Transformar las lógicas de la guerra y construir las diversas memorias del conflicto armado es la misión del Museo Casa de la Memoria. El Museo es un referente de la ciudad de Medellín, tanto por su trabajo con las víctimas como por poner en la agenda pública el difícil tema de la memoria.
A través de exposiciones, talleres, trabajo con comunidades y otras actividades, el Museo se ha convertido en un espacio de reflexión y puertas abiertas para que las memorias del conflicto sean construidas entre todos.
Cathalina Sánchez es la directora del Museo Casa de la Memoria. Abogada, Doctora en Derecho e investigadora en temas relacionados con Derechos Humanos, Sociología Jurídica e Historia del Derecho, tiene como misión ampliar los contenidos y públicos del Museo, fortalecer la relación con los barrios aledaños y apoyar los diferentes procesos de memoria que surgen en los territorios.
En esta entrevista habla de las líneas de trabajo que tendrá el Museo en estos cuatro años de la Administración, los desafíos y logros alcanzados, sus planes de descentralización y el papel que seguirá jugando en la construcción de memorias en la ciudad.
¿Cuáles van a ser las líneas de trabajo del Museo Casa de la Memoria en estos cuatro años?
El Museo se ha pensado en temas diversos, que incluyen no solamente los que siempre trabajamos aquí, sino también fenómenos sociales y culturales que, de alguna manera, tocan toda la dinámica social. Hemos pensado trabajar las migraciones: es un tema que de manera transversal se ha tocado en el Museo, sobre todo desde la perspectiva del desplazamiento forzado y, habida cuenta del fenómeno migratorio que ha venido viviendo Colombia y la ciudad de Medellín en los últimos cuatro años, consideramos que es necesario abordarlo porque Medellín ha sido una ciudad receptora de migrantes y eso mismo ha constituido nuestra cultura y forjado de alguna manera la sociedad.
Otro tema que suscita nuestro interés son los liderazgos sociales. No solamente porque nos preocupa lo que está pasando con los líderes y las lideresas sociales que están callando o asesinando, sino también todo lo que implican esos liderazgos en el desarrollo social y la transformación de la ciudad, esas estrategias que se han ideado las comunidades desde los territorios para transitar el dolor y pasar del conflicto a la reconciliación; todo lo que tiene que ver con resistencia, resiliencia, reconciliación, manejo colectivo del dolor y construcción de memoria.
El tema de niños, niñas y adolescentes siempre nos ha interesado, pero lo que queremos hacer es poner la narrativa del Museo en términos de niñez y juventud; es decir, generar unas experiencias que les permitan una mejor comprensión del conflicto armado y las violencias asociadas a nuestros visitantes niños, niñas y adolescentes, y a los jóvenes que interactúan con nosotros en los laboratorios, talleres y grupos focales. Esto lo iniciamos el año pasado con una sala de lectura infantil en el Centro de Documentación, pero necesitamos transversalizar: que todos los contenidos del Museo estén en un lenguaje muchísimo más entendible para ellos porque estamos convencidos que nuestro objetivo de transformar la sociedad empieza por ellos. Tal vez nosotros ya no lo logremos y esa transformación sea mucho más difícil, pero si estamos esperanzados con una Colombia en paz y un futuro mejor es trabajando con los niños, niñas y adolescentes como lo logramos.
Es una mirada más integral de la memoria
Absolutamente. Nosotros hablamos de una construcción participativa de memorias, siempre en trabajo con la comunidad y las organizaciones. En ese sentido, el público infantil o las víctimas de una nueva generación tienen una percepción de la memoria que no ha sido tratada en el Museo y es el momento de empezar a hablar con ellos y generar reflexiones a través de ellos.
Tenemos una experiencia muy bonita que es Palabra de niño, y son palabras de conflicto, pero también de vivencias cotidianas definidas por los niños. Esos niños, que cuando nos dieron sus definiciones tenían siete, ocho o nueve años, ¿cómo las definirían ahora después de todo lo que ha pasado? Si queremos transformar, la memoria necesita ser construida por todos, desde los chiquitos hasta los más grandes, desde los que la vivieron hasta los que apenas les estamos contando qué fue lo que pasó, porque ellos también necesitan entender qué fue lo que pasó y cómo pueden contribuir a esa transformación.
El Museo resguarda la memoria del dramaturgo José María Freidel y ha hecho actividades culturales relacionadas con la memoria ¿Van a continuar con esas actividades?
Por supuesto. Definitivamente la apuesta de generar una agenda cultural fue un éxito. El arte es una apuesta fundamental del Museo, no en vano nos llamamos Museo. Eso quiere decir que somos actores culturales de la ciudad de Medellín, porque el arte permite nombrar lo innombrable. Ese dolor y esa violencia, que muchas veces es difícil de expresar a través de la palabra y del diálogo, definitivamente encuentra en el arte el vehículo de comunicación: en la pintura, el teatro, la escultura, la siembra, el tejido. El Museo seguirá siendo un referente cultural para desarrollar estos temas álgidos. ¿Qué pretendemos? Abarcar, crecer un poco más nuestra oferta, vincularnos con otros actores culturales de la ciudad, públicos o privados, y generar unos espacios de concertación; estar también muy a la escucha de qué es lo que está pidiendo la ciudad y mirar cómo, dentro de nuestras posibilidades y nuestra misión, podemos ofrecer esos espacios. Seguiremos con el cine, la escritura, el dibujo y el costurero, que ha sido un emblema del Museo. Seguiremos apostándole a las artes escénicas y, por supuesto, apoyando todas esas iniciativas que desde los territorios se están gestando.
¿Cómo van a fortalecer la relación con los barrios aledaños al Museo Casa de la Memoria?
Es una deuda que tenemos, pero justamente estábamos hablando de una estrategia de activación que pensamos con un actor aliado, y vamos a hacer algo tan sencillo como ir a tocarles la puerta a los vecinos y decirles: ‘préstennos un espacio, el parqueadero, el quiosco o debajo de este árbol, y vamos a hacer una activación en términos de memoria, de reconciliación, de entendernos nosotros y la memoria del barrio’, de manera que generemos un vínculo un poco más fuerte y acciones de confianza que los inviten a ellos a venir al Museo, pero también que les permita tener la confianza de demandarnos cosas que nosotros podamos hacer. Tenemos una deuda con el vecindario; necesitamos ser un mejor vecino, eso indiscutiblemente hay que reconocerlo, pero estamos pensando cuáles van a ser esas estrategias. Y vamos a activar y embellecer nuestro parque próximo, porque también hace parte de ese entorno con el que tenemos una deuda.
¿Cuál es el mayor desafío del Museo Casa de la Memoria?
¿El mayor desafío? ¡Pues la memoria! La memoria siempre ha estado en disputa, ayer, hoy y mañana. Desde que se empieza a hablar de memoria [ésta] entra en disputa, entonces la memoria por sí misma ya es un reto. Pero yo pienso que es ampliarnos, y cuando hablo de ampliarnos no significa únicamente expandir el espacio físico en el que estamos, sino descentralizar la presencia del Museo, hacer que el Museo esté presente en todos los territorios, que nos conozcan, que trabajen con nosotros y que podamos apoyar todas esas iniciativas de construcción de memoria que están en los territorios. Ese es el mayor desafío.
En ese sentido, ¿la ciudad ha comprendido y dimensionado el papel del Museo?
Hemos abonado muchísimo en ese terreno. Todavía nos falta, pero sí hemos ganado mucho. Tuvimos una sesión en el Concejo de Medellín y logramos despertar interés y atención, que se traduce en apoyo y respaldo para la continuidad de los procesos en el Museo. La ciudad se ha dado cuenta. Somos, de todas maneras, un museo muy joven, tenemos funcionando apenas siete años, y es un período en el que la ciudad se toma el tiempo de entender que existimos y qué es lo que hacemos.
Bueno, hablamos de los desafíos, pero ¿cuáles son los logros?
Somos un sitio obligado de visita en la ciudad porque permite a los visitantes entender qué es lo que ha pasado en Colombia, el por qué nos pasó, y se cuestionan en lo que deben hacer para que no vuelva a suceder. Generamos una reflexión y una invitación para la transformación de la comunidad. Los logros son definitivamente el trabajo cercano y mancomunado con las organizaciones sociales y de víctimas, que esto contribuye a que los alcances de las tareas del Museo abarquen diferentes territorios. Dentro de los logros también ha sido el número de visitantes que hemos llegado a tener: el año pasado cerramos con 76.000 visitantes, cuando empezamos en 2015 con 8.000. Es un gran logro porque se pretende que estas historias sean conocidas para generar una transformación y apostarle a la no repetición. Pienso que ese ha sido un gran logro, consolidarse como un espacio referente en la ciudad, el número de visitantes, el trabajo mancomunado con las organizaciones de víctimas y somos reconocidos también a nivel internacional por las buenas practicas que realizamos en el Museo, por la manera como construimos memoria, por la metodología y pedagogía que desarrollamos para tener formación en construcción de paz y derechos humanos y también por nuestros archivos audiovisuales.
¿El reciente retiro de Colombia de la Red Internacional de Memoria afectaría la labor del Museo?
Todo lo contrario: pienso que nos acrecienta la labor. El retiro es una suspensión de la membresía del Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia sigue siendo miembro a través del Museo Casa de la Memoria y el Centro de Paz y Reconciliación de Bogotá. Esa medida se toma exclusivamente para el Centro Nacional de Memoria Histórica. Insisto que la suspensión de la membresía es un llamado de atención para Colombia, para el Estado, pero también para la sociedad. ¿Cómo estamos realizando este proceso de memoria? ¿Le estamos apostando a la paz? ¿Estamos reivindicando el papel de las víctimas? ¿Estamos respetando la implementación de los acuerdos de paz? Pienso que es un llamado de atención que obedece también a unos lineamientos internos que tienen las redes, cuando uno pertenece a una red uno acoge los reglamentos y asume las consecuencias cuando desconoce o incumple los reglamentos. Es un llamado de atención para los colombianos y para el Museo Casa de la Memoria es una reafirmación de la labor que nosotros asumimos con responsabilidad y con convicción de esa necesidad de construir memoria. Por nuestra parte seguimos apoyando a todos los sitios de memoria de Colombia, que en su mayoría han nacido de iniciativas comunitarias y pertenecen a organizaciones civiles y no al Estado. Nosotros seguimos acompañando y hacemos parte de la Red de Sitios de Memoria.
¿Por qué a este país y a esta ciudad les cuesta tanto hacer memoria?
Construir memoria en medio de un conflicto latente es difícil. Duele y da miedo. Es muy difícil. Hablar todavía con el miedo porque sé que sigo amenazado o porque sé que tengo en peligro mi vida o la integridad de mi familia. Si esos testimonios, historias o narrativas me pueden generar alguna vulneración de derechos, da mucho miedo. Todavía nos duele, no lo hemos superado, este es un conflicto que todavía está, en mayor o menor grado, vivo. Por eso nosotros hablamos de memorias vivas: construir memorias en un conflicto latente es complejo. Construir memoria per sé es complejo, es debatido, es polémico, y en medio de un conflicto vivo es mucho más fuerte.
Muchos concejales han manifestado que al Museo Casa de la Memoria se le deben inyectar más recursos financieros. ¿Qué opinión le merece este respaldo?
Agradezco mucho el apoyo que recibimos de diferentes concejales. Fuimos invitados a una sesión del Concejo y realmente es satisfactorio ver la aceptación y el reconocimiento que tienen los concejales del Museo. El Museo necesita un poco de inyección para su inversión, para poder lograr un poco más los objetivos. ¿Qué ha pasado en el Museo? Que el Museo empieza a estar en el foco y en la mira de la comunidad. Empiezan entonces a solicitar muchos más recursos, pero recursos de atención; no nos piden dinero sino que intervengamos más en la comunidad, que estemos más atentos, que tengamos más procesos con ellos y nosotros nos quedamos cortos. Para mí es muy satisfactorio, muy halagador, muy honroso, ese apoyo que manifestaron. Al mismo tiempo es un gran compromiso de mi parte porque significa que las expectativas que tienen son altas y tengo que hacer con el equipo lo mejor posible por alcanzarlos y lograr que toda la ciudad de Medellín, e incluso territorios de la región, continúen o fortalezcan sus procesos de construcción de memoria.
¿Cómo evalúa el impacto a nivel de ciudad y barrial del Museo?
A nivel barrial nos falta un montón. Contando comunas y corregimientos, estos 21 territorios, no hemos llegado a todos. Sabemos que tenemos falencias. Por eso este año estamos organizando, ahora que estamos estructurando el Plan de Desarrollo, una articulación muy fuerte con las diferentes secretarías para poder llegar a todos los territorios. Una de nuestras metas en estos cuatro años es tener, por lo menos, veintiún iniciativas de memoria ancladas. Es decir, tener un acompañamiento durante los cuatro años en todos los territorios, en todas las comunas y los corregimientos de la ciudad. En términos generales ha sido un impacto bueno, porque hemos logrado llegar a territorios, sembrar la semilla de la construcción de memoria, alimentar, apoyar, acompañar iniciativas que se han tejido en los territorios. Hay unas que tienen más fuerza que otras, hay otros que nos ha quedado más fácil llegar, porque a veces la comunidad no quiere trabajar con nosotros o no tiene los medios, ni nosotros tampoco. En términos generales es un alcance positivo y bueno, pero siendo un poco más estrictos no alcanzamos a llegar a todos los rincones donde quisiéramos y debemos llegar. Pienso que ese es el reto de estos cuatro años, dejar en cada comuna y corregimiento de la ciudad de Medellín una iniciativa de construcción de memoria instalada o por lo menos unos ejercicios de memoria local establecidos. Generar esa conciencia y esa gana de hacerlo.
¿Para usted qué representa estar al frente de esta institución?
Satisfacción y alegría, pero un compromiso y una responsabilidad enorme. Hablar de memoria es hablar de víctimas y hablar de victimas es hablar de individuos atentos y esperanzados en que nosotros contribuyamos a esa satisfacción. Agradezco muchísimo la oportunidad que se me da de continuar en la dirección, la asumo con toda responsabilidad y orgullo. Es un trabajo arduo, pero también ha sido un trabajo satisfactorio y alegre de poder trabajar con la comunidad y mirar que podemos impactar positivamente los territorios y empezar a germinar estrategias, mecanismos, herramientas y comportamientos que van trabajando en pro de la transformación social y la reconciliación.
*Esta entrevista fue realizada entre Laterales Magazine y Al Poniente como parte de Diálogos con la cultura, una serie de entrevistas a líderes y lideresas de la cultura en la ciudad y el departamento.