confió del todo. Vasily había informado a la KGB sobre el descubrimiento. Ante esto, el científico huyó a Venecia en un avión con una delegación cultural que iba a reunirse con sus recién elegidos camaradas del Partido Comunista. Los soviéticos descubrieron la ubicación del científico, pues tenían un objetivo claro: poseer la fórmula de manera exclusiva, ya fuera para bien o para mal, con fines económicos, ventajas políticas o, sencillamente, para el supuesto beneficio de la humanidad. ¿O sería, acaso, una desgracia para los habitantes de nuestro planeta?

Sigo escuchando la conversación. El niño, con una voz suave, finalizó su anhelo: «¡Es que quiero que vivas toda la vida!». ¿Es bueno, acaso, vivir toda la vida? ¿Qué ocurriría si pudiéramos alcanzar la edad de ciento cincuenta años… o más? Es cierto que todos deseamos que las abuelas sean eternas, o quizás no todos, pero sí una gran parte de los nietos.

Giovanni Scarpa, un médico que ayudó a McDonald en Venecia, lo cuestionó acerca de su fórmula. Hasta ese momento, McDonald no comprendía el C-98 desde la perspectiva de Scarpa; pensaba que vivir más años sería sinónimo de cumplir más sueños, de leer más libros. Pero no. El médico inició su conversación con una serie de preguntas: «¿Se inventó la bomba atómica en beneficio de la humanidad? ¿Fue la peste bubónica, la Muerte Negra, un beneficio para la humanidad?»

Prosiguió con firmeza el doctor Scarpa: «Usted podría borrar toda mi labor y la de aquellos que intentan evitar la superpoblación». Le describió la situación poblacional del siglo XX, advirtiendo sobre los crecientes desafíos que la humanidad enfrentaría si la población seguía aumentando sin control. Y es aquí donde la reflexión se vuelve necesaria: en 1970, hace cincuenta años, éramos 3,695,390,335 habitantes, mientras que hoy, en 2024, somos 8,118,835,999. La población ha aumentado en un 119.7% durante este periodo, lo que representa un desafío para nuestros recursos en aspectos como energía o vivienda.

El niño rubio, con pantalones clásicos y camisa azul, mira a unos ojos verdes y un rostro cansado, cuya cabellera es tan blanca como el algodón. Toma su bebida; el silencio reconoce que los días azules se van, pero aún hay tiempo para abrazar. Las abuelas deben ser eternas, como ya lo mencioné anteriormente. Por lo tanto, aprovechemos el tiempo que tenemos y disfrutemos de los momentos en familia.

Kevin Abad Ríos Miranda

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